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Manifiesta como un líder bien integrado y consciente

La Ley de la Atracción y la práctica de la manifestación han estado presentes en la experiencia de los seres humanos en su recorrido por el mundo. Constantemente, las personas estamos buscando alcanzar nuestras metas y lograr objetivos específicos; por lo tanto, esta filosofía ha servido para lograr un acercamiento a aquello que queremos. Po ello, es que deseamos desarrollar al máximo nuestra capacidad de manifestar y contar con esa herramienta tan poderosa en nuestro arsenal para potenciarnos como líderes bien integrados y, sobre todo, conscientes.

Tomando en cuenta lo anterior, debemos preguntarnos, entonces, ¿Ley de Atracción y «manifestar» son lo mismo? Existe una sútil diferencia entre la Ley de la Atracción y la manifestación, pero al existir interdependencias entre ellas, puede haber confusión. La Ley de la Atracción es una filosofía que sugiere que los pensamientos positivos traen recompensas positivas y, de la misma forma, los pensamientos negativos traen consigo resultados negativos. Ahora bien, la manifestación implica hacer realidad algo utilizando tus pensamientos, sentimientos y creencias; es decir, si tienes pensamientos positivos, entonces manifestarás resultados positivos. Así, la manifestación propone que lo que asumes, vibras y sientes como verdadero simplemente se manifestará en tu realidad. La diferencia es mínima, por ello, decimos que en ellas podemos encontrar una interdependencia.

Imaginemos a alguien: llamémosle Juan, por ejemplo. Juan es consciente de su situación de pobreza, y manifiesta con la finalidad de acumular riqueza. En esta situación, lo que sucederá es que la persona será recompensada con aquello de lo que es consciente de ser; para Juan, en este caso, se le recompensará con más pobreza. Entonces, para que los deseos se manifiesten y se tenga éxito en lo que se ambiciona, las afirmaciones deben de ser las apropiadas; para ello, debemos adoptar una consciencia positiva de lo que se desea. Juan, primero, debe alejarse de su consciencia de pobreza para dejar de estar en esa condición. Suena sencillo, sin embargo, se trata de una cuestión que requiere fe y mucha práctica. Donde ponemos la atención, dirigimos nuestra energía, y adónde dirijamos nuestra energía, en eso nos convertiremos. Meditar, por ejemplo, sirve para elevarnos a un nivel de consciencia más alto, desviando nuestra atención de nuestras limitaciones actuales; con la meditación pensamos, vibramos y sentimos lo que deseamos ser.

Ahora bien, existen personas que tienen el deseo de lograr objetivos muy específicos, por lo que practican la visualización para, por ejemplo, romper récords de ventas; sin embargo, hay ocasiones en las que no logramos concretarlo, lo que nos lleva a una gran frustración. Cuando la mayoría de la gente ambiciona algo, comúnmente se queda atrapada en los pasos iniciales para alcanzarlo. Estos primeros pasos, el deseo y la visualización de la meta, son muy importantes, pero no son suficientes. Manifestar algo no es sólo imaginarlo, quererlo o desearlo con intensidad. Mucha gente hace esto y al no alcanzar sus metas se frustra; eso no es manifestar. Manifestar es entrenar intencionalmente tu cerebro y tu sistema nervioso central, para creer en algo que todavía no ha sucedido; asimismo, manifestar es una herramienta muy poderosa fundamentada en la Neurociencia y en años de investigación; cuando se realiza correctamente ayuda a alcanzar tus objetivos, por ambiciosos que estos sean, ya que te permite preparar el trabajo requerido para alcanzarlos.

En mi caso, suelo utilizar herramientas sustentadas por la ciencia, para manifestar constantemente; esto, con la intención de silenciar las conversaciones limitantes que se generan en mi mente acerca de mi vida, para tomar riesgos y vivir una vida más gratificante alrededor de aquellos que amo. Atletas olímpicos y de alto rendimiento, así como personalidades exitosas en el mundo de los negocios y del espectáculo, manifiestan constantemente de forma efectiva.

Ahora bien, puedes adoptar una fórmula práctica para aplicarla en tu vida personal y, como líder, en tu organización, lo cual te permitirá alcanzar metas por muy desafiantes que estas sean. Primero, reflexiona alrededor de lo siguiente: manifestar es entrenar mentalmente para olvidar lo que deseas y, en vez de ello, hacerlo parte de tu ser. Asimismo, manifestar no es pensar en deseos y esperar que se vuelvan realidad, eso hacemos a los cinco años cuando apagamos las velitas del pastel de cumpleaños. Debes ver la manifestación como una herramienta cotidiana que aprenderás a utilizar de forma precisa, intensional, sistemática y con propósito; la usamos para reprogramar mente, cuerpo y espíritu, y funciona para ayudarnos en el proceso de alcanzar nuestros sueños.

Cuando utilizas de forma correcta el proceso de manifestar, remueves los obstáculos que viven en tu mente, tales como miedo, resistencia, falta de autoestima, perfección, expectativas de otros y cualquier cosa que limita y no te deja salir de donde estás. Manifestar de forma correcta permite sacar toda la basura limitante de tu mente para reprogramarla con pensamientos, situaciones y sentimientos que te impulsan a crear una vida personal y profesional más gratificante. Finalmente, cuando logras hacerlo de forma apropiada, te darás cuenta de que es parecido al entrenamiento para ganar un campeonato: te prepara para un mejor rendimiento, eleva tu confianza y autoestima, y te acondiciona para realizar lo que quieres alcanzar. 

