ART_EL_PODER_DE_LA_ESCUCHA_ACTIVA

El poder de saber escuchar de forma activa

Uno de los mayores retos del liderazgo es la habilidad de escuchar de forma activa. No se trata solo de escuchar para responder, sino de escuchar para comprender. Esta es una habilidad esencial en cualquier líder que busque crear un ambiente de trabajo próspero, colaborativo y empático.

Pero, ¿alguna vez te has detenido a pensar en lo que realmente significa escuchar activamente? La mayoría de las personas piensan que simplemente oír a otros es suficiente, pero la escucha activa implica mucho más.

¿Qué es la escucha activa?

Escuchar activamente va más allá de recibir información. Implica poner toda tu atención en el interlocutor con el objetivo de entender lo que dice y siente, sin interrupciones ni juicios. A través de la escucha activa, puedes establecer relaciones más profundas y significativas, no solo con tus colegas y equipos de trabajo, sino también en tu vida personal.

Esta técnica fue popularizada por el psicólogo estadounidense Carl Rogers, quien descubrió que la terapia se volvía más eficaz cuando él se esforzaba por comprender plenamente lo que el paciente estaba viviendo, enfocándose en escuchar empáticamente. Este principio se aplica en todas las interacciones humanas: cuando escuchamos realmente, el otro se siente comprendido y valorado.

Tipos de escucha

Antes de entrar de lleno en la escucha activa, es importante conocer los diferentes tipos de escucha:

  1. Escucha empática: Es cuando escuchas para comprender profundamente a la otra persona. Aquí, el foco está en los sentimientos y las experiencias del interlocutor. Un ejemplo claro es cuando alguien te comparte una historia personal.
  2. Escucha apreciativa: Este tipo de escucha se da cuando escuchas por placer, como cuando disfrutas de la música, una conferencia o una ceremonia importante.
  3. Escucha comprensiva: Ocurre cuando escuchas con el objetivo de aprender algo nuevo. Esto puede suceder mientras escuchas un podcast o una clase.
  4. Escucha crítica: Es cuando escuchas para evaluar o juzgar la información. Por ejemplo, cuando debatis con alguien o cuando estás en una conversación de ventas.

La escucha activa pertenece a la categoría de la escucha empática, porque su propósito es comprender plenamente a la otra persona, poniéndote en su lugar y centrándote en lo que está experimentando.

La escucha activa tiene un impacto profundo en la calidad de las relaciones. Cuando practicas esta habilidad, los demás sienten que su voz es escuchada y valorada. En el ámbito laboral, esto puede hacer que los miembros de tu equipo se sientan más confiados y dispuestos a colaborar, lo que conduce a un trabajo en equipo más eficaz y armonioso.

Cuando una persona siente que la escuchan activamente, experimenta una disminución de sus niveles de estrés y está más abierta a mantener una conversación genuina y productiva. Esta conexión es la base para construir confianza, un pilar fundamental de cualquier equipo de alto impacto.

Claves para mejorar tu escucha activa

Como líder, desarrollar la escucha activa puede ayudarte a comunicarte de manera más efectiva y crear un entorno donde las personas se sientan seguras para compartir ideas, inquietudes y emociones. Aquí te comparto algunos pasos clave para mejorar esta habilidad:

  1. Evita interrumpir: A menudo, queremos añadir nuestras ideas o respuestas antes de que la otra persona termine de hablar. Sin embargo, interrumpir rompe el flujo natural de la conversación. Permite que la otra persona exprese completamente su punto antes de ofrecer tus pensamientos.
  2. Escucha sin emitir juicios: Para escuchar activamente, es importante mantener la mente abierta y evitar hacer juicios. Incluso si no estás de acuerdo con lo que se dice, trata de centrarte en entender el punto de vista del otro antes de reaccionar.
  3. Parafrasea y resume: Al finalizar la conversación, es útil parafrasear lo que acabas de escuchar para asegurarte de haber entendido correctamente. Esto no solo garantiza la comprensión, sino que también le demuestra a la otra persona que estabas prestando atención.
  4. Muestra un lenguaje corporal positivo: La escucha activa no solo se basa en lo que dices, sino también en tu lenguaje corporal. Mantén el contacto visual, asiente con la cabeza y evita gestos que indiquen desinterés o distracción, como mirar el teléfono o cruzar los brazos.
  5. Haz preguntas abiertas: Una forma de demostrar que estás comprometido en la conversación es hacer preguntas abiertas que profundicen en lo que la otra persona te está compartiendo. En lugar de cuestionar o emitir juicios, enfócate en obtener más información.

Al practicar la escucha activa, no solo estarás creando un espacio más abierto para la comunicación, sino que también estarás contribuyendo a un ambiente de trabajo más colaborativo, empático y eficaz.

Incorporar la escucha activa en tu rutina diaria no es algo que suceda de la noche a la mañana, pero con el tiempo se convertirá en una herramienta indispensable. Algunos consejos para empezar a aplicarla son:

  • Utiliza preguntas abiertas que inviten a la reflexión y al diálogo, como “¿Qué te motivó a tomar esa decisión?” o “¿Cómo te sentiste después de eso?”
  • Practica la paciencia: Concéntrate en lo que está diciendo tu interlocutor sin distraerte con pensamientos propios o preparando tu respuesta.
  • Evita distracciones: Mantén el foco en la conversación, dejando de lado el teléfono u otras distracciones que puedan restar atención.
  • No te apresures a dar soluciones: A veces, solo se trata de escuchar, sin la necesidad de ofrecer un consejo o una solución.

Finalmente, una de las enseñanzas más importantes es qué harás con la información que recibas. No basta con escuchar, también es esencial actuar en base a lo que se ha compartido contigo. Como líder, es fundamental demostrar que las ideas y preocupaciones de tu equipo importan, tomando acciones concretas que reflejen esa escucha.

El poder de la escucha activa radica en su capacidad para transformar relaciones. En un mundo donde las personas a menudo se sienten subestimadas o ignoradas, el simple hecho de escuchar con atención puede hacer una gran diferencia. Un líder que escucha activamente no solo comprende mejor a su equipo, sino que también inspira confianza, fomenta la colaboración y fortalece el compromiso. La escucha activa no es solo una técnica de comunicación; es una herramienta clave para construir equipos más fuertes, productivos y cohesionados. Así que la próxima vez que alguien te hable, escucha con atención, demuestra que valoras sus palabras y verás cómo mejora la dinámica de trabajo y la conexión entre los miembros de tu equipo.

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Las virtudes de un jugador de equipo

En el competitivo mundo empresarial, el éxito no es simplemente una cuestión de habilidades técnicas o experiencia, sino de trabajar juntos de manera efectiva para lograr un objetivo común. El equipo es la unidad clave de trabajo y, por lo tanto, es esencial comprender las virtudes que definen a un verdadero jugador de equipo. En este artículo, exploraremos cuáles son esas cualidades cruciales que distinguen a un excelente miembro del equipo y cómo su integración puede impulsar a tu organización hacia el éxito colectivo.

Contratar a los jugadores adecuados para tu equipo es esencial para cualquier estrategia de crecimiento. No es suficiente contar con individuos talentosos, sino que es crucial que esos individuos también sean capaces de trabajar juntos de manera armoniosa y eficiente. Un equipo compuesto por personas que no comparten las mismas virtudes esenciales puede experimentar fricciones, problemas de comunicación y falta de cohesión, lo que obstaculiza su productividad y rendimiento.

Es importante destacar que la mayoría de las empresas carecen de un enfoque estructurado y formalizado para evaluar las cualidades de un buen jugador de equipo durante el proceso de contratación. A menudo, el equipo de recursos humanos se centra más en las habilidades técnicas o en el ajuste cultural básico de los candidatos, dejando de lado las características que hacen que una persona sea un verdadero jugador de equipo.

Las habilidades y comportamientos que se buscan deben ir más allá de la experiencia profesional o los logros individuales; se deben identificar aquellas virtudes que demuestran la capacidad de un individuo para colaborar y contribuir al éxito del equipo. En resumen, un jugador estrella no puede serlo sin antes ser un buen jugador de equipo.

Las tres virtudes esenciales de un jugador de equipo

Según Patrick Lencioni, en su libro Equipos Ideales, existen tres virtudes que son esenciales para cualquier persona que desee ser un buen jugador de equipo: humildadhambre e inteligencia emocional. Si una persona carece de alguna de estas virtudes, su capacidad para integrarse y contribuir al equipo se verá gravemente afectada.

1. Humildad

La humildad es probablemente la virtud más importante que debe poseer un miembro del equipo. Un jugador de equipo verdaderamente humilde no busca el protagonismo ni el reconocimiento individual, sino que se enfoca en el éxito colectivo. Las personas humildes son las primeras en reconocer las contribuciones de los demás y en compartir el crédito por los logros alcanzados.

Esta virtud es esencial porque fomenta la confianza dentro del equipo. La confianza es el pilar fundamental de cualquier equipo de alto rendimiento, y esta solo puede desarrollarse cuando los miembros del equipo son capaces de ser vulnerables entre sí. La falta de humildad dificulta la creación de este tipo de relaciones, ya que las personas que carecen de esta virtud tienden a proteger su ego y a evitar mostrar sus debilidades.

2. Hambre

El hambre se refiere a la motivación interna y al deseo de aprender, crecer y asumir responsabilidades. Los jugadores de equipo hambrientos son personas proactivas que no necesitan que se les diga lo que tienen que hacer; siempre están buscando más oportunidades para contribuir y mejorar.

La curiosidad es un componente clave del hambre. Las personas que poseen esta virtud son constantes en su búsqueda de aprendizaje y desarrollo. Están motivadas por su propia ambición y no por la presión externa de un jefe o supervisor. Esta cualidad es esencial para mantener el dinamismo y la energía en un equipo, ya que las personas con hambre siempre están mirando hacia adelante, en busca de nuevos retos y oportunidades.

A diferencia de la humildad, que puede ser cultivada con el tiempo, el hambre es una cualidad más difícil de enseñar. Es una virtud innata; o una persona la tiene o no. Si un jugador de equipo carece de hambre, es probable que nunca llegue a alcanzar su máximo potencial, y esto puede afectar negativamente al rendimiento general del equipo.

3. Inteligencia emocional

La tercera virtud es la inteligencia emocional, que implica la capacidad de una persona para comprender y gestionar sus propias emociones, así como las emociones de los demás. Esta virtud es esencial para la colaboración efectiva dentro de un equipo, ya que permite a los miembros relacionarse de manera empática y tomar decisiones que beneficien al grupo en su conjunto.

Un jugador de equipo con inteligencia emocional es capaz de captar las dinámicas del grupo y ajustar su comportamiento en consecuencia. Saben cómo comunicarse de manera efectiva, resolver conflictos y mantener un ambiente de trabajo positivo y productivo. La inteligencia emocional es una cualidad que puede desarrollarse con el tiempo, a través de la experiencia y el autoconocimiento, pero es fundamental que los miembros del equipo muestren al menos un nivel básico de esta habilidad desde el principio.

Las combinaciones peligrosas

¿Qué sucede cuando un candidato no posee una o más de estas virtudes? Lencioni señala que hay combinaciones de estas virtudes que pueden ser perjudiciales para el equipo. Por ejemplo:

  • Humilde pero no hambriento, ni inteligente emocionalmente: Este tipo de persona es dócil y fácil de llevar, pero no aporta mucho valor al equipo porque no tiene la motivación ni la capacidad de colaborar de manera efectiva. Este tipo de empleado es frecuentemente visto como un “peón”, alguien que cumple con sus tareas pero que no es capaz de llevar al equipo al siguiente nivel.
  • Hambriento pero sin humildad, ni inteligencia emocional: Estas personas son extremadamente ambiciosas y están motivadas por el éxito personal, pero a menudo carecen de la empatía y la capacidad de trabajar bien con los demás. Este tipo de persona se convierte en lo que Lencioni llama un “bulldozer”, alguien que puede ser altamente productivo a nivel individual, pero que termina dañando las relaciones y la dinámica del equipo.
  • Inteligente emocionalmente pero sin hambre ni humildad: Este tipo de persona puede ser encantadora y caer bien a sus compañeros, pero no trabaja duro ni está dispuesta a hacer sacrificios por el equipo. Aunque son populares entre sus compañeros, su falta de contribución efectiva puede ralentizar el progreso del equipo.

Estas combinaciones de virtudes pueden ser desastrosas si no se identifican a tiempo durante el proceso de contratación. Por lo tanto, es importante que, como líder, te asegures de que los candidatos que estás evaluando posean estas tres virtudes en equilibrio.

¿Cómo identificar estas virtudes en una entrevista?

Una vez que comprendas la importancia de las tres virtudes, el siguiente paso es saber cómo identificar si un candidato las posee. Durante el proceso de entrevistas, es importante hacer preguntas que exploren no solo las habilidades técnicas del candidato, sino también su carácter y su capacidad para trabajar en equipo.

Aquí algunos ejemplos de preguntas que puedes hacer para evaluar las virtudes esenciales:

  • Para evaluar la humildad: “Cuéntame sobre un proyecto en el que trabajaste recientemente. ¿Cómo contribuyeron los demás miembros del equipo al éxito del proyecto?”
  • Para evaluar el hambre: “¿Cuál fue la última habilidad que aprendiste por tu cuenta y cómo te ayudó a mejorar en tu trabajo?”
  • Para evaluar la inteligencia emocional: “Descríbeme una situación en la que tuviste un conflicto con un compañero de equipo. ¿Cómo lo resolviste?”

Recuerda que las respuestas a estas preguntas no solo te darán una idea de las capacidades del candidato, sino que también te permitirán identificar sus motivaciones y su actitud hacia el trabajo en equipo.

Al final del día, construir un equipo exitoso no se trata solo de encontrar a las personas más inteligentes o experimentadas, sino de identificar a aquellos que tienen las virtudes necesarias para trabajar juntos y alcanzar metas colectivas. La humildad, el hambre y la inteligencia emocional son los tres pilares sobre los que se construye un equipo fuerte y cohesionado. Como líder, es tu responsabilidad asegurarte de que tus procesos de contratación estén diseñados para identificar estas virtudes en los candidatos. Al hacerlo, no solo estarás formando un equipo más efectivo, sino que también estarás creando una cultura de trabajo que fomente el crecimiento, la colaboración y el éxito a largo plazo.

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Descubre tu segunda montaña

En la vida de todo líder, existen momentos clave que marcan una profunda transición, y uno de ellos es cuando se alcanza la cima de lo que podría llamarse la “primera montaña”. Este concepto, explorado por autores y expertos en liderazgo, plantea que todos, en algún momento, nos encontramos frente a una bifurcación en nuestro camino profesional y personal, en la que nos cuestionamos si el éxito que hemos alcanzado realmente es el reflejo de nuestra vocación más profunda.

Para aquellos líderes que ya han escalado su primera cima, o están en camino de hacerlo, puede surgir una pregunta existencial: ¿y ahora qué? ¿Hemos alcanzado todo lo que nos propusimos? ¿Y si el éxito al que hemos llegado no es suficiente o no es el que realmente anhelamos?

La primera montaña: el éxito según los demás

Cuando comenzamos nuestro recorrido como líderes, muchas veces el objetivo principal está centrado en cumplir con las expectativas que otros han fijado para nosotros o que hemos adoptado como propias. Esta etapa de la vida, en la que trabajamos para alcanzar logros visibles y objetivos tangibles, suele estar marcada por metas como conseguir un ascenso, tener éxito en la carrera profesional, obtener reconocimiento o crear una familia.

En esta primera montaña, gran parte de nuestro enfoque está puesto en alimentar el ego. Nos importa lo que otros piensen de nosotros, buscamos alcanzar esos “símbolos de éxito” que la sociedad aplaude y que nos hacen sentir que estamos cumpliendo nuestro papel. Este recorrido no es negativo en sí mismo; de hecho, es necesario para formar nuestras habilidades, nuestra identidad y nuestra capacidad de liderazgo. Sin embargo, llega un momento en el que, al estar en la cima de esta primera montaña, nos damos cuenta de que ese tipo de éxito no es suficiente para generar una satisfacción profunda.

El liderazgo, al igual que la vida, no se trata solo de obtener logros externos. Se trata de conectarse con algo más grande que uno mismo. Este despertar suele ocurrir cuando nos damos cuenta de que la definición de éxito basada únicamente en el estatus, la riqueza o el reconocimiento se queda corta para brindarnos una vida verdaderamente plena.

El despertar hacia la segunda montaña

Algunos líderes, después de haber alcanzado lo que consideraban la cima de su carrera o vida profesional, experimentan una sensación de vacío. Este es el momento en el que muchas personas se enfrentan a la famosa crisis existencial: ¿qué sigue después de haber cumplido con todas las expectativas que la sociedad ha puesto sobre mí?

Es aquí donde entra en juego la metáfora de la segunda montaña. Esta segunda montaña no tiene tanto que ver con el éxito externo, sino más bien con el descubrimiento de un propósito auténtico, uno que esté alineado con nuestros valores más profundos y con el impacto que queremos dejar en el mundo.

Este proceso de transición de una montaña a la otra puede ser desafiante. Puede implicar momentos de desamparo, incertidumbre y hasta dolor. Sin embargo, es también un proceso de transformación necesario para redescubrir quiénes somos y qué realmente nos mueve.

La segunda montaña está relacionada con la entrega hacia los demás, con la construcción de una vida basada en la colaboración, la comunidad y la empatía. A medida que avanzamos en nuestro camino como líderes, nos damos cuenta de que el verdadero éxito no se mide solo en términos de logros personales, sino en el impacto que podemos generar en la vida de quienes nos rodean.

En la primera montaña, muchos líderes se centran en desarrollar su carrera, en buscar ese ascenso, en adquirir más poder o prestigio. La carrera, tal como la entendemos en este contexto, es un camino diseñado para escalar en una estructura jerárquica. Es importante para establecer una identidad y para desarrollar las habilidades necesarias para el liderazgo. Pero este enfoque, aunque útil y necesario en muchas etapas de la vida, puede no ser suficiente para proporcionar una verdadera sensación de plenitud.

En cambio, la segunda montaña nos invita a descubrir nuestra verdadera vocación. A diferencia de una carrera, una vocación es un llamado interior que está más relacionado con lo que realmente somos y con lo que vinimos a hacer en este mundo. Descubrir una vocación es un proceso mucho más profundo y, en muchos casos, más místico. Es algo que va más allá de nuestras metas profesionales y que nos conecta con un propósito mayor, uno que está centrado en servir a los demás y en generar un impacto positivo y duradero.

La vocación tiene que ver con esa pasión que muchas veces mantenemos en silencio dentro de nosotros mismos, pero que en algún momento se revela como nuestra misión en la vida. Es la respuesta a la pregunta: ¿qué estoy llamado a hacer, más allá de los logros que pueda obtener?

Una de las características más importantes de la segunda montaña es el enfoque en las relaciones humanas. A diferencia de la primera montaña, donde el éxito a menudo se mide en términos individuales, la segunda montaña nos lleva a valorar cada vez más nuestras conexiones con los demás. El compromiso con la familia, con la comunidad y con una causa más grande que uno mismo se convierte en el verdadero motor que impulsa nuestras acciones.

Las personas que han alcanzado esta segunda montaña son aquellas que irradian una felicidad genuina, no porque hayan acumulado logros o bienes materiales, sino porque han encontrado un propósito que les da sentido a sus vidas. Estas personas son las que han comprendido que el liderazgo no se trata de poder, sino de servicio.

En esta etapa, el éxito se redefine: ya no se trata de cuántos títulos o premios has acumulado, sino de cuántas vidas has impactado, de cuánto amor has dado y recibido, y de cuán genuinas son las conexiones que has creado con quienes te rodean.

La comunidad como base del liderazgo

El liderazgo basado en la segunda montaña se centra en construir comunidades sólidas y en fomentar relaciones de confianza y apoyo mutuo. Las sociedades más sanas y las organizaciones más exitosas son aquellas que están construidas sobre la base de la colaboración y la solidaridad, donde cada miembro siente que su contribución es valorada y que forma parte de algo más grande que él mismo.

En este sentido, el líder que ha alcanzado su segunda montaña es aquel que ha dejado atrás el individualismo para abrazar una vida de interdependencia. Este tipo de liderazgo es más sostenible y gratificante, ya que no solo genera resultados tangibles para la organización, sino que también crea un entorno donde las personas pueden florecer y sentirse parte de una misión más grande.

Al final, la pregunta que cada líder debe hacerse es: ¿Estoy escalando mi primera o mi segunda montaña? ¿Estoy persiguiendo un éxito que realmente resuena con mi propósito, o simplemente estoy siguiendo el camino que otros han trazado para mí? La segunda montaña te espera. Está ahí, más allá del ego y de las metas materiales, y te invita a un viaje mucho más profundo, uno que tiene el poder de transformar tu vida y la de quienes te rodean. No tengas miedo de emprender este nuevo recorrido. En esa segunda montaña encontrarás un propósito que vibrará en tu interior y te guiará hacia una vida más plena y significativa.

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Cómo delegar de forma efectiva y sin necesidad de controlar

La capacidad de delegar de manera eficaz es una habilidad esencial para cualquier líder. Sin embargo, muchos líderes se enfrentan a dificultades a la hora de soltar el control y confiar en los miembros de su equipo para llevar a cabo tareas importantes. A menudo, el temor a perder calidad o a tener que dedicar más tiempo a explicar el trabajo que si lo hicieran ellos mismos los detiene. Pero, cuando se delega de manera adecuada, los beneficios son profundos tanto para el líder como para el equipo.

En este artículo, exploraremos cómo puedes delegar de forma efectiva sin caer en la tentación de microgestionar ni sentir la necesidad de supervisar cada pequeño detalle. El objetivo es que puedas enfocarte en tareas más estratégicas mientras ayudas a que tu equipo crezca y se desarrolle en sus responsabilidades.

El peso de la carga de trabajo y la importancia de delegar

Es común que los líderes sientan que llevan una carga de trabajo excesiva. A veces, parece que la única forma de que las tareas se realicen correctamente es haciéndolas uno mismo. Sin embargo, es fundamental reconocer que esta mentalidad puede ser un obstáculo para el crecimiento personal y profesional, tanto del líder como del equipo.

Delegar no es simplemente una manera de reducir tu lista de tareas, sino una herramienta poderosa para impulsar el desarrollo de tu equipo. Al hacerlo correctamente, permites que los miembros de tu equipo asuman más responsabilidades, aprendan nuevas habilidades y, en última instancia, se conviertan en profesionales más completos y autónomos.

Delegar no significa deshacerse de tareas que no deseas hacer. Más bien, se trata de asignar responsabilidades de manera estratégica para que el trabajo fluya de manera más eficiente y efectiva. Aquí hay algunas claves para delegar de forma eficaz:

  1. Conocer a tu equipo: Para delegar correctamente, es necesario conocer las fortalezas y debilidades de los miembros del equipo. ¿Quién es el más adecuado para realizar cada tarea? La delegación efectiva implica distribuir el trabajo en función de las competencias y habilidades de cada persona.
  2. Comunicación clara: Asegúrate de que tus instrucciones sean claras y precisas. No se trata de controlar, sino de proporcionar el contexto adecuado para que el equipo pueda actuar de manera autónoma. Explica claramente los resultados esperados, pero permite que el equipo determine cómo alcanzarlos.
  3. Brindar autonomía: Una vez que has delegado una tarea, da el espacio necesario para que la persona asignada la realice. No es necesario estar encima de cada paso. Confía en su capacidad para completar el trabajo, y solo intervén si es absolutamente necesario.
  4. Supervisar sin controlar: Delegar no significa desentenderse por completo. Es importante hacer un seguimiento del progreso de la tarea sin convertirte en un microgestor. Pregunta sobre el avance y ofrece apoyo si es necesario, pero permite que el equipo tome la iniciativa.

Aunque delegar es fundamental para una gestión eficaz, muchos líderes enfrentan obstáculos para hacerlo. Aquí algunos motivos comunes:

  • Preocupación por el tiempo: Explicar cómo se hace el trabajo puede parecer más lento que hacerlo tú mismo, pero este enfoque es miope. A largo plazo, al enseñar a otros, ganarás tiempo y mejorarás la eficiencia.
  • Querer mantener el control: Muchos líderes sienten que, si no están supervisando cada detalle, las cosas no saldrán bien. Este enfoque no solo genera estrés, sino que también sofoca el potencial de crecimiento del equipo.
  • Culpa por asignar trabajo adicional: Algunos líderes sienten que están cargando a los demás con más trabajo, cuando en realidad, están ofreciendo oportunidades de desarrollo.
  • Falta de confianza: Si no confías plenamente en las habilidades de tu equipo, delegar puede parecer arriesgado. Sin embargo, es al darles responsabilidad cuando demuestran de lo que son capaces.

Preguntas clave para saber cuándo delegar

Delegar eficazmente requiere introspección. Si no estás seguro de si debes o no delegar una tarea, plantéate estas preguntas:

  • ¿Esta tarea se alinea más con las prioridades de alguien más en el equipo?
  • ¿Alguien tiene mejor conocimiento o experiencia para llevar a cabo este trabajo?
  • ¿Tengo tiempo suficiente para capacitar a la persona y asegurarme de que comprende el contexto?
  • ¿Es una oportunidad para que otro miembro del equipo crezca profesionalmente?

Estas preguntas te ayudarán a determinar si es mejor realizar la tarea tú mismo o confiarla a alguien más.

Cuando delegas correctamente, no solo reduces tu carga de trabajo, sino que también fomentas un ambiente de confianza y crecimiento dentro del equipo. La delegación efectiva envía un mensaje claro: confías en las capacidades de los demás, lo que puede aumentar la moral y motivar a los miembros del equipo a asumir más responsabilidades.

Además, permite a los líderes concentrarse en tareas de mayor impacto, mientras los miembros del equipo se sienten valorados y empoderados para desarrollar sus habilidades. Esta práctica contribuye a la creación de un equipo más competente y resiliente, capaz de tomar decisiones informadas y manejar proyectos importantes.

Delegar no se trata de soltar las riendas sin control, sino de permitir que otros asuman un papel más activo en el proceso de trabajo. Es una oportunidad para desarrollar nuevos líderes dentro de tu equipo, aumentar la eficiencia y reducir el estrés general.

Recuerda, delegar de forma efectiva y sin necesidad de controlar cada detalle no solo beneficia a tu equipo, sino que también te permite centrarte en lo que realmente importa: las decisiones estratégicas y el crecimiento a largo plazo.

Así que la próxima vez que te sientas abrumado, piensa en las oportunidades de crecimiento que podrías estar perdiendo al no delegar. Y, sobre todo, recuerda que ser un buen líder también significa saber cuándo dejar que otros lideren.

ART_ATREVETE_A_SER_UN_REBELDE_CORPORATIVO

¡Atrévete ser un rebelde corporativo!

En las organizaciones modernas, desafiar el status quo puede ser visto como un riesgo. Sin embargo, la realidad es que aquellos que se atreven a ser “rebeldes” dentro de un entorno corporativo son los que pueden impulsar una transformación real. Ser un “rebelde corporativo” no significa romper las reglas por romperlas, sino cuestionar lo establecido para abrir nuevas oportunidades de crecimiento e innovación.

A menudo se malinterpreta el concepto de rebeldía en el ámbito empresarial. Se tiende a pensar que ser rebelde es ser negativo o disruptivo en un sentido poco constructivo. Sin embargo, los líderes visionarios que han dejado huella a lo largo de la historia, como Steve Jobs o Elon Musk, han demostrado que ser rebelde, con un propósito claro y dirigido, puede cambiar industrias enteras y redirigir el curso del progreso. ¿Por qué? Porque no solo miran el presente, sino que anticipan el futuro y se atreven a desafiar los límites de lo que consideramos posible.

La rebeldía en un entorno organizacional no debe entenderse como una actitud de oposición constante, sino como una herramienta estratégica para fomentar la innovación. Las organizaciones que promueven una cultura de conformismo y obediencia absoluta tienden a estancarse, mientras que aquellas que valoran las ideas divergentes y el pensamiento disruptivo son las que logran avanzar y posicionarse en mercados competitivos.

En esencia, la rebeldía bien encaminada fomenta un ambiente donde la creatividad, la productividad y la innovación florecen. Las empresas que se atrevan a adoptar este enfoque pueden experimentar resultados transformadores. Un claro ejemplo lo encontramos en las startups, que han revolucionado la forma en que entendemos la creación de valor. Estas empresas no temen romper paradigmas y desafiar las reglas impuestas. Su éxito radica precisamente en esa mentalidad de no tener miedo a la experimentación y a redefinir lo que es posible.

La conexión entre la rebeldía y la innovación se observa en múltiples campos, no solo en los negocios. En la música, movimientos como el punk o el rap surgieron precisamente para romper esquemas, para desafiar las normas sociales y ofrecer nuevas perspectivas. Del mismo modo, figuras históricas como Martin Luther King o Pancho Villa abrazaron su espíritu rebelde para cambiar el rumbo de la sociedad. Estas personas no fueron meros espectadores de la realidad; tomaron una postura activa y decidida para modificarla, lo cual les permitió generar un impacto profundo en sus respectivos contextos.

Rebeldes corporativos: ¿cómo reconocerlos?

En las empresas, a menudo hay personas que destacan por su capacidad para cuestionar lo que parece incuestionable. Estos son los “rebeldes corporativos”, personas que no se conforman con la manera tradicional de hacer las cosas y que siempre están buscando formas de mejorar procesos, productos o servicios.

Pero, ¿cómo puede esta rebeldía traducirse en un entorno corporativo? En muchas organizaciones aún predominan estructuras jerárquicas rígidas que desalientan el cuestionamiento y la experimentación. Estos ambientes limitan la capacidad de los colaboradores para aportar ideas que podrían transformar a la empresa. A menudo, también hay una excesiva aversión al riesgo y un enfoque desmedido en los resultados a corto plazo.

Para superar estas barreras, los líderes deben identificar a esos “rebeldes” dentro de sus equipos. Estas personas suelen ser resilientes, curiosas, y tienen una alta tolerancia al fracaso. Son los que, en muchas ocasiones, cuestionan cómo se hacen las cosas y no tienen miedo de proponer nuevas soluciones. Además, suelen mostrar un alto grado de autonomía y responsabilidad personal; saben que innovar es un proceso lleno de incertidumbre, pero están dispuestos a asumir ese reto con tal de ver materializadas sus ideas.

Los rebeldes corporativos tienen una característica muy particular: piensan a largo plazo. Mientras muchos empleados pueden concentrarse en los objetivos inmediatos, los rebeldes visualizan el impacto futuro de sus acciones. Son conscientes de que la innovación no siempre es bien recibida en sus primeros momentos, pero creen firmemente en sus propuestas y están dispuestos a enfrentarse a la resistencia inicial.

Empoderar a estos rebeldes corporativos es esencial para cualquier líder que desee fomentar una verdadera cultura de innovación. Cuando estos colaboradores se sienten respaldados, contagian su espíritu al resto del equipo, impulsando así a toda la organización hacia un nuevo nivel de productividad y creatividad.

No obstante, muchos líderes cometen el error de rodearse de personas que piensan igual que ellos o que están dispuestas a seguir sin cuestionar. Aunque esto puede parecer una forma de mantener la armonía en el equipo, la verdad es que la falta de diversidad de pensamiento puede ser perjudicial a largo plazo. Las organizaciones que logran transformarse y adaptarse a los cambios en el entorno son aquellas que permiten la libertad de pensamiento y que valoran la rebeldía como un motor de progreso.

Los líderes efectivos, por tanto, deben crear espacios donde los rebeldes puedan florecer. Estos espacios no son necesariamente físicos; se trata más bien de una cultura organizacional que incentive la exploración, la experimentación y la apertura a nuevas ideas. Un líder que quiera fomentar este tipo de ambiente debe estar dispuesto a aceptar que no siempre tendrá la razón y que las ideas más innovadoras no siempre provendrán de él o de los altos directivos.

Para implementar esta mentalidad en tu empresa, es necesario crear una estructura que apoye y valore la experimentación. Esto implica aceptar que algunas ideas no funcionarán, pero que el aprendizaje de esos fracasos es invaluable. Sin embargo, también implica celebrar los éxitos cuando lleguen, y reconocer a aquellos que se atrevieron a desafiar las normas.

Estrategias para fomentar la rebeldía productiva

Si como líder quieres que tu equipo sea más innovador, es crucial que fomentes un ambiente que permita la experimentación. Aquí algunos pasos que puedes seguir:

  1. Crear espacios seguros para experimentar: Tus colaboradores deben sentir que tienen la libertad de probar nuevas ideas sin miedo al fracaso. Solo así podrán emerger propuestas verdaderamente innovadoras.
  2. Incentivar la diversidad de pensamiento: Los equipos más efectivos están formados por personas con diferentes habilidades, perspectivas y experiencias. Fomentar la diversidad permitirá que surjan ideas que desafíen los convencionalismos.
  3. Reconocer e incentivar la innovación: Un buen sistema de reconocimiento y recompensas puede ser el motor que impulse a tus colaboradores a seguir innovando. No se trata solo de bonificaciones, sino de reconocer públicamente los logros y aportes significativos.
  4. Proporcionar los recursos necesarios: Innovar requiere tiempo, herramientas y recursos. Es fundamental que tus colaboradores tengan acceso a lo necesario para llevar a cabo proyectos de innovación.
  5. Establecer objetivos claros, pero flexibles: Los rebeldes con causa necesitan tener una dirección clara hacia donde apuntar, pero también la libertad para adaptar sus métodos a medida que avancen en sus proyectos.
  6. Fomentar una comunicación abierta: La innovación solo puede florecer en un entorno donde las ideas fluyan libremente. Establece canales de comunicación abiertos y transparentes que permitan el intercambio de ideas sin temor a ser juzgados.

La rebeldía corporativa no se trata de desobediencia sin sentido, sino de cuestionar lo que bloquea el progreso y encontrar nuevas maneras de alcanzar el éxito. Los líderes que fomentan esta mentalidad dentro de sus equipos son los que impulsan las verdaderas transformaciones. Hoy más que nunca, las organizaciones necesitan colaboradores rebeldes, con ideas frescas y ganas de cambiar las cosas.

Como líder, tu tarea no es solo identificar a estos rebeldes, sino también empoderarlos y permitirles hacer lo que mejor saben hacer: desafiar las normas y proponer soluciones innovadoras. Si puedes crear un entorno donde estas personas florezcan, no solo estarás fomentando una cultura de innovación, sino también asegurando el crecimiento y la competitividad de tu organización en el largo plazo.

Entonces, te hago la pregunta final: ¿eres tú un líder rebelde?

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Potencia la Creatividad de tu Equipo: Un Modelo Sin Políticas Ni Reglas

La creatividad es el alma de la innovación, y en un mundo donde las organizaciones compiten ferozmente para mantenerse relevantes, las empresas más exitosas han comenzado a cuestionar las normas y políticas que tradicionalmente han guiado sus operaciones. Surge entonces una pregunta crucial: ¿Es posible fomentar un ambiente de trabajo donde la creatividad fluya sin restricciones, sin la necesidad de políticas estrictas y reglas limitantes? La respuesta no solo es afirmativa, sino que algunas de las empresas más reconocidas a nivel mundial ya han adoptado este enfoque radical, con resultados impresionantes.

Un Enfoque Innovador: ¿Qué Pasaría Si No Hubiera Reglas?

Imagina una cultura corporativa donde lo más importante no son las reglas, sino el desarrollo de los colaboradores, su desempeño y los resultados que logran. Un entorno en el que la confianza y la flexibilidad son los pilares fundamentales, donde las reglas y políticas tradicionales, que a menudo limitan la creatividad, no existen. Aunque para muchos esta idea pueda parecer utópica o incluso caótica, este modelo de trabajo es ya una realidad en algunas empresas globales, y sus beneficios son innegables.

El enfoque de estas organizaciones se basa en la premisa de que los empleados, cuando se les da libertad para decidir y actuar según su criterio, responden con mayor creatividad, compromiso y eficiencia. La ausencia de políticas estrictas permite a los empleados explorar nuevas formas de resolver problemas, lo que a su vez fomenta un ambiente de trabajo dinámico e innovador. Este tipo de cultura no es para todos, pero para aquellos que valoran la independencia y la creatividad por encima de la estructura y la predictibilidad, representa una oportunidad única para florecer.

Adoptar un modelo de trabajo sin reglas y políticas no es tarea fácil. Requiere un cambio fundamental en la mentalidad tanto de los líderes como de los empleados. En una cultura tradicional, las reglas sirven como guías claras para el comportamiento y las expectativas. Sin embargo, en un entorno sin reglas, el éxito depende de la confianza mutua y de la capacidad de los empleados para autogestionarse.

Uno de los mayores desafíos es superar el miedo al caos. Muchas organizaciones creen que sin reglas, los empleados podrían abusar de la libertad o tomar decisiones que no beneficien a la empresa. Sin embargo, las empresas que han adoptado este modelo han descubierto que la mayoría de los empleados actúan con responsabilidad cuando se les confía la libertad de tomar decisiones. Es más, al eliminar las reglas innecesarias, estas empresas han visto cómo sus empleados se vuelven más innovadores y comprometidos.

Un ejemplo claro es la política de vacaciones ilimitadas. Muchas empresas temen que, si ofrecen vacaciones sin restricciones, los empleados se tomarán demasiado tiempo libre, lo que afectará la productividad. Sin embargo, las organizaciones que han implementado esta política han descubierto que, en la mayoría de los casos, los empleados toman el tiempo que realmente necesitan para descansar y regresar al trabajo más enfocados y productivos. Además, esta política envía un mensaje claro de confianza, lo que fortalece la relación entre la empresa y sus empleados.

Una de las claves para que este modelo funcione es el proceso de selección de personal. En las empresas que adoptan un enfoque sin reglas, el proceso de selección es en gran medida un proceso de autoselección. Desde el inicio, los aspirantes son informados sobre el entorno de trabajo poco convencional y se les pregunta si están dispuestos a aceptar la responsabilidad y la libertad que conlleva. Aquellos que detestan la burocracia y buscan un lugar donde puedan experimentar y ser creativos encuentran en estas empresas el ambiente ideal para desarrollarse.

Este tipo de selección crea un equipo compuesto por individuos eclécticos, curiosos y con una mentalidad abierta. No se buscan empleados típicos, sino personas dispuestas a desafiar el status quo y a crecer en un entorno donde la creatividad y la innovación son primordiales. Como resultado, estas empresas tienden a tener una baja rotación de personal y un equipo comprometido con los valores de la organización.

Un ejemplo emblemático de una empresa que ha adoptado un enfoque radical en su cultura organizacional es Netflix. Desde sus inicios, Reed Hastings, el fundador de la empresa, desarrolló una filosofía corporativa basada en la flexibilidad, la confianza y la eliminación de reglas innecesarias. Esta cultura ha permitido a Netflix adaptarse rápidamente a los cambios del mercado y mantenerse como líder en su industria.

Netflix se ha convertido en un caso de estudio sobre cómo una cultura corporativa innovadora puede llevar al éxito. En lugar de imponer una política estricta de vacaciones, Netflix permite que sus empleados tomen el tiempo libre que consideren necesario, confiando en que cada uno de ellos actuará en el mejor interés de la empresa. Además, no existe una política de gastos de viaje y representación; se confía en que los empleados gestionen los recursos de la compañía con el mismo cuidado que pondrían en sus propios recursos.

Esta filosofía ha permitido a Netflix crecer exponencialmente y adaptarse a los cambios a medida que las necesidades de sus suscriptores y el entorno tecnológico evolucionan. Mientras que muchas empresas siguen atadas a reglas y procedimientos estrictos, Netflix ha demostrado que la confianza y la flexibilidad pueden ser herramientas poderosas para fomentar la innovación y mantener una ventaja competitiva.

La experiencia de empresas como Netflix ofrece valiosas lecciones para líderes que buscan crear una cultura de trabajo más flexible e innovadora. Lo primero y más importante es reconocer que la confianza es la piedra angular de este tipo de cultura. Los empleados deben sentir que se les confía la responsabilidad de tomar decisiones importantes, y los líderes deben estar dispuestos a ceder el control en áreas donde tradicionalmente se han impuesto reglas estrictas.

Además, es fundamental crear un ambiente donde se valore la transparencia y la sinceridad. En un entorno sin reglas, la comunicación abierta es esencial para garantizar que todos estén alineados con los objetivos de la organización y que las decisiones se tomen de manera coherente con esos objetivos. Los líderes deben promover una cultura donde las críticas constructivas y el feedback sean bienvenidos, y donde los empleados se sientan cómodos expresando sus ideas y preocupaciones.

Finalmente, es importante recordar que un modelo sin reglas no significa un entorno sin estructura. La clave es encontrar el equilibrio adecuado entre la libertad y la responsabilidad. Los empleados deben entender que con la libertad de tomar decisiones viene la responsabilidad de rendir cuentas por esas decisiones. En un entorno donde las reglas se minimizan, la cultura organizacional y los valores compartidos se convierten en las guías que orientan el comportamiento de los empleados.

Mi experiencia como líder me ha enseñado que las culturas corporativas más competitivas y sobresalientes no son aquellas con el manual de políticas más extenso, sino aquellas que se enfocan en maximizar el rendimiento a través de la densidad de talento, la sinceridad y la eliminación de controles innecesarios. Los empleados felices, que tienen la libertad de gestionar su tiempo y sus responsabilidades, son más creativos, productivos y comprometidos.

Como líder, tu misión es crear un ambiente de trabajo que no solo permita, sino que fomente la creatividad y la innovación. Un lugar donde las políticas y reglas se minimicen y donde cada miembro del equipo pueda destacar por su desempeño. La confianza es la piedra angular de este tipo de cultura, y es lo que permitirá a tu organización sobresalir y prosperar a largo plazo.

Imagina un mundo donde tus equipos pueden trabajar en los horarios que deseen, pero sin desatender los proyectos y resultados de sus tareas. Un lugar donde deben estar dispuestos a dar y recibir críticas constructivas a 360 grados, es decir, de todos los que colaboran a su alrededor, no solo de su supervisor, de manera empática y compartiendo lo que piensan de forma genuina y transparente.

En un entorno donde las comisiones y bonos por desempeño no son la principal herramienta de motivación, sino que se valoran más los beneficios continuos y sostenibles, el enfoque en la creatividad y la innovación se convierte en la principal estrategia de crecimiento. La confianza y la flexibilidad no solo generan empleados más felices y comprometidos, sino que también impulsan a la organización hacia el éxito sostenible. Como líder, al crear una cultura donde la creatividad florezca y los empleados se sientan empoderados para tomar decisiones, estarás construyendo una organización que no solo destaca por su rendimiento, sino que también se convierte en un lugar donde la gente desea trabajar y desarrollarse. Cree en tu equipo, elimina las barreras y observa cómo la creatividad lleva a tu organización a nuevos horizontes.

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El Poder de una Disculpa

En el ámbito del liderazgo, se suele destacar la importancia de habilidades clave como la toma de decisiones, la visión estratégica y la capacidad para influir en los demás. No obstante, existe un aspecto del liderazgo que, aunque puede parecer sencillo, posee un poder transformador: la capacidad de pedir perdón y ofrecer una disculpa genuina. Este acto, que a menudo es subestimado, tiene un impacto profundo en la dinámica de un equipo, fortaleciendo las relaciones interpersonales y potenciando el rendimiento colectivo.

En cualquier entorno laboral, especialmente en aquellos que involucran trabajo en equipo, es inevitable que surjan fricciones. Las discusiones apasionadas, las diferencias de opinión y las tensiones son parte del proceso colaborativo y, de hecho, son necesarias para llegar a las mejores soluciones. Estas interacciones, cuando se gestionan adecuadamente, pueden conducir a un crecimiento significativo tanto para los individuos como para el equipo en su conjunto. Sin embargo, cuando las fricciones no se abordan de manera oportuna y efectiva, pueden transformarse en resentimientos que, a su vez, socavan la cohesión del equipo y deterioran su rendimiento.

Una disculpa oportuna y sincera actúa como una herramienta poderosa para prevenir que las pequeñas tensiones se conviertan en grandes conflictos. Cuando los líderes y los miembros del equipo se sienten seguros para expresarse, sabiendo que cualquier malentendido puede resolverse mediante una disculpa genuina, el ambiente de trabajo se vuelve más abierto, productivo y saludable. Por el contrario, cuando las personas evitan ofrecer disculpas por temor a parecer débiles, o evitan expresar sus ideas para no generar conflictos, el equipo pierde la oportunidad de maximizar su potencial colectivo.

En el contexto profesional, una disculpa no es simplemente una formalidad social; es una herramienta estratégica esencial para mantener la cohesión del equipo y asegurar un ambiente de trabajo saludable. Un líder que sabe cuándo y cómo disculparse promueve un entorno donde las discusiones se manejan con madurez, lo que permite al equipo comprometerse plenamente con sus objetivos compartidos. De hecho, en muchos casos, la disposición de un líder a disculparse puede ser vista como una muestra de fortaleza y madurez emocional, en lugar de una señal de debilidad.

Reconocer y Abordar las Faltas por Omisión

No todas las ofensas en el lugar de trabajo son el resultado de acciones directas; algunas se derivan de lo que no se hace o no se dice. Este tipo de ofensa, conocida como “falta por omisión”, puede ser igual de perjudicial para la dinámica del equipo que una acción ofensiva directa. Estas omisiones pueden incluir la falta de reconocimiento del trabajo bien hecho, la exclusión de un miembro del equipo de una decisión importante, o simplemente el hecho de no abordar un comentario ofensivo que se haya hecho en una reunión.

Imaginemos un escenario común: durante una reunión de trabajo, surge una discusión acalorada. Uno de los miembros del equipo se siente herido por un comentario que se hace en el calor del momento. Aunque el comentario no tenía la intención de ofender, el impacto emocional es real. Si el líder o la persona responsable no reconoce el daño causado y no ofrece una disculpa, el resentimiento puede crecer, erosionando la confianza y la cooperación dentro del equipo. En muchos casos, este tipo de ofensas pueden parecer menores o insignificantes en el momento, pero tienen el potencial de generar un impacto acumulativo negativo si no se abordan.

Reconocer y disculparse por las faltas por omisión es crucial para mantener la armonía y la productividad del equipo. Un equipo en el que las disculpas se ofrecen y se aceptan con facilidad es un equipo donde la confianza y el respeto mutuo prosperan. Este tipo de ambiente no solo favorece el bienestar emocional de los miembros del equipo, sino que también facilita la innovación, la creatividad y la colaboración efectiva.

La Relación entre la Disculpa y la Confianza en el Liderazgo

La capacidad de ofrecer y aceptar disculpas está estrechamente relacionada con la confianza que sustenta el éxito de un equipo. La confianza no se construye de la noche a la mañana; es el resultado de una serie de interacciones y experiencias compartidas que, con el tiempo, crean un entorno donde los miembros del equipo se sienten seguros para ser ellos mismos. En este sentido, la disposición para disculparse juega un papel fundamental en la construcción de esta confianza, ya que demuestra que el líder está dispuesto a asumir la responsabilidad por sus acciones y a rectificar sus errores.

La confianza se construye sobre la base de la vulnerabilidad compartida: la disposición de cada miembro del equipo a ser honesto y abierto, sabiendo que sus colegas no los juzgarán, sino que los apoyarán. En un ambiente de confianza, los conflictos se abordan de manera constructiva, y las disculpas, cuando son necesarias, se ofrecen sin demora. Este tipo de cultura organizacional no solo favorece la resolución de conflictos, sino que también fomenta un sentido de pertenencia y lealtad entre los miembros del equipo.

En contraposición, la falta de voluntad para disculparse puede generar un ambiente de desconfianza y resentimiento. Los miembros del equipo pueden comenzar a sentirse desvalorizados o subestimados, lo que, a largo plazo, puede afectar negativamente su compromiso y productividad. Por lo tanto, la capacidad de un líder para ofrecer disculpas genuinas no solo tiene un impacto inmediato en la resolución de conflictos, sino que también juega un papel crucial en la construcción y mantenimiento de la confianza dentro del equipo.

En mi experiencia, he observado que aquellos que tienen dificultades para disculparse también suelen tener dificultades para aceptar y apreciar una disculpa. Perdonar, al igual que disculparse, requiere generosidad emocional y la disposición de mostrarse vulnerable.

Aunque este proceso puede ser incómodo y desafiante, es esencial para mantener un equipo cohesivo y funcional.

Es importante diferenciar entre el perdón y la reconciliación. Perdonar es un acto personal que libera a quien lo otorga, permitiéndole dejar atrás las ofensas y seguir adelante. El perdón no implica necesariamente olvidar el agravio, pero sí significa que la persona elige no permitir que ese agravio siga afectando su bienestar emocional. La reconciliación, por otro lado, requiere la participación de ambas partes y puede no ser siempre posible o deseable. Sin embargo, en el contexto de un equipo, ambos procesos son necesarios para mantener un ambiente de trabajo saludable y productivo.

El perdón y la disculpa son, en última instancia, dos caras de la misma moneda. Un equipo que cultiva la capacidad de perdonar y de ofrecer disculpas es un equipo que se caracteriza por su resiliencia, su cohesión y su capacidad para superar desafíos juntos. Este tipo de equipo no solo es más eficaz en la consecución de sus objetivos, sino que también es más feliz y más satisfecho en su trabajo diario.

Para cerrar, te invito a reflexionar sobre tu papel como líder. ¿Alguna vez te has disculpado con tu equipo por tus errores? ¿Es común en tu equipo que se ofrezcan disculpas después de una discusión intensa? Si la respuesta es no, entonces estás dejando una valiosa herramienta sin utilizar. Ser un líder valiente no solo significa tomar decisiones difíciles o guiar a tu equipo a través de desafíos; también significa tener la humildad de reconocer cuando te has equivocado y pedir perdón. Así que, la próxima vez que te encuentres en una situación en la que una disculpa esté justificada, no dudes en dar el primer paso. Atrévete a disculparte y observa cómo este simple acto puede transformar a tu equipo y potenciar su éxito. En un mundo donde la competitividad y el ego a menudo prevalecen,ser un líder que se disculpa es una declaración de fuerza, no de debilidad.Es un recordatorio de que el verdadero liderazgo se basa en la empatía, la humildad y la capacidad de aprender de nuestros errores.

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Colaboradores de impacto

En cada empresa hay “jugadores de impacto”: esos colegas indispensables con quienes se puede contar en situaciones críticas y que constantemente reciben asignaciones de alto perfil y nuevas oportunidades. Ya sea que estén en el centro del escenario o detrás de escena, sus líderes saben quiénes son estos mejores jugadores, entienden su valor y quieren más de ellos en su equipo. Y si bien su impacto es obvio, no siempre está claro qué es lo que realmente diferencia a estos profesionales de sus colegas.

Jugadores como Lionel Messi, Tom Brady y LeBron James se consideran superestrellas en sus respectivos deportes; donde van, prosiguen las victorias y los campeonatos. No son solo superestrellas en un equipo; exaltan a cualquier equipo en el que jueguen.

Pero la industria del deporte no tiene el monopolio de las superestrellas, y tampoco el planeta de los negocios. Simplemente no es fácil describirlo con una palabra, por lo que la forma más indicada para referirnos a estos colaboradores puede ser la de “jugadores de impacto”. Y como ocurre con la mayoría de las cosas, lo que los distingue no es lo que hacen estos jugadores de impacto, sino más bien quiénes son en su esencia.

Los contribuidores de alto impacto ven los retos cotidianos a través de un lente de oportunidad, mientras los demás los contemplan desde un lente de amenaza. Al considerar la incertidumbre y la ambigüedad como una oportunidad de añadir valor, los jugadores de impacto reaccionan de forma diferente. Por ejemplo:

a) Mientras otros hacen su trabajo, ellos y ellas descubren cuál es el verdadero trabajo a realizar; hacen el trabajo que es necesario que se haga.
Cuando se enfrentan a problemas complicados, reconocen y abordan las necesidades de la organización y van más allá del trabajo que tienen asignado para afrontar el trabajo que realmente debe hacerse. Los profesionales de alto impacto aspiran a servir, por lo que esta orientación los lleva a empatizar con sus grupos de interés, a buscar necesidades no satisfechas y a poner el foco en aquello en lo que son más útiles. Al hacerlo, contribuyen a ir creando una cultura de agilidad y servicio, y a construir una reputación de sí mismos como personas que pueden ser valiosas en una variedad de roles.
Por el contrario, los profesionales más típicos operan con un patrón mental de obligación, con una visión de su rol estrecha y limitándose a abordar solo aquello que tienen asignado.

b) Mientras otros esperan dirección, los jugadores de impacto simplemente dan un paso al frente y lideran; dan un paso hacia adelante y luego hacia atrás.
Cuando está claro que algo debe hacerse, pero no está claro quién está a cargo, ellos dan un paso hacia adelante y se ofrecen como voluntarios para liderar. No esperan a que se lo pidan. Practican un modelo fluido de liderazgo, liderando a demanda en lugar de por orden. Cuando piensan que su labor ha finalizado, dan un paso atrás y están dispuestos a seguir a otros sin ningún problema. Su disposición a ser tanto líderes como seguidores crea una cultura de coraje, con iniciativa y agilidad dentro de su equipo.
Por el contrario, cuando los roles no están claros, la mayoría de los profesionales tienden a ser observadores y asumen que otras personas están a cargo y les dirán cuándo son necesarios y qué deben hacer en ese momento.

c) Mientras otros hacen los problemas más grandes, estos jugadores de impacto llevan las cosas hasta la línea de meta; finalizan todo lo que empiezan.
Los profesionales de alto impacto suelen ser apasionados del trabajo bien terminado, aunque éste sea duro y lleno de obstáculos imprevistos. Son capaces de improvisar y de hacer las cosas de forma diferente, así como de encontrar formas mejores de hacer las cosas.
Por el contrario, los profesionales “típicos” operan con un patrón mental de evadir responsabilidades; actúan responsablemente, pero cuando las cosas se vuelven complicadas, tienden a dirigir sus miradas a sus jefes para que las resuelvan.

d) Mientras otros intentan minimizar el cambio, los jugadores de impacto están aprendiendo y adaptándose al cambio; preguntan y se ajustan.
Los profesionales de alto impacto tienden a adaptarse a las condiciones cambiantes con mayor rapidez que sus compañeros porque interpretan las nuevas reglas y objetivos como oportunidades de aprendizaje y crecimiento. Aprecian el feedback positivo y el reconocimiento, pero buscan el feedback correctivo y las opiniones contrarias, utilizando esta información para recalibrar y reenfocar sus esfuerzos. En el proceso, fortalecen una cultura de innovación y de aprendizaje, ayudando a la organización a mantener su relevancia.
Por el contrario, la mayor parte de los profesionales consideran los cambios como algo molesto, injusto o como una amenaza a la estabilidad de su entorno laboral. En condiciones volátiles, tienden a centrarse en lo que conocen mejor y mantienen su actividad respetando las reglas que validan su dominio actual.

e) Mientras que otros aumentan la carga, ellos y ellas hacen que las exigencias y la carga parezcan más livianas; hacen que el trabajo parezca ligero para todos.
Cuando un equipo se siente agobiado por un incremento de la presión y de las demandas continuas, los profesionales de alto impacto hacen que el trabajo duro sea más fácil. No lo hacen realizando el trabajo de los demás, sino haciendo que sea agradable trabajar con ellos al crear entornos de trabajo positivos y productivos, lo que refuerza una cultura de colaboración e inclusión, consiguiendo que todos quieran trabajar con ellos.
Por el contrario, cuando la presión y las cargas de trabajo crecen mucho, los profesionales “típicos” tienden a buscar ayuda en lugar de ofrecerse a ayudar, pudiendo llegar a convertirse en una carga para sus compañeros y líderes.

Sé lo que estás pensando ahora; algo como “Ah, como si fuera tan fácil”, sobre todo cuando no se cuenta con grandes recursos. Te comparto algo desde mi experiencia:

Durante mi recorrido como líder, pude constatar que los ejecutivos de las grandes compañías multinacionales tienen la posibilidad de concentrarse intelectualmente en encontrar y desarrollar a estos jugadores de alto impacto, pero en un mar de pequeñas compañías donde tu negocio puede verse como una balsita en un inmenso mar, te sueles preguntar: ¿qué se supone que debo hacer al respecto?

Cuando pasé de un país a otro, y de una compañía a otra, me fui dando cuenta de que, de alguna forma, siempre es lo mismo; si quieres tener jugadores influyentes, verdaderos colaboradores de impacto, primero tú, como líder, debes comportarte como uno de ellos. ¿Por qué? Porque si quieres que tu equipo y tu empresa estén a la altura de tus sueños y aspiraciones, debes ser el primer jugador de impacto de tu compañía.

Tu actitud y mentalidad de impacto es lo que atrae a jugadores predominantes y de mucho impacto.

Los elementos clave tienen que ver con cambiar tu perspectiva, por medio de la cual miras el mundo; en otras palabras, es como si tuvieras que reescribir esas historias limitantes que te cuentas sobre el significado de las cosas y sobre tus creencias acerca de lo que significa ser triunfador en la vida.

Por ejemplo, en los viejos tiempos de oficina, de pensiones espléndidas y jubilación, después de 50 años de empresa, había un contrato psicológico entre la compañía y el empleado, que de alguna forma se sentía usado; algo así como “te cuidaré si tú me cuidas”. Y esto funcionó hasta que las corporaciones comenzaron a prestar mucha más atención a cuánto cuestan esos empleados que se sienten “usados” en vez de a qué valor añaden esos empleados. Este contrato psicológico no existe hoy día en la mayoría de las organizaciones, y los jugadores de impacto, y sus líderes, aprecian cada vez más el ambiente fértil que se respira en una organización donde se puede prosperar y sobresalir.

¿Por qué? Pues simplemente porque estas compañías, a través de sus líderes, han logrado generar los mejores ambientes de trabajo, eliminando una gran parte del agobio y las intranquilidades de la vida de sus colaboradores que se sentían “usados”. Esto se logró con cosas súper fáciles de implementar y que fomentan la confianza, como el poder opinar, cometer errores, y que la gente más senior en posiciones jerárquicas se acerque a compartir de forma genuina con todos los empleados. Así, de alguna forma, se fomenta el crecimiento de la población de colaboradores de impacto en las compañías.En otras palabras, estas empresas tratan de recobrar el viejo contrato psicológico; si yo te cuido, ¡tú me cuidas! Y es eso lo que tú, como líder, puedes hacer por tus equipos en tu empresa, sin importar su dimensión.

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Despierta más Temprano y Expande tu Potencial

En un mundo hiperconectado, donde la información fluye sin cesar y las distracciones son omnipresentes, encontrar un momento de paz para enfocarse en lo que realmente importa puede parecer un lujo inalcanzable. Sin embargo, hay un secreto que muchas de las personas más exitosas del mundo han descubierto: el poder de madrugar. Despertarse más temprano, incluso cuando la mayoría del mundo aún está sumido en el sueño, no es solo un cambio de horario, es una transformación que puede desbloquear un potencial que quizás ni siquiera sabías que tenías.

Madrugar no es una práctica exclusiva de aquellos que deben comenzar su jornada laboral antes de que salga el sol, como los panaderos o agricultores. De hecho, muchos de los líderes más influyentes y exitosos atribuyen parte de su éxito a la costumbre de levantarse temprano. Howard Schultz, ex CEO de Starbucks, y Tim Cook, CEO de Apple, son solo algunos ejemplos de personas que han adoptado el hábito de madrugar como un pilar en su rutina diaria. Estos líderes suelen empezar su día entre las 4 y 5 de la mañana, aprovechando esas horas para enfocarse en tareas críticas, planificar su jornada y, en definitiva, adelantarse al mundo.

La lógica detrás de esta práctica es bastante sencilla: a esas horas, la mayoría del mundo sigue dormido. No hay correos electrónicos que responder, ni llamadas que atender, ni redes sociales que revisar. Es un tiempo en el que puedes concentrarte plenamente en lo que necesitas hacer, sin la interferencia constante de las distracciones diarias. Es un tiempo para ti, un espacio donde el silencio y la quietud te permiten reflexionar, planificar y trabajar en lo que realmente importa.

Pero no se trata solo de estar despierto mientras el resto del mundo duerme. Según estudios realizados por expertos en neurociencia y psicología, como el Dr. Josh Davis, las cuatro de la mañana es la hora más óptima para empezar el día. Davis, director de investigación en el NeuroLeadership Institute, sugiere que esta es la hora en que el cerebro está más preparado para el trabajo profundo y la creatividad, precisamente porque el entorno es libre de distracciones. A esas horas, tu mente está despejada, tu energía está intacta, y tienes la capacidad de enfocarte en tareas que requieren una alta concentración.

Cada persona tiene sus biorritmos, y no todos se sienten cómodos madrugando. Sin embargo, varios estudios demuestran que las primeras horas de la mañana suelen ser las más productivas para la mayoría de las personas. Aquellos que se despiertan temprano tienen una ventaja: pueden dedicar las primeras horas del día a trabajar en lo que es más importante para ellos, antes de que las interrupciones del día a día empiecen a aparecer.

Para aquellos que nunca se han despertado antes de las 7 de la mañana, la idea de cambiar su rutina puede parecer una misión imposible. No obstante, hay técnicas y hábitos que pueden ayudar a acostumbrar el reloj biológico a este nuevo horario:

  1. Adelanta tu despertador gradualmente: En lugar de hacer un cambio drástico, adelanta tu despertador media hora cada semana hasta que alcances tu objetivo. Por ejemplo, si usualmente te despiertas a las 7 a.m., empieza a levantarte a las 6:30 a.m. la primera semana, y luego a las 6:00 a.m., y así sucesivamente. Este cambio gradual ayudará a tu cuerpo a adaptarse sin sentir el impacto de manera tan fuerte.
  2. Crea una rutina nocturna: La clave para levantarte más temprano sin sentirte agotado es asegurarte de dormir lo suficiente. Establece una rutina nocturna que te permita relajarte antes de acostarte, como leer un libro, meditar o tomar un baño caliente. Evita el uso de dispositivos electrónicos al menos una hora antes de dormir, ya que la luz azul de las pantallas puede interferir con la producción de melatonina, la hormona del sueño.
  3. Dedica tiempo a la soledad: Durante la primera hora del día, busca un lugar tranquilo y siéntate en silencio. Deja que tu mente fluya y anota cualquier idea o tarea que te venga a la mente. Este es un momento para conectar contigo mismo, sin la presión de las obligaciones diarias.
  4. Establece una intención para el día: Antes de comenzar con tus tareas, tómate un momento para reflexionar sobre lo que quieres lograr ese día. Establecer una intención te ayudará a mantenerte enfocado y motivado a lo largo de la jornada.
  5. Desconéctate de los dispositivos electrónicos: Para evitar cualquier distracción, apaga tus dispositivos electrónicos durante ese tiempo. Esto te permitirá concentrarte en tus pensamientos y en lo que realmente importa.
  6. Crea una rutina de ejercicio matutino: Hacer ejercicio por la mañana no solo despierta tu cuerpo, sino que también activa tu mente y te prepara para afrontar el día con energía y claridad. Ya sea una sesión de yoga, una caminata rápida o una rutina de calistenia, lo importante es mover el cuerpo y liberar tensiones.
  7. Aprovecha la paz de la mañana: Las primeras horas del día son ideales para realizar tareas que requieren concentración y creatividad. Ya sea que estés trabajando en un proyecto importante, escribiendo o resolviendo problemas complejos, este es el momento perfecto para hacerlo sin interrupciones.

Madrugar no tiene que ser una tortura. Al contrario, puede convertirse en un momento de paz y de preparación para el resto del día. Despertarse más temprano es una oportunidad para empezar el día con el pie derecho, para establecer tus intenciones y para trabajar en tus objetivos personales y profesionales con la mente clara y enfocada. Es un momento de introspección, de conexión contigo mismo, y de preparación para enfrentar el mundo con toda tu energía y determinación.

Más allá de la productividad, madrugar tiene un impacto profundo en tu crecimiento personal. Al dedicar las primeras horas del día a ti mismo, creas un espacio para reflexionar, para conectarte con tus objetivos y para desarrollar hábitos que te acercan a tu mejor versión. Es un momento para trabajar en tu desarrollo personal, para aprender algo nuevo, para meditar, o simplemente para disfrutar de la tranquilidad antes de que el mundo despierte.

El madrugar también te permite vivir de manera más consciente. En lugar de correr para alcanzar el ritmo frenético del día, puedes comenzar tu jornada de manera intencionada, con calma y claridad. Este tiempo extra te permite tomar el control de tu día, en lugar de dejar que el día te controle a ti. Puedes planificar, priorizar y, lo más importante, avanzar en lo que realmente importa para ti.

Además, madrugar puede mejorar tu salud mental y física. Al dedicar tiempo a la meditación, el ejercicio y la reflexión, no solo estás fortaleciendo tu mente, sino también tu cuerpo. Estás creando una base sólida para enfrentar los desafíos del día con resiliencia y fortaleza.

En última instancia, madrugar no es solo sobre levantarse de la cama antes que los demás. Es un acto de autoconciencia, de autodisciplina y de autoliderazgo. Es una manera de mostrarte a ti mismo que estás dispuesto a hacer lo que sea necesario para alcanzar tus metas, para descubrir nuevas oportunidades y para expandir tu potencial.

Imagina todo lo que podrías lograr si tuvieras unas horas más cada día, horas en las que estás completamente enfocado, libre de distracciones, y lleno de energía. Imagina el crecimiento personal que podrías experimentar, el impacto que podrías tener en tu vida y en la vida de los demás. Madrugar es una puerta que te abre a un mundo de posibilidades, un mundo donde tú estás en control, donde tú decides cómo quieres vivir tu vida.

No subestimes el poder de las primeras horas del día. No las veas como un sacrificio, sino como una inversión en ti mismo. Porque al final, el madrugar no es solo un hábito, es un acto de amor propio. Es un compromiso contigo mismo, con tu bienestar, con tu éxito, y con tu felicidad.

Así que, la próxima vez que el despertador suene antes de lo habitual, no lo veas como un enemigo, sino como un aliado. Un aliado que te está invitando a descubrir un nuevo mundo, un mundo lleno de oportunidades, de crecimiento, y de posibilidades infinitas. Porque en esas primeras horas de la mañana, cuando el mundo aún duerme, es cuando tienes la oportunidad de despertar y expandir todo tu potencial. Es cuando puedes elegir vivir una vida que realmente te inspire, que te motive y que te llene de propósito. Entonces, ¿estás listo para aceptar el desafío? ¿Estás listo para descubrir y expandir tu potencial despertándote más temprano? La decisión es tuya, y las posibilidades son infinitas.

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La piedra angular de un equipo de impacto: la confianza

El ingrediente primordial de los mejores equipos es la confianza que reina entre ellos; ese es el componente que les permite a los miembros del equipo ser abiertos para mostrar no solo sus fortalezas, sino sus errores y sus miedos, es decir, el sentirse cómodos siendo vulnerables y sin temor a la crítica.

Tenemos que admitir que trabajar en equipo no siempre es fácil; trabajar de forma coordinada con un grupo de personas hacia un objetivo común es sencillo en la teoría, pero bastante más complicado en la práctica.

Muchos factores influyen para que un equipo funcione a su más alto rendimiento. La comunicación y tener una misión clara son algunos de los elementos fundamentales para que un equipo funcione bien, pero hay otros muy importantes y necesarios como esos, y sobre los que se oye hablar muy poco; uno de ellos es la confianza.

La confianza mutua entre los miembros de un equipo es fundamental y, sin embargo, una cualidad olvidada en las organizaciones. Esto se debe a que la cultura empresarial fomenta la competitividad, y hasta la rivalidad con algunos competidores, pero sobre todo la invulnerabilidad; estas tres son características incompatibles con la generación de confianza.

Definamos entonces: ¿Qué es la confianza dentro de un equipo de trabajo?

Confianza significa muchas cosas; significa sentir que estamos en un ambiente seguro. Significa tener la certeza de que algo sucederá (o no sucederá). Significa que tenemos seguridad para emprender acciones. Significa tener la convicción de que otras personas actuarán de buena fe y según lo esperado. Y sí, la confianza tiene mucho que ver con la seguridad; si no sentimos que estamos en un ambiente seguro, y me refiero tanto a la seguridad física como a la psicológica, no podremos confiar. En un equipo donde existe confianza, los miembros se sienten completamente seguros para actuar y colaborar.

Entonces, ¿por qué es importante la confianza dentro de un equipo de trabajo?

Porque cuando existe falta de confianza en un equipo se tratan de ocultar las debilidades, los errores y los miedos; los miembros del equipo no se piden ayuda entre sí, ni la ofrecen; se generan rencores y estrategias políticas de fondo, actuando como con una agenda oculta. Digamos que no se da un buen clima de trabajo, donde cada miembro del equipo se pueda sentir seguro para mostrar iniciativa y aportar lo mejor de sí; y por supuesto, esta no es una situación en la que se pueda trabajar de forma colaborativa.

Cuando lo que existe es desconfianza, nos volvemos paranoicos y hacemos cosas para protegernos a nosotros mismos, poniendo en peligro el mayor alto bien de la empresa. Sin confianza se pierden muchas oportunidades para sobresalir y crecer como equipo; para obtener resultados que podrían ser todavía mejores.

La confianza fomenta la colaboración y la innovación. Cuando unos confían en los otros, es posible colaborar aportando lo mejor de sí mismos y compartiendo opiniones, consejos y mejoras; se genera un ambiente donde no se ocultan los errores y debilidades, al contrario, éstas se ponen sobre la mesa para ser atendidas y contrarrestarlas.

Existen varias dimensiones dentro de la confianza de un equipo, por ejemplo:

Confianza en las habilidades

Los miembros del equipo creen en las capacidades y habilidades que tienen, esto contribuye a que utilicen sus conocimientos y aprovechen su potencial y el de los demás, buscando aportaciones de los otros, participando en la toma de decisiones y aprendiendo nuevas habilidades. Esta dimensión es la que nos permite la innovación.

Confianza en la comunicación

Fomenta la colaboración y hace que los miembros del equipo puedan hablar de forma directa y segura, no solo para proporcionar información, sino también para resolver dudas, preocupaciones, y ofrecer comentarios en un espíritu de aprendizaje y crecimiento más profundos. Cuando esto sucede, surge como una espacie de magia y los equipos se comunican de forma abierta y transparente. Así, los miembros se sienten seguros admitiendo los errores y esto crea un ambiente de colaboración que los equipos necesitan para prosperar.

Confianza en la persona

Cada miembro del equipo tiene fe en que los demás se comportarán como se espera. Se preocupan sinceramente unos por otros como personas, y tienen presentes los intereses de los demás, no únicamente los propios. Ésta es la dimensión fundamental de la confiabilidad que los equipos necesitan para ser efectivos y así crear impacto. Los miembros del equipo crean este nivel cuando hacen lo que dicen que harán (cuando son congruentes), generando una visión de mutua confianza.

Pero te preguntarás: ¿Y cómo logro generar un clima de confianza dentro de mi equipo?

Simon Sinek, uno de los grandes autores y conferencistas en materia de liderazgo, y autor, entre muchos otros libros, de Los líderes comen al final (por qué algunos equipos funcionan bien y otros no), nos confirma el hecho de que no se puede enseñar a la gente a confiar. La confianza es un sentimiento que crece y evoluciona, y que requiere de una serie de acciones que prueben que se puede confiar; es un proceso que toma su tiempo, pero que es muy fácil de perderse, por lo cual debes estar consciente de ello. En este sentido, la confianza no es algo que vas a conseguir de la noche a la mañana entre los miembros de tu equipo, es algo que necesita ser construido con las acciones de cada día.

La generación de una cultura de confianza debe comenzar contigo como líder; así es, inicia contigo siendo consistente entre tu discurso y tus acciones; siendo congruente, y muy importante: siendo genuino, mostrando tu vulnerabilidad y tus miedos sin temor a ser observado y criticado, y mostrando el ejemplo. Como líder, debes de ser el primero en confiar, en mostrar tus miedos, asumir tus errores, y saber pedir y aceptar ayuda, todo sin sentirte mal. Ésta es la fórmula mágica que nunca se nos enseña; por lo contrario, en nuestro recorrido profesional pareciera que se recompensa el mostrarnos de piel dura y sin emociones, como si el ser amable y amoroso fueran muestras de debilidad.

Permíteme compartirte algunas herramientas que pueden ayudar a acelerar el proceso de generación de confianza; por ejemplo, las actividades