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El manejo de nuestras emociones de forma efectiva

¿Por qué crees que nos resulta tan complicado convivir con nuestras emociones y con las de los demás?  Si lo piensas bien, únicamente tendríamos que hacernos responsables de explorar el contenido de nuestro subconsciente y cambiar aquellas creencias limitantes que nos alejan de la felicidad. De alguna forma, no puedes ser racional si eres demasiado emocional, pero también es verdad que no puedes ser racional si no logras mostrar tus emociones.

Cuando eres demasiado emocional, no quieres hacer lo que sabes que es mejor para ti. Piensa un momento: ¿cuántas veces te has rendido ante tentaciones y has ido en contra del buen juicio, como comerte ese postre extra o fumarte otro cigarrillo? Es como si no quisieras seguir el cambio que te llevará a que las cosas mejoren. Esto es lo que lo hace tan complejo.

La neurobiología, el estudio de los mecanismos generales del funcionamiento del sistema nervioso, nos dice que la racionalidad depende de un profundo sistema de regulación, compuesto por emociones y sentimientos. Por ejemplo, pensemos en una persona que ha sido diagnosticada con un tumor cerebral y requiere cirugía. Durante el procedimiento, el neurocirujano extirpa el tumor, pero accidentalmente genera una lesión en la conexión entre el lóbulo frontal (centro del pensamiento) y la amígdala cerebral (el centro de las emociones). Cuando el paciente se recupera de la operación, de alguna forma, experimenta extrañas sensaciones. Al recordar alguna tragedia de su vida, habla con desapego incompatible con la gravedad del evento, como si fuera un espectador de su vida. Esto indica que la desconexión entre pensamiento y emoción causada durante la cirugía ha apartado al paciente de sus emociones; es decir, el paciente logra pensar, pero no sentir.

En un caso tan complejo como este, el paciente mantiene su inteligencia, pero se ha convertido en una persona totalmente incapaz en la toma de decisiones: no es posible tomar ninguna decisión sin sus emociones; centro racional de la mente puede generar una serie de alternativas y argumentos, pero las decisiones requieren una facultad adicional, ya que la mente necesita evaluar el peso emocional de cada opción y elegir a través del sentimiento.

La emoción siempre es correcta. Si examinas una historia particular más allá de las emociones, encontrarás afirmaciones que pueden estar equivocadas, dado que pueden ser producto de errores de percepción o de razonamiento. Por eso la «inteligencia emocional» significa abrazar la emoción y desafiar al pensamiento. Para lograrlo, necesitas reconocer las emociones y saber cuáles son sus detonantes. Las más comunes en nuestro día a día son alegría, tristeza, entusiasmo, miedo, gratitud, enojo, culpa y vergüenza. Estas emociones se pueden manifestar de la siguiente manera:

Te sientes alegre cuando crees que algo bueno ha pasado. La felicidad es la expresión de aquello que es importante para ti con respecto al éxito. Piensa un momento dónde te sentiste alegre; probablemente fue tras conseguir algo valioso. La alegría llama a la celebración; cuando celebras, reconoces el valor de lo que lograste y enfrentas el futuro con fortaleza y esperanza.

Por el contrario, te sientes triste cuando crees que algo malo ha pasado. La tristeza es la expresión de dolor frente a una pérdida. Piensa en un momento donde te sentiste triste; probablemente fue tras algo valioso. La tristeza pide duelo, ya que es un proceso en que reconoces la importancia de la pérdida y recuperas un sentido de paz interior.

Sientes entusiasmo cuando crees que algo bueno puede llegar a suceder. Piensa en un momento en que te sentiste entusiasmado; quizá creíste que algo que valorabas estaba a tu alcance. El entusiasmo pide esfuerzo; cuando conviertes el entusiasmo en acciones concretas, aumentas la probabilidad de lograr tus objetivos.

Ahora hablemos sobre una emoción muy importante, el miedo. Sientes temor cuando crees que algo malo puede ocurrir. Recuerda alguna situación en la que te sentiste así; es probable que algo que valorabas estaba en riesgo. El miedo pide protección; entonces, cuando conviertes el miedo en acciones específicas, disminuyes la probabilidad, o el impacto, de una posible pérdida.

Otra emoción importante es la gratitud. Sientes gratitud cuando crees que alguien hizo más por ti de lo que tenía que hacer. Piensa ahora en un momento en el que te sentiste agradecido; probablemente alguien te ayudó a conseguir algo que valorabas. La gratitud pide apreciación, y al agradecer a las personas que te han ayudado, reconoces su esfuerzo y el impacto en tu bienestar.

Por otro lado, te sientes enojado cuando crees que alguien te ha hecho daño indebidamente. ¿En qué momento de tu vida te has sentido verdaderamente enojado? Quizá fue debido a alguna transgresión, ya que alguien dañó algo que tu valorabas. El enojo pide un reclamo, un esfuerzo para restablecer los límites transgredidos; también, pide reparación del daño y protección en el futuro. Al expresar el enojo de manera productiva, reafirmas tus valores y reduces la posibilidad de que seas lastimado nuevamente.

Ahora bien, las emociones «negativas» como la culpa y la vergüenza desempeñan un papel importante en tu vida, dado que son indicadores de que algo tiene que cambiar. Te sientes culpable cuando crees que hiciste algo que no va de acuerdo a tus valores y que, a través de esto, le has hecho daño a alguien que te importa. La culpa exige una disculpa, un esfuerzo para reparar y volver a comprometerte con el valor que no pudiste demostrar. La culpa también pide reparar lo que lastimaste; al expresar tu culpa productivamente, restauras tu integridad. Entonces, de alguna forma, la culpa llega a ser saludable, pero la vergüenza no. Te sientes avergonzado cuando crees que eres inconsistente con tus valores y cuando sientes que estás equivocado. Es una emoción muy profunda y de una vibración muy baja. Hay un juicio interior de que algo fundamental está mal contigo. Por ello, no existe una expresión saludable de vergüenza, la única cosa saludable de ella es reconocerla y trabajar para que se disuelva.

La angustia, el miedo y el enojo son emociones dolorosas. Con cada una de ellas incurres en una «deuda emocional» y si no la pagas, pues caes en un tipo de bancarrota emocional. Al reprimir el flujo de tus sentimientos, te hundes en estados de ánimo negativos como la resignación, el resentimiento y la depresión. En cambio, la alegría, el entusiasmo y la gratitud son emociones placenteras, pero si no las reconoces, puedes correr el riesgo de apartarlas de tu vida.

La regulación emocional mal gestionada puede llevarte a dos malas estrategias: explosión y represión. Puedes llegar a explotar sin examinar las bases de tus emociones y sus efectos. Estas acciones suelen perpetuar el ciclo de sufrimiento. Gritar a los demás nunca resuelve el problema; al contrario, usualmente lo hace peor. Es posible que hayas aprendido a controlar tu ira permaneciendo impasible en el exterior mientras estás hirviendo por dentro. Esa presión se acumula hasta que alcanzas tu límite y explotas.

Regular tus emociones de forma efectiva involucra la expresión consciente. Para canalizar la energía emocional, tienes que reconocerla, aceptarla y entender sus orígenes. También necesitas reconocer sus impulsos, pero sin rendirte a ellos. Cuando desarrollas esta disciplina, puedes aceptar completamente lo que sientes sin actuar en contra de tus valores. Recuerda que únicamente eres responsable de tus acciones, no de tus emociones. Las emociones son buenas consejeras, así que tienes que escucharlas, sin renunciar a actuar con integridad.

Como líder bien integrado, debes tener presente que los adultos seguimos siendo animales sociales, seguimos necesitando una fuente de estabilización fuera de nosotros mismos. Eso significa que, en algunos aspectos importantes, las personas que integran tu equipo no pueden ser estables del todo por su propia cuenta. Puedes ayudar a los miembros de tu equipo a volverse más inteligentes emocionalmente, pero, antes de ayudar a los demás, debes alcanzar un buen nivel emocional tú mismo. La herramienta más importante para ayudar a otros a manejar sus emociones es la resonancia.

Imagina dos diapasones del mismo tono, uno al lado del otro. Al golpear el primero, puedes notar que también el segundo comienza a vibrar. En una relación sucede lo mismo, cada individuo actúa como un diapasón que recibe y transmite ondas emocionales. Cuando una persona tiene una reacción emocional, las vibraciones afectan a la otra persona, quien empieza a vibrar en respuesta. Si las dos personas son emocionalmente reactivas, entonces se intensificarán sus interacciones negativas. Si uno de ellos permanece centrado, puede comenzar un ciclo de apaciguamiento incluso si la otra persona permanece reactiva.

Cuando dominas la reacción ante tus emociones, puedes traer ecuanimidad a cualquier relación. Si logras permanecer centrado en medio de una situación emocionalmente cargada, puedes ayudar a otros a permanecer serenos y conscientes. Cada una de las siguientes competencias de autorregulación sirve para ayudar a otros a manejar sus emociones: reconocimiento, aceptación, desactivación y sondeo.

Reconocimiento. Aunque no podemos observar los estados anímicos internos de los demás, sí podemos detectar las señales externas. Las emociones tienen un componente físico (las mejillas sonrojadas, por ejemplo) y un componente de comportamiento (los puños apretados). Puedes hacer inferencias válidas acerca de los sentimientos del otro basado en señales emocionales observables (físicas y de comportamiento) y una comprensión de la situación del otro. Tu atribución de valores y objetivos, y tu proyección sobre el otro de la dinámica emocional que experimentarías en una situación similar. Así funciona la empatía.

Es importante aclarar que lo que infieras acerca de lo que otra persona piensa y siente, no es necesariamente lo que en verdad está experimentando. No puedes leer la mente del otro. Además, no considerar las señales emocionales tiene una gran desventaja. La mejor manera de trabajar con atribuciones (inferencias sobre el estado mental y las emociones de las otras personas) es basarlas sobre la mejor evidencia disponible, declararlas de forma tentativa (reconocer que es solamente tu interpretación) y pedirle al otro que las verifique. Por ejemplo, al darte cuenta de que un miembro del equipo está sentado con los brazos cruzados, callado y un poco distante de la mesa de reunión, podrías decir algo como: “Patricia, veo que tienes una actitud distante, quisiera saber cómo te estás sintiendo con nuestra conversación”. Esta sería una gran alternativa que evita, de alguna manera, atacar a Patricia con un cuestionamiento como: “¿Por qué estás callada? ¿Qué sucede contigo?”

Aceptación. Para trabajar con las emociones de los demás, es necesario primero aceptarlas sin juzgarlas. No sólo es inútil castigar a alguien por lo que siente, también es contraproducente. Puedes sentir la tentación de decirle a un colega que se anime o decirle a tu hijo que las cosas no son tan malas como parecen, pero tales advertencias rara vez funcionan.

Un líder que se da cuenta de que sus empleados tienen miedo a un próximo cambio organizacional, podrá sentirse inclinado a tranquilizarlos con algo como: “No hay nada de qué preocuparse”. Posiblemente, tenga buenas intenciones, pero lo más probable es que su declaración asuste aún más a los empleados. Desafiar las emociones de otros los hace sentir juzgados, malentendidos y no respetados.

Desactivación. Nada desactiva tanto las emociones como tu propia postura relajada y centrada. No reaccionar ejerce un efecto moderador sobre emociones intensas. Aceptar la emoción del otro sin juzgarlo le ayuda a recuperar su ecuanimidad. Es posible desactivar las emociones del otro incluso en circunstancias extremas: alguien puede estar muy molesto contigo, pero no tienes que escalar el conflicto; puedes asumir la responsabilidad de la reacción que ocasionaste y hacer lo mejor para mantener la ecuanimidad.

A través de un sondeo abierto, permite que el otro exprese sus sentimientos y aquello que está pensando. Cuando entiendas mejor la historia que está detrás de su emoción, podrás tomar las medidas adecuadas para hacerle frente. Si la situación resulta inmanejable, siempre puedes separarte en paz y con integridad.

Sin una reacción, un ataque no dura mucho tiempo. Como un fuego que se queda sin combustible: el calor emocional se consumirá́ a sí mismo. Por ello, la mejor manera de recibir la emoción de otra persona es con empatía, sin juicio ni argumento. Con la finalidad de desactivar la energía agresiva y provocadora, busca la manera de estar de acuerdo con la otra persona, no te preocupes por lo incorrectas que creas que son sus opiniones; encuentra una mínima evidencia de verdad con la que puedas estar de acuerdo para que mezclarte con la energía critica de forma genuina. Evita el sarcasmo y estar a la defensiva.

Sondeo. El objetivo del sondeo es ayudar a otros a entender sus emociones y actuar hábilmente. La clave es ayudar al otro a presentar sus necesidades e intereses de manera que te permita identificar cómo satisfacerlas y, al mismo tiempo, cuidar de los tuyos. Sondear y escuchar es influir en los demás, no manipularlos; la diferencia se basa en el respeto por la autonomía. Manipular es como distorsionar información con el fin de que alguien actúe como tú deseas, creyendo que, si la otra persona hubiera sabido lo que tú sabes, no hubiera actuado de esa manera.

Para cerrar, retomo una frase que me encanta de Jorge Bucay: “No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas”.  

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Todo es energía, y como líder… ¡tú eres energía!

La física cuántica y, más recientemente, la epigenética, son el estudio de los cambios que activan o inactivan nuestros genes con base en la alimentación, el ejercicio y otras sustancias químicas. Esto ha permitido arrojar luz a la profunda conexión entre mente, cuerpo y espíritu. Los conceptos que estudian estas nuevas ramas de la ciencia revelan que la conciencia es responsable de nuestras experiencias de vida, incluido nuestro funcionamiento biológico. Por lo tanto, tus pensamientos son los verdaderos creadores de tu realidad. Esto significa que, al cambiarlos, puedes cambiar tu realidad. Una vez que aceptas que «tú» eres responsable de todo lo que te sucede, logras empoderarte para recuperar el control de tu vida. Es como pasar del asiento de copiloto al de piloto.

Tu mente es responsable de tomar todo lo que percibe en el mundo externo y crear su propia interpretación. De esta manera, tu cuerpo responde a estas percepciones liberando sustancias químicas que afectan tu salud y bienestar: para bien o para mal. Si tus creencias sobre el mundo y sobre ti mismo son negativas, el resultado inevitablemente será angustia, desarmonía y, de alguna forma, enfermedad de tu cuerpo. Tus creencias subconscientes controlan tu biología y, por tanto, tus pensamientos crean tu realidad.

A través de la física cuántica, se ha demostrado que nuestras experiencias en el mundo físico están profundamente conectadas con el funcionamiento interno de nuestra mente. Nuestra mente crea percepciones y esas percepciones propician cambios químicos en nuestro cuerpo que, al final, afectan nuestra biología. Es decir, la manera en la pensamos tiene un efecto sobre cómo nos sentimos. Y cómo nos sentimos, a su vez, afecta nuestra forma de pensar.

Si despiertas cada mañana sintiéndote ansioso o pensando que la vida es dura, entonces tu cerebro iniciará la producción de cortisol, una hormona relacionada con el estrés, que inevitablemente apagará tu sistema inmunológico y tu capacidad de pensar. Imagina lo que sucedería si te sintieras así todos los días. Debemos contribuir a romper este ciclo para lograr el bienestar de la mente, el cuerpo y el espíritu. Esto es vivir con coherencia.

Ahora que sabes que tus pensamientos pueden influir positiva o negativamente en tu funcionamiento biológico, ¿qué hacer para que tu mente, cuerpo y espíritu trabajen juntos? Primero, debes hacer un esfuerzo en eliminar las telarañas que llevas como creencias limitantes en tu mente. Estas creencias están profundamente arraigadas en tu subconsciente y, como le pasa a la mayoría, ni siquiera eres consciente de ellas. Controlan tu comportamiento y tus pensamientos. Por lo tanto, el primer paso para cambiar tu vida es tomar consciencia de esa programación.

De acuerdo las aportaciones del Dr. Joe Dispenza en el campo de las neurociencias y a los estudios de la meditación, podemos decir que atraemos lo que vibramos y no lo que pensamos. Esto es el punto central de la importancia de la física cuántica que se debe poner sobre la mesa.

Joe Dispenza explica cómo los pensamientos actuales parten de emociones instaladas en nuestro cuerpo a partir de experiencias pasadas, algunas de ellas negativas o incluso traumáticas. Hechos que sucedieron en el pasado (que ahora no tendrían por qué afectarnos en absoluto) condicionan nuestra forma de ver la vida y nos impiden aspirar a lo que nos gustaría lograr. Detrás de cada pensamiento existe una emoción arraigada en el cuerpo que lo condiciona y, además, impide percibir la realidad tal y como desearías que fuera. Nos volvemos, de alguna forma, adictos a comportamientos y sensaciones que tienen su base en experiencias pasadas.

Si reconoces el origen de estos malos hábitos, serás capaz de reprogramar tu cerebro para que aparezcan comportamientos nuevos y creativos en tu vida. Si ante una situación de insatisfacción insistimos en aplicar los mismos mecanismos mentales que hemos aplicado a lo largo de nuestra vida, los que siempre nos han llevado hacia una nueva insatisfacción, jamás saldremos del círculo vicioso de la desgracia. Por el contrario, si nos enfocamos en nuevos objetivos y hacemos las cosas con confianza y con un deseo genuino, es muy probable que se materialicen. Al «reprogramar» nuestro cerebro desaprendemos emociones negativas del pasado y experimentamos nuevas emociones que generan reacciones químicas positivas. Esto propicia la creación de líderes sin temor al fracaso, empleados automotivados y personas libres de depresión y ansiedad.

Finalmente, todo se relaciona con la conexión entre el pensamiento y las emociones. Esto produce sentimientos que manifiestan y crean lo que buscamos en la vida. Confía en que, si puedes pensarlo y conectarlo con la emoción apropiada… ¡lo puedes crear!

La física cuántica facilita un lenguaje científico que sincroniza lo que gira en torno a la energía y a lo que puede llegar a suceder. No es una ciencia objetiva, por lo que requiere de mucha fe para abrirnos a otras perspectivas.

Si lo piensas por un instante, todo a tu alrededor es mágico, pero tus creencias te dicen que todo debe de ser racional y, por lo mismo, no te permites experimentar y aceptar nuevas formas de creación. Hay creencias que suman y otras que nos limitan. Las creencias viven en el subconsciente y es ahí donde la mente reina a través de pensamientos que nos controlan. Los pensamientos ligados a nuestras creencias detonan emociones. Esto desencadenan sentimientos que, al final, determinan la actitud con la que andamos por la vida.

La física cuántica nos muestra el comportamiento de la energía a través de ondas y su frecuencia de vibración. Solamente podemos atraer energía que vibre en nuestra misma frecuencia y, cuando dos ondas se sincronizan, en su sube y baja, esa energía se potencia. Las ondas o frecuencias producidas por el cerebro han sido ampliamente estudiadas. Según su frecuencia en el día, se clasifican como: Beta, Alfa, Theta, y Delta.

Cada frecuencia de onda corresponde a un estado físico y emocional. Es importante identificarlas porque así podrás estimular tus ondas Alfa, donde alcanzarás el nivel que requiere un líder bien integrado y consciente. En nuestro día a día pasamos más tiempo en Beta, vibrando a una frecuencia entre 14 y 40 Hz.

En Beta, estás despierto y alerta: tu mente se agudiza y se concentra. Esto hace que las conexiones sean más rápidas y fáciles, por lo que estás preparado para hacer un trabajo que requiere de toda tu atención. En el estado Beta, las neuronas se disparan. Ahí, las nuevas ideas y soluciones a problemas llegan como relámpagos a tu mente. Además, esta es la onda cerebral que está asociada a la respuesta de lucha o huida, así como a los sentimientos de ansiedad y estrés que genera dispersión del pensamiento.

Ahora bien, en la frecuencia Alfa, entre 8 y 14 Hz, tu estado es placentero y relajado, esencial para la reducción del estrés y potenciar los altos niveles de creatividad. Artistas, atletas y personas intuitivas son productores prolíficos de Alfa.. En esta frecuencia, los hemisferios cerebrales se sincronizan creando una sensación de equilibrio y bienestar. Los beneficios de salud asociados a este estado son la reducción de ansiedad, estrés, depresión, dolor crónico y presión arterial alta, así́ como aumentos en el flujo sanguíneo cerebral y el aumento de la motivación, la energía, el rendimiento y la felicidad.

Existen otras frecuencias como Theta, que oscila entre 4 y 8 Hz. Es el estado que normalmente se experimenta al despertar o al caer en sueño, y donde se produce una sensación de paz interior y de estabilidad emocional. Finalmente, la frecuencia Delta oscila entre 0.5 y 4 Hz, lo que genera un estado de relajación profunda y una conexión con tu subconsciente.

Con un poco de práctica, puedes entrar fácilmente en Alfa, el estado que estimula la producción de endorfinas que equilibra el funcionamiento de tu sistema nervioso. Lo puedes activar fácilmente cerrando los ojos y evitando que los estímulos del mundo exterior te distraigan. Aquí, la práctica de la meditación es muy poderosa.

Un líder bien integrado buscará siempre operar bajo un estado de equilibrio emocional que transmita paz y serenidad a su equipo, aun en las situaciones más estresantes, para activar una toma de decisiones más intuitiva y asertiva.

El ser siempre está en búsqueda de su equilibrio, el cual es un estado muy personal. Tu equilibrio es lo más importante en este recorrido de vida, dado que es la única forma de estar reforzado para explorar el contenido de tu subconsciente y navegar entre las penumbras de tus creencias limitantes. ¡Este equilibrio es la alta vibración!

Ahora bien, ¿por qué atraemos lo que vibramos, y no lo que pensamos?

La ley de la atracción es precisamente eso: la conexión de las mismas frecuencias. Por lo tanto, nunca vamos a atraer lo que queremos, sino lo que somos. Y, ¿qué somos?, la respuesta es sencilla: somos energía y vibración que va a una frecuencia que resuena igual que nosotros. Nada de lo que nos sucede es ajeno a nuestra propia vibración. Esto es la Ley de la Resonancia, a veces llamada Ley de Atracción. Potenciando o disminuyendo tu energía, estás transformando de manera continua tu entorno, indicándole a tus gluones que vibren alto, al nivel de la abundancia o, por el contrario, que vibren bajo, al nivel de la culpa o peor aún… de la vergüenza.

Somos seres que generamos energía electromagnética, y a través de ésta nos relacionamos con el universo, que no habla ninguna lengua creada por el ser humano, como el inglés o el español y, por eso mismo, no puede entender tus afirmaciones. El universo sólo habla una lengua: energía. Entonces, tenemos que reconocernos primero como tal, como energía,  para entender por qué atraemos lo que atraemos y por qué, desde niños, nos pasa lo que nos pasa. Explicado de otra forma: para que tu organismo funcione de manera adecuada, necesitas neurotransmisores —hormonas— que permitan la comunicación entre neuronas. Estas hormonas controlan una amplia variedad de funciones físicas y psicológicas, incluyendo tu estado de ánimo, el aprendizaje, el miedo, el placer y la felicidad.

Ahora bien, respecto al concepto de «electromagnetismo», es propicia explicar que electro es un sufijo que viene de electricidad, y magnetismo es tal cual un imán. Estas dos fuerzas siempre viajan juntas y no se pueden separar. Nuestra parte eléctrica provienen de las conexiones de las neuronas, las cuales crean un flujo de electrones. Tus pensamientos representan la parte eléctrica dentro de este proceso dinámico.

Por otro lado, tus emociones representan la parte magnética, y estas se representan como hormonas: dopamina, oxitocina y serotonina. Conforme se desplazan por el cuerpo, van transformando tus células y dan instrucciones de cómo tienen que conducirse: construyendo o anulando la frecuencia. Por eso hay algunas que nos suben la frecuencia y otras que nos la bajan. Entonces, así como no se puede separar la parte eléctrica de la magnética, tampoco se pueden separar los pensamientos de las emociones.

De esta forma, el control de tu energía está en manos del subconsciente, lugar donde se encuentran instaladas las creencias que, la mayoría del tiempo, te guían automáticamente y no permiten que te des cuenta de lo que piensas. Esa contracción impide que veas abundancia, gratitud y compasión a tu alrededor, por lo que el verdadero viaje en búsqueda de la iluminación es hacia adentro: en el subconsciente más profundo. Debes encontrar qué es lo que no está funcionando o qué es aquelllo que hace ruido para, entonces, reconocer lo que no te está permitiendo ser tú mismo y vivir tu propósito de vida. El objetivo no es que te construyas una nueva identidad, sino que, genuinamente, te sientas como parte del cosmos. Como somos nada y, a su vez, somos todo en esa inmensidad, podremos fusionarnos en el universo.

Recuerda que todo está vibrando constantemente, nada permanece inmóvil o inactivo. El pensamiento también vibra, y la manera en que lo hace influye en ti y en lo que atraes a tu vida. Para vibrar en función de lo que quieres atraer, no basta sólo pensarlo y visualizarlo, sino que hay que creerlo y sentirlo con intención; tus creencias en el subconsciente determinan tus pensamientos, los cuales detonan emociones (vibraciones) que decretan tu realidad.

Creer es la única forma en la que logras que lo que está dentro de ti se refleje en la vibración de tu pensamiento. La energía de esta vibración se proyecta y logra atraer exactamente lo que quieres. Si no crees que ya tienes lo que estás deseando, entonces difícilmente conseguirás que tu pensamiento vibre en la frecuencia correcta para atraerlo y que se materialice en tu vida.

Es idéntico con las situaciones que estás viviendo y las relaciones que tienes: llegaron a tu vida por la vibración que tú mismo generaste. Si tu sistema de creencias está basado en lo que te dicta el ego de líder exacerbado, tu pensamiento vibrará en ese mismo sentido e impactará en tu realidad. Es probable que estés atrayendo relaciones toxicas, malos negocios o situaciones que te causan temor, incertidumbre y rabia. Reconoce y acepta que atraes lo que vibras. Para logarlo, primero, tienes que convertirte en un gran observador de ti mismo con respecto a tu sistema de creencias, pensamientos, emociones, actitudes y comportamientos. Identifica dónde estás poniendo tu atención: lo que ofreces y lo que estás exigiéndote a ti mismo y a las demás personas, como, por ejemplo, a los integrantes de tu equipo.

Tienes que hacer este ejercicio con honestidad, convencimiento y voluntad para que consigas pasar de un sistema de creencias basado en el ego tóxico, a uno cimentado en la mente recta y que te permita vibrar en tranquilidad, armonía, abundancia y prosperidad. Así, el sentido de vida se vuelve una experiencia distinta al decir: “estoy aquí como un acto de servicio para acercarme al amor incondicional, ofreciendo herramientas para que otros prosperen en esta presencia de vida y juntos creemos un mundo mejor. De esta manera, se sincronizan perfectamente los conceptos del liderazgo integrado y la física cuántica, lo que da como resultado un poderoso y potenciado «liderazgo al Cuadrado».