Manifestar es un proceso y, como tal, conlleva una serie de pasos que puedes aprender fácilmente. Para manifestar de forma efectiva sólo debes asegurarte de realizar lo siguiente:

  1. Ser genuino y declarar con certeza lo que deseas alcanzar.

Esto no sirve si no estas conectado con lo que verdaderamente deseas alcanzar:

  1. Elevar, por ejemplo, el desempeño de un equipo y romper el récord de ventas.
  2. Correr y terminar un maratón, teniendo muy claro que debes recorrer 42 km en un tiempo determinado.
  3. Visualizar los pasos y no sólo el objetivo final. 

Visualiza no sólo celebrar el momento del éxito que deseas alcanzar, sino también los pasos y actividades que necesitas llevar a cabo para alcanzarlo. Es aquí donde un visual-board (panel de sueños) puede ser de gran utilidad, ya que permite darle forma a lo que quieres reprogramar en tu mente; al tenerlo al alcance durante el día, activas esa manifestación constantemente. A pesar de la sencillez de este punto, mucha gente no lo hace correctamente, debido a que únicamente se enfocan en construir un collage de imágenes del objetivo ya materializado, lo cual sí es importante, sin embargo, no hay que descartar las imágenes de los pasos requeridos para alcanzar ese momento tan deseado:

  1. En el caso de un equipo de trabajo, son, por ejemplo, gráficas con los niveles de venta alcanzados, imágenes de reconocimiento, diplomas, preseas, certificados y fotografías de celebración, así como imágenes de un equipo participando en algún entrenamiento de técnicas de ventas.
    1. En el caso del maratón, aunado a imágenes de un podio con finalistas o de algún corredor llegando a la meta, también podrías visualizar imágenes de gente entrenando temprano a las 5:00 am, con un clima complejo: oscuro, frío y lloviendo.

La cuestión en este segundo paso es que, si la atención se enfoca únicamente en el objetivo final, ya sea el reconocimiento, el bono por altas ventas, cruzar la meta de la carrera, la casa en la playa, el auto deportivo, el millón de dólares en el banco o el cuerpo bello que tanto anhelas, no verás resultados. Estos objetivos te pueden llevar cinco o nueve años alcanzarlos, y si la meta es la única que tenemos en el vision-board, te puedes desmotivar fácilmente. Tu mente necesita percibir lo que requerirá el recorrido para alcanzar lo que deseas.

Recordemos que manifestar es entrenar mente, cuerpo y espíritu con la finalidad de que sean capaces de ver el trabajo que necesitas para alcanzar tus metas. La mayoría de las veces necesitas crear nuevos hábitos y cambiar tu actitud. Cuando visualizas de forma efectiva todos los pasos y transiciones que se requieren para alcanzar lo que deseas, las conexiones que se llevan a cabo en tu mente, en específico, en tu sistema neuro-hormonal, crearán una nueva realidad y se enviarán señales relacionadas con las actividades que necesitas para lograr tu deseo.

  • Siente en todo tu sistema y con todo tu ser.

Un atleta olímpico de esquí alpino dijo: “mientras cierro los ojos y lo visualizo para pensarlo y creerlo, tengo que oírlo, olerlo y sentirlo en todo mi ser con el fin poder crearlo un día”. Durante tu jornada diaria, desde que amanece hasta que te vas a la cama, puedes aprovechar ciertos momentos para cerrar los ojos y revisitar esa manifestación: visualiza los pasos que te llevarán a alcanzar tus deseos y metas.  Por ejemplo, el líder de una empresa, cuando se cepilla los dientes, puede cerrar los ojos y en silencio revisitar en su mente los pasos que lo conducirán, junto con su equipo, a celebrar ese récord de ventas. Al hacer esto, es capaz de sentirlo con todo su ser como si estuviera viviendo el momento. De la misma forma, un corredor puede cerrar los ojos y activar en su mente las actividades que se requieren para prepararse y cruzar esa meta. De alguna forma, ensayar en tu mente y sustituir las excusas por acciones, permiten que te des cuenta de que sí se puede, si realizas lo que te has planteado para conseguirlo.

Puede ser que en ocasiones estés saboteándote. Es posible que una vocecita en tu interior no quiera cooperar y limite tus acciones haciéndote creer que no serás capaz de realizar los pasos necesarios, para avanzar hacia la realización de tus deseos. Si esto llega a suceder, no te preocupes. Piensa en algún role-model, alguien que admires y del que estás seguro de que puede realizar una particular tarea, de forma natural y sencilla, rumbo a lo que tú deseas. Por ejemplo, el líder de una empresa puede pensar en otro gerente, alguien a quien admire debido a los buenos resultados que ha obtenido en ventas gracias a sus habilidades. Un corredor probablemente piense en un atleta famoso o quizá en algún amigo corredor que sea más experimentado. Esto ayudará a centrarte y mantenerte motivado. Te aseguro que, paulatinamente, esa visualización dejará de ser una limitante y podrás sustituir la imagen de tu colega por una de ti mismo.

  • Pasar de la visualización a la acción.

En algún momento tendremos que pasar de la visualización a la acción con la finalidad de poner el plan en movimiento. Una buena visualización requiere un plan factible para ejecutarlo día a día, semana a semana, mes con mes y año con año. Sin embargo, existe un gran error en el que muchos caen y en la que todos estamos expuestos: la impaciencia, la cual, si no se atiende de forma inmediata, se convierte rápidamente en frustración. No imaginas la cantidad de personas que, ya cerca de la etapa final, abandonan el proceso de manifestación debido a la desesperación que produce la impaciencia. En estos casos, lo que tienes que hacer es olvidarte del cuándo y anclarte a la razón: al por qué de lo que estás persiguiendo.

Ahora bien, la magia del proceso hacia una manifestación efectiva está en la antelación de cualquier momento de dificultad, que pueda orillarte a renunciar a tu recorrido rumbo a tu meta. Lo más bello de todo, es que no depende de nadie más que de ti mismo: tú eres dueño de tus sueños y de tu manifestación, y tú estás a cargo de tu proceso. Recuerda que no hay éxito sin un plan, y el mejor plan lleva consigo acciones basadas en una visualización, la cual está fundamentada en un deseo o en una meta. Todo este proceso es parte de la manifestación.

Pero, entonces: ¿Qué tan dispuesto estás a trabajar rumbo a tus anhelos? Puede llevar horas, meses o, incluso, años para lograr y celebrar el éxito. ¿Estás verdaderamente dispuesto a, junto a tu equipo, realizar un centenar de llamadas a clientes potenciales con la finalidad de aterrizar un contrato que haga la diferencia? ¿Estás comprometido a levantarte temprano todos los días a entrenar para el maratón, sin importar las inclemencias del tiempo? ¿Estás dispuesto a ahorrar e invertir a través de los años, sacrificando gustos y bienes con el objetivo de comprar en 10 años la casa en la playa que tanto deseas? ¡Aquí radica la diferencia entre los que lo logran y los que no!

Te comparto algo de mi experiencia en el camino de la manifestación, que me ha ayudado a disfrutar de una vida más gratificante, tanto en lo personal como en lo profesional:

  • Como profesional, cuando inicié como representante médico para una compañía farmacéutica en México, en la década de los 90, me propuse conseguir una posición ejecutiva que me permitiera liderar toda la región de Latinoamérica. Lo escribí, literalmente, en la hojita de un block amarillo hace más de 20 años; definí las transiciones y posiciones que debía cubrir para obtener el conocimiento, desarrollar habilidades y generar la experiencia que me brindaría la oportunidad de ser un candidato viable para esa posición. Nunca dejé de ver mi hojita ni tampoco dejé de visualizarme en la posición anhelada; tampoco omití el camino para lograrlo, como las posiciones que debía ocupar para llegar ahí. En 2017, fui nombrado vicepresidente senior para la región de Latinoamérica, 25 años después de haber iniciado mi manifestación con un lápiz, un sueño y una hojita de papel.
  • Como deportista, me planteé, hace 15 años, el deseo de participar en carreras del circuito Ironman, el cual considera distancias brutales de nado en aguas abiertas, seguido de 180 km en bicicleta de ruta, para luego finalizar en un maratón completo con un margen total de 17 horas como corte para poder terminar la carrera en tiempo. Lo manifesté: definí un plan de entrenamiento que permitiría prepararme alternando viajes, horas laborales y compromisos familiares. En 2009, participé en mi primera prueba Ironman en Niza, Francia, la cual no pude terminar dado que no seguí mi plan al pie de la letra. El mismo día de mi intento fallido, me inscribí a otra prueba en Barcelona, España, la cual tenía lugar sólo tres meses después. Hice los ajustes pertinentes a mi entrenamiento y pude seguirlo perfectamente: participé y logré terminar mi primer Ironman. Desde entonces, he participado en un sinfín de carreras de este circuito y siempre sigo el proceso de manifestación, aunado a un plan apropiado de entrenamiento al que busco apegarme al pie de la letra.
  • Como autor, me planteé, hace dos años, el deseo de escribir mi primer libro. Lo manifesté y puse un plan en marcha. Me topé con algunos desafíos en su publicación, por lo que decidí, de inicio, autopublicarlo en Amazon. Pocas semanas después, fui contactado por la editorial Acantaros Editores, con quienes publicamos Liderazgo al Cuadrado, libro que ya se encuentra a la venta en tiendas y librerías reconocidas.

Aun no tengo la casa cerca del mar en la costa lusitana que tanto anhelo, pero ya tengo una buena lista de aquellas propiedades donde me veo junto a mi esposa en un tiempo no muy lejano. Manifiesto y me visualizo cerrando y escriturando esa casa, sintiendo la brisa del atlántico y respirando el aire fresco de la cierra de Sintra junto con Adriana, mi esposa. También me visualizo trabajando y cosechando el dinero para conseguirlo… y así será: ¡Hecho está! !Hecho está ¡Hecho está!

Para otras cosas que anhelo a un mayor largo plazo, no tengo prisa; sin embargo, ya lo manifiesto: visualizo a mis nietos en esa casa en Portugal pasando unas bellas vacaciones. Todo el tiempo estoy manifestando y cristalizando proyectos que en mi mente llevo mucho tiempo viviendo, vibrando y sintiendo. Sé que en su momento estarán listos para crearse.

Eres un ganador y, si es el caso, un gran competidor olímpico. Manifestando apropiadamente e incorporando esta práctica a tu día a día, lograrás crear una vida llena de experiencias gratificantes que tú, y sólo tú, estás creando para ti y los tuyos.

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El manejo de nuestras emociones de forma efectiva

¿Por qué crees que nos resulta tan complicado convivir con nuestras emociones y con las de los demás?  Si lo piensas bien, únicamente tendríamos que hacernos responsables de explorar el contenido de nuestro subconsciente y cambiar aquellas creencias limitantes que nos alejan de la felicidad. De alguna forma, no puedes ser racional si eres demasiado emocional, pero también es verdad que no puedes ser racional si no logras mostrar tus emociones.

Cuando eres demasiado emocional, no quieres hacer lo que sabes que es mejor para ti. Piensa un momento: ¿cuántas veces te has rendido ante tentaciones y has ido en contra del buen juicio, como comerte ese postre extra o fumarte otro cigarrillo? Es como si no quisieras seguir el cambio que te llevará a que las cosas mejoren. Esto es lo que lo hace tan complejo.

La neurobiología, el estudio de los mecanismos generales del funcionamiento del sistema nervioso, nos dice que la racionalidad depende de un profundo sistema de regulación, compuesto por emociones y sentimientos. Por ejemplo, pensemos en una persona que ha sido diagnosticada con un tumor cerebral y requiere cirugía. Durante el procedimiento, el neurocirujano extirpa el tumor, pero accidentalmente genera una lesión en la conexión entre el lóbulo frontal (centro del pensamiento) y la amígdala cerebral (el centro de las emociones). Cuando el paciente se recupera de la operación, de alguna forma, experimenta extrañas sensaciones. Al recordar alguna tragedia de su vida, habla con desapego incompatible con la gravedad del evento, como si fuera un espectador de su vida. Esto indica que la desconexión entre pensamiento y emoción causada durante la cirugía ha apartado al paciente de sus emociones; es decir, el paciente logra pensar, pero no sentir.

En un caso tan complejo como este, el paciente mantiene su inteligencia, pero se ha convertido en una persona totalmente incapaz en la toma de decisiones: no es posible tomar ninguna decisión sin sus emociones; centro racional de la mente puede generar una serie de alternativas y argumentos, pero las decisiones requieren una facultad adicional, ya que la mente necesita evaluar el peso emocional de cada opción y elegir a través del sentimiento.

La emoción siempre es correcta. Si examinas una historia particular más allá de las emociones, encontrarás afirmaciones que pueden estar equivocadas, dado que pueden ser producto de errores de percepción o de razonamiento. Por eso la «inteligencia emocional» significa abrazar la emoción y desafiar al pensamiento. Para lograrlo, necesitas reconocer las emociones y saber cuáles son sus detonantes. Las más comunes en nuestro día a día son alegría, tristeza, entusiasmo, miedo, gratitud, enojo, culpa y vergüenza. Estas emociones se pueden manifestar de la siguiente manera:

Te sientes alegre cuando crees que algo bueno ha pasado. La felicidad es la expresión de aquello que es importante para ti con respecto al éxito. Piensa un momento dónde te sentiste alegre; probablemente fue tras conseguir algo valioso. La alegría llama a la celebración; cuando celebras, reconoces el valor de lo que lograste y enfrentas el futuro con fortaleza y esperanza.

Por el contrario, te sientes triste cuando crees que algo malo ha pasado. La tristeza es la expresión de dolor frente a una pérdida. Piensa en un momento donde te sentiste triste; probablemente fue tras algo valioso. La tristeza pide duelo, ya que es un proceso en que reconoces la importancia de la pérdida y recuperas un sentido de paz interior.

Sientes entusiasmo cuando crees que algo bueno puede llegar a suceder. Piensa en un momento en que te sentiste entusiasmado; quizá creíste que algo que valorabas estaba a tu alcance. El entusiasmo pide esfuerzo; cuando conviertes el entusiasmo en acciones concretas, aumentas la probabilidad de lograr tus objetivos.

Ahora hablemos sobre una emoción muy importante, el miedo. Sientes temor cuando crees que algo malo puede ocurrir. Recuerda alguna situación en la que te sentiste así; es probable que algo que valorabas estaba en riesgo. El miedo pide protección; entonces, cuando conviertes el miedo en acciones específicas, disminuyes la probabilidad, o el impacto, de una posible pérdida.

Otra emoción importante es la gratitud. Sientes gratitud cuando crees que alguien hizo más por ti de lo que tenía que hacer. Piensa ahora en un momento en el que te sentiste agradecido; probablemente alguien te ayudó a conseguir algo que valorabas. La gratitud pide apreciación, y al agradecer a las personas que te han ayudado, reconoces su esfuerzo y el impacto en tu bienestar.

Por otro lado, te sientes enojado cuando crees que alguien te ha hecho daño indebidamente. ¿En qué momento de tu vida te has sentido verdaderamente enojado? Quizá fue debido a alguna transgresión, ya que alguien dañó algo que tu valorabas. El enojo pide un reclamo, un esfuerzo para restablecer los límites transgredidos; también, pide reparación del daño y protección en el futuro. Al expresar el enojo de manera productiva, reafirmas tus valores y reduces la posibilidad de que seas lastimado nuevamente.

Ahora bien, las emociones «negativas» como la culpa y la vergüenza desempeñan un papel importante en tu vida, dado que son indicadores de que algo tiene que cambiar. Te sientes culpable cuando crees que hiciste algo que no va de acuerdo a tus valores y que, a través de esto, le has hecho daño a alguien que te importa. La culpa exige una disculpa, un esfuerzo para reparar y volver a comprometerte con el valor que no pudiste demostrar. La culpa también pide reparar lo que lastimaste; al expresar tu culpa productivamente, restauras tu integridad. Entonces, de alguna forma, la culpa llega a ser saludable, pero la vergüenza no. Te sientes avergonzado cuando crees que eres inconsistente con tus valores y cuando sientes que estás equivocado. Es una emoción muy profunda y de una vibración muy baja. Hay un juicio interior de que algo fundamental está mal contigo. Por ello, no existe una expresión saludable de vergüenza, la única cosa saludable de ella es reconocerla y trabajar para que se disuelva.

La angustia, el miedo y el enojo son emociones dolorosas. Con cada una de ellas incurres en una «deuda emocional» y si no la pagas, pues caes en un tipo de bancarrota emocional. Al reprimir el flujo de tus sentimientos, te hundes en estados de ánimo negativos como la resignación, el resentimiento y la depresión. En cambio, la alegría, el entusiasmo y la gratitud son emociones placenteras, pero si no las reconoces, puedes correr el riesgo de apartarlas de tu vida.

La regulación emocional mal gestionada puede llevarte a dos malas estrategias: explosión y represión. Puedes llegar a explotar sin examinar las bases de tus emociones y sus efectos. Estas acciones suelen perpetuar el ciclo de sufrimiento. Gritar a los demás nunca resuelve el problema; al contrario, usualmente lo hace peor. Es posible que hayas aprendido a controlar tu ira permaneciendo impasible en el exterior mientras estás hirviendo por dentro. Esa presión se acumula hasta que alcanzas tu límite y explotas.

Regular tus emociones de forma efectiva involucra la expresión consciente. Para canalizar la energía emocional, tienes que reconocerla, aceptarla y entender sus orígenes. También necesitas reconocer sus impulsos, pero sin rendirte a ellos. Cuando desarrollas esta disciplina, puedes aceptar completamente lo que sientes sin actuar en contra de tus valores. Recuerda que únicamente eres responsable de tus acciones, no de tus emociones. Las emociones son buenas consejeras, así que tienes que escucharlas, sin renunciar a actuar con integridad.

Como líder bien integrado, debes tener presente que los adultos seguimos siendo animales sociales, seguimos necesitando una fuente de estabilización fuera de nosotros mismos. Eso significa que, en algunos aspectos importantes, las personas que integran tu equipo no pueden ser estables del todo por su propia cuenta. Puedes ayudar a los miembros de tu equipo a volverse más inteligentes emocionalmente, pero, antes de ayudar a los demás, debes alcanzar un buen nivel emocional tú mismo. La herramienta más importante para ayudar a otros a manejar sus emociones es la resonancia.

Imagina dos diapasones del mismo tono, uno al lado del otro. Al golpear el primero, puedes notar que también el segundo comienza a vibrar. En una relación sucede lo mismo, cada individuo actúa como un diapasón que recibe y transmite ondas emocionales. Cuando una persona tiene una reacción emocional, las vibraciones afectan a la otra persona, quien empieza a vibrar en respuesta. Si las dos personas son emocionalmente reactivas, entonces se intensificarán sus interacciones negativas. Si uno de ellos permanece centrado, puede comenzar un ciclo de apaciguamiento incluso si la otra persona permanece reactiva.

Cuando dominas la reacción ante tus emociones, puedes traer ecuanimidad a cualquier relación. Si logras permanecer centrado en medio de una situación emocionalmente cargada, puedes ayudar a otros a permanecer serenos y conscientes. Cada una de las siguientes competencias de autorregulación sirve para ayudar a otros a manejar sus emociones: reconocimiento, aceptación, desactivación y sondeo.

Reconocimiento. Aunque no podemos observar los estados anímicos internos de los demás, sí podemos detectar las señales externas. Las emociones tienen un componente físico (las mejillas sonrojadas, por ejemplo) y un componente de comportamiento (los puños apretados). Puedes hacer inferencias válidas acerca de los sentimientos del otro basado en señales emocionales observables (físicas y de comportamiento) y una comprensión de la situación del otro. Tu atribución de valores y objetivos, y tu proyección sobre el otro de la dinámica emocional que experimentarías en una situación similar. Así funciona la empatía.

Es importante aclarar que lo que infieras acerca de lo que otra persona piensa y siente, no es necesariamente lo que en verdad está experimentando. No puedes leer la mente del otro. Además, no considerar las señales emocionales tiene una gran desventaja. La mejor manera de trabajar con atribuciones (inferencias sobre el estado mental y las emociones de las otras personas) es basarlas sobre la mejor evidencia disponible, declararlas de forma tentativa (reconocer que es solamente tu interpretación) y pedirle al otro que las verifique. Por ejemplo, al darte cuenta de que un miembro del equipo está sentado con los brazos cruzados, callado y un poco distante de la mesa de reunión, podrías decir algo como: “Patricia, veo que tienes una actitud distante, quisiera saber cómo te estás sintiendo con nuestra conversación”. Esta sería una gran alternativa que evita, de alguna manera, atacar a Patricia con un cuestionamiento como: “¿Por qué estás callada? ¿Qué sucede contigo?”

Aceptación. Para trabajar con las emociones de los demás, es necesario primero aceptarlas sin juzgarlas. No sólo es inútil castigar a alguien por lo que siente, también es contraproducente. Puedes sentir la tentación de decirle a un colega que se anime o decirle a tu hijo que las cosas no son tan malas como parecen, pero tales advertencias rara vez funcionan.

Un líder que se da cuenta de que sus empleados tienen miedo a un próximo cambio organizacional, podrá sentirse inclinado a tranquilizarlos con algo como: “No hay nada de qué preocuparse”. Posiblemente, tenga buenas intenciones, pero lo más probable es que su declaración asuste aún más a los empleados. Desafiar las emociones de otros los hace sentir juzgados, malentendidos y no respetados.

Desactivación. Nada desactiva tanto las emociones como tu propia postura relajada y centrada. No reaccionar ejerce un efecto moderador sobre emociones intensas. Aceptar la emoción del otro sin juzgarlo le ayuda a recuperar su ecuanimidad. Es posible desactivar las emociones del otro incluso en circunstancias extremas: alguien puede estar muy molesto contigo, pero no tienes que escalar el conflicto; puedes asumir la responsabilidad de la reacción que ocasionaste y hacer lo mejor para mantener la ecuanimidad.

A través de un sondeo abierto, permite que el otro exprese sus sentimientos y aquello que está pensando. Cuando entiendas mejor la historia que está detrás de su emoción, podrás tomar las medidas adecuadas para hacerle frente. Si la situación resulta inmanejable, siempre puedes separarte en paz y con integridad.

Sin una reacción, un ataque no dura mucho tiempo. Como un fuego que se queda sin combustible: el calor emocional se consumirá́ a sí mismo. Por ello, la mejor manera de recibir la emoción de otra persona es con empatía, sin juicio ni argumento. Con la finalidad de desactivar la energía agresiva y provocadora, busca la manera de estar de acuerdo con la otra persona, no te preocupes por lo incorrectas que creas que son sus opiniones; encuentra una mínima evidencia de verdad con la que puedas estar de acuerdo para que mezclarte con la energía critica de forma genuina. Evita el sarcasmo y estar a la defensiva.

Sondeo. El objetivo del sondeo es ayudar a otros a entender sus emociones y actuar hábilmente. La clave es ayudar al otro a presentar sus necesidades e intereses de manera que te permita identificar cómo satisfacerlas y, al mismo tiempo, cuidar de los tuyos. Sondear y escuchar es influir en los demás, no manipularlos; la diferencia se basa en el respeto por la autonomía. Manipular es como distorsionar información con el fin de que alguien actúe como tú deseas, creyendo que, si la otra persona hubiera sabido lo que tú sabes, no hubiera actuado de esa manera.

Para cerrar, retomo una frase que me encanta de Jorge Bucay: “No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas”.  

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Todo es energía, y como líder… ¡tú eres energía!

La física cuántica y, más recientemente, la epigenética, son el estudio de los cambios que activan o inactivan nuestros genes con base en la alimentación, el ejercicio y otras sustancias químicas. Esto ha permitido arrojar luz a la profunda conexión entre mente, cuerpo y espíritu. Los conceptos que estudian estas nuevas ramas de la ciencia revelan que la conciencia es responsable de nuestras experiencias de vida, incluido nuestro funcionamiento biológico. Por lo tanto, tus pensamientos son los verdaderos creadores de tu realidad. Esto significa que, al cambiarlos, puedes cambiar tu realidad. Una vez que aceptas que «tú» eres responsable de todo lo que te sucede, logras empoderarte para recuperar el control de tu vida. Es como pasar del asiento de copiloto al de piloto.

Tu mente es responsable de tomar todo lo que percibe en el mundo externo y crear su propia interpretación. De esta manera, tu cuerpo responde a estas percepciones liberando sustancias químicas que afectan tu salud y bienestar: para bien o para mal. Si tus creencias sobre el mundo y sobre ti mismo son negativas, el resultado inevitablemente será angustia, desarmonía y, de alguna forma, enfermedad de tu cuerpo. Tus creencias subconscientes controlan tu biología y, por tanto, tus pensamientos crean tu realidad.

A través de la física cuántica, se ha demostrado que nuestras experiencias en el mundo físico están profundamente conectadas con el funcionamiento interno de nuestra mente. Nuestra mente crea percepciones y esas percepciones propician cambios químicos en nuestro cuerpo que, al final, afectan nuestra biología. Es decir, la manera en la pensamos tiene un efecto sobre cómo nos sentimos. Y cómo nos sentimos, a su vez, afecta nuestra forma de pensar.

Si despiertas cada mañana sintiéndote ansioso o pensando que la vida es dura, entonces tu cerebro iniciará la producción de cortisol, una hormona relacionada con el estrés, que inevitablemente apagará tu sistema inmunológico y tu capacidad de pensar. Imagina lo que sucedería si te sintieras así todos los días. Debemos contribuir a romper este ciclo para lograr el bienestar de la mente, el cuerpo y el espíritu. Esto es vivir con coherencia.

Ahora que sabes que tus pensamientos pueden influir positiva o negativamente en tu funcionamiento biológico, ¿qué hacer para que tu mente, cuerpo y espíritu trabajen juntos? Primero, debes hacer un esfuerzo en eliminar las telarañas que llevas como creencias limitantes en tu mente. Estas creencias están profundamente arraigadas en tu subconsciente y, como le pasa a la mayoría, ni siquiera eres consciente de ellas. Controlan tu comportamiento y tus pensamientos. Por lo tanto, el primer paso para cambiar tu vida es tomar consciencia de esa programación.

De acuerdo las aportaciones del Dr. Joe Dispenza en el campo de las neurociencias y a los estudios de la meditación, podemos decir que atraemos lo que vibramos y no lo que pensamos. Esto es el punto central de la importancia de la física cuántica que se debe poner sobre la mesa.

Joe Dispenza explica cómo los pensamientos actuales parten de emociones instaladas en nuestro cuerpo a partir de experiencias pasadas, algunas de ellas negativas o incluso traumáticas. Hechos que sucedieron en el pasado (que ahora no tendrían por qué afectarnos en absoluto) condicionan nuestra forma de ver la vida y nos impiden aspirar a lo que nos gustaría lograr. Detrás de cada pensamiento existe una emoción arraigada en el cuerpo que lo condiciona y, además, impide percibir la realidad tal y como desearías que fuera. Nos volvemos, de alguna forma, adictos a comportamientos y sensaciones que tienen su base en experiencias pasadas.

Si reconoces el origen de estos malos hábitos, serás capaz de reprogramar tu cerebro para que aparezcan comportamientos nuevos y creativos en tu vida. Si ante una situación de insatisfacción insistimos en aplicar los mismos mecanismos mentales que hemos aplicado a lo largo de nuestra vida, los que siempre nos han llevado hacia una nueva insatisfacción, jamás saldremos del círculo vicioso de la desgracia. Por el contrario, si nos enfocamos en nuevos objetivos y hacemos las cosas con confianza y con un deseo genuino, es muy probable que se materialicen. Al «reprogramar» nuestro cerebro desaprendemos emociones negativas del pasado y experimentamos nuevas emociones que generan reacciones químicas positivas. Esto propicia la creación de líderes sin temor al fracaso, empleados automotivados y personas libres de depresión y ansiedad.

Finalmente, todo se relaciona con la conexión entre el pensamiento y las emociones. Esto produce sentimientos que manifiestan y crean lo que buscamos en la vida. Confía en que, si puedes pensarlo y conectarlo con la emoción apropiada… ¡lo puedes crear!

La física cuántica facilita un lenguaje científico que sincroniza lo que gira en torno a la energía y a lo que puede llegar a suceder. No es una ciencia objetiva, por lo que requiere de mucha fe para abrirnos a otras perspectivas.

Si lo piensas por un instante, todo a tu alrededor es mágico, pero tus creencias te dicen que todo debe de ser racional y, por lo mismo, no te permites experimentar y aceptar nuevas formas de creación. Hay creencias que suman y otras que nos limitan. Las creencias viven en el subconsciente y es ahí donde la mente reina a través de pensamientos que nos controlan. Los pensamientos ligados a nuestras creencias detonan emociones. Esto desencadenan sentimientos que, al final, determinan la actitud con la que andamos por la vida.

La física cuántica nos muestra el comportamiento de la energía a través de ondas y su frecuencia de vibración. Solamente podemos atraer energía que vibre en nuestra misma frecuencia y, cuando dos ondas se sincronizan, en su sube y baja, esa energía se potencia. Las ondas o frecuencias producidas por el cerebro han sido ampliamente estudiadas. Según su frecuencia en el día, se clasifican como: Beta, Alfa, Theta, y Delta.

Cada frecuencia de onda corresponde a un estado físico y emocional. Es importante identificarlas porque así podrás estimular tus ondas Alfa, donde alcanzarás el nivel que requiere un líder bien integrado y consciente. En nuestro día a día pasamos más tiempo en Beta, vibrando a una frecuencia entre 14 y 40 Hz.

En Beta, estás despierto y alerta: tu mente se agudiza y se concentra. Esto hace que las conexiones sean más rápidas y fáciles, por lo que estás preparado para hacer un trabajo que requiere de toda tu atención. En el estado Beta, las neuronas se disparan. Ahí, las nuevas ideas y soluciones a problemas llegan como relámpagos a tu mente. Además, esta es la onda cerebral que está asociada a la respuesta de lucha o huida, así como a los sentimientos de ansiedad y estrés que genera dispersión del pensamiento.

Ahora bien, en la frecuencia Alfa, entre 8 y 14 Hz, tu estado es placentero y relajado, esencial para la reducción del estrés y potenciar los altos niveles de creatividad. Artistas, atletas y personas intuitivas son productores prolíficos de Alfa.. En esta frecuencia, los hemisferios cerebrales se sincronizan creando una sensación de equilibrio y bienestar. Los beneficios de salud asociados a este estado son la reducción de ansiedad, estrés, depresión, dolor crónico y presión arterial alta, así́ como aumentos en el flujo sanguíneo cerebral y el aumento de la motivación, la energía, el rendimiento y la felicidad.

Existen otras frecuencias como Theta, que oscila entre 4 y 8 Hz. Es el estado que normalmente se experimenta al despertar o al caer en sueño, y donde se produce una sensación de paz interior y de estabilidad emocional. Finalmente, la frecuencia Delta oscila entre 0.5 y 4 Hz, lo que genera un estado de relajación profunda y una conexión con tu subconsciente.

Con un poco de práctica, puedes entrar fácilmente en Alfa, el estado que estimula la producción de endorfinas que equilibra el funcionamiento de tu sistema nervioso. Lo puedes activar fácilmente cerrando los ojos y evitando que los estímulos del mundo exterior te distraigan. Aquí, la práctica de la meditación es muy poderosa.

Un líder bien integrado buscará siempre operar bajo un estado de equilibrio emocional que transmita paz y serenidad a su equipo, aun en las situaciones más estresantes, para activar una toma de decisiones más intuitiva y asertiva.

El ser siempre está en búsqueda de su equilibrio, el cual es un estado muy personal. Tu equilibrio es lo más importante en este recorrido de vida, dado que es la única forma de estar reforzado para explorar el contenido de tu subconsciente y navegar entre las penumbras de tus creencias limitantes. ¡Este equilibrio es la alta vibración!

Ahora bien, ¿por qué atraemos lo que vibramos, y no lo que pensamos?

La ley de la atracción es precisamente eso: la conexión de las mismas frecuencias. Por lo tanto, nunca vamos a atraer lo que queremos, sino lo que somos. Y, ¿qué somos?, la respuesta es sencilla: somos energía y vibración que va a una frecuencia que resuena igual que nosotros. Nada de lo que nos sucede es ajeno a nuestra propia vibración. Esto es la Ley de la Resonancia, a veces llamada Ley de Atracción. Potenciando o disminuyendo tu energía, estás transformando de manera continua tu entorno, indicándole a tus gluones que vibren alto, al nivel de la abundancia o, por el contrario, que vibren bajo, al nivel de la culpa o peor aún… de la vergüenza.

Somos seres que generamos energía electromagnética, y a través de ésta nos relacionamos con el universo, que no habla ninguna lengua creada por el ser humano, como el inglés o el español y, por eso mismo, no puede entender tus afirmaciones. El universo sólo habla una lengua: energía. Entonces, tenemos que reconocernos primero como tal, como energía,  para entender por qué atraemos lo que atraemos y por qué, desde niños, nos pasa lo que nos pasa. Explicado de otra forma: para que tu organismo funcione de manera adecuada, necesitas neurotransmisores —hormonas— que permitan la comunicación entre neuronas. Estas hormonas controlan una amplia variedad de funciones físicas y psicológicas, incluyendo tu estado de ánimo, el aprendizaje, el miedo, el placer y la felicidad.

Ahora bien, respecto al concepto de «electromagnetismo», es propicia explicar que electro es un sufijo que viene de electricidad, y magnetismo es tal cual un imán. Estas dos fuerzas siempre viajan juntas y no se pueden separar. Nuestra parte eléctrica provienen de las conexiones de las neuronas, las cuales crean un flujo de electrones. Tus pensamientos representan la parte eléctrica dentro de este proceso dinámico.

Por otro lado, tus emociones representan la parte magnética, y estas se representan como hormonas: dopamina, oxitocina y serotonina. Conforme se desplazan por el cuerpo, van transformando tus células y dan instrucciones de cómo tienen que conducirse: construyendo o anulando la frecuencia. Por eso hay algunas que nos suben la frecuencia y otras que nos la bajan. Entonces, así como no se puede separar la parte eléctrica de la magnética, tampoco se pueden separar los pensamientos de las emociones.

De esta forma, el control de tu energía está en manos del subconsciente, lugar donde se encuentran instaladas las creencias que, la mayoría del tiempo, te guían automáticamente y no permiten que te des cuenta de lo que piensas. Esa contracción impide que veas abundancia, gratitud y compasión a tu alrededor, por lo que el verdadero viaje en búsqueda de la iluminación es hacia adentro: en el subconsciente más profundo. Debes encontrar qué es lo que no está funcionando o qué es aquelllo que hace ruido para, entonces, reconocer lo que no te está permitiendo ser tú mismo y vivir tu propósito de vida. El objetivo no es que te construyas una nueva identidad, sino que, genuinamente, te sientas como parte del cosmos. Como somos nada y, a su vez, somos todo en esa inmensidad, podremos fusionarnos en el universo.

Recuerda que todo está vibrando constantemente, nada permanece inmóvil o inactivo. El pensamiento también vibra, y la manera en que lo hace influye en ti y en lo que atraes a tu vida. Para vibrar en función de lo que quieres atraer, no basta sólo pensarlo y visualizarlo, sino que hay que creerlo y sentirlo con intención; tus creencias en el subconsciente determinan tus pensamientos, los cuales detonan emociones (vibraciones) que decretan tu realidad.

Creer es la única forma en la que logras que lo que está dentro de ti se refleje en la vibración de tu pensamiento. La energía de esta vibración se proyecta y logra atraer exactamente lo que quieres. Si no crees que ya tienes lo que estás deseando, entonces difícilmente conseguirás que tu pensamiento vibre en la frecuencia correcta para atraerlo y que se materialice en tu vida.

Es idéntico con las situaciones que estás viviendo y las relaciones que tienes: llegaron a tu vida por la vibración que tú mismo generaste. Si tu sistema de creencias está basado en lo que te dicta el ego de líder exacerbado, tu pensamiento vibrará en ese mismo sentido e impactará en tu realidad. Es probable que estés atrayendo relaciones toxicas, malos negocios o situaciones que te causan temor, incertidumbre y rabia. Reconoce y acepta que atraes lo que vibras. Para logarlo, primero, tienes que convertirte en un gran observador de ti mismo con respecto a tu sistema de creencias, pensamientos, emociones, actitudes y comportamientos. Identifica dónde estás poniendo tu atención: lo que ofreces y lo que estás exigiéndote a ti mismo y a las demás personas, como, por ejemplo, a los integrantes de tu equipo.

Tienes que hacer este ejercicio con honestidad, convencimiento y voluntad para que consigas pasar de un sistema de creencias basado en el ego tóxico, a uno cimentado en la mente recta y que te permita vibrar en tranquilidad, armonía, abundancia y prosperidad. Así, el sentido de vida se vuelve una experiencia distinta al decir: “estoy aquí como un acto de servicio para acercarme al amor incondicional, ofreciendo herramientas para que otros prosperen en esta presencia de vida y juntos creemos un mundo mejor. De esta manera, se sincronizan perfectamente los conceptos del liderazgo integrado y la física cuántica, lo que da como resultado un poderoso y potenciado «liderazgo al Cuadrado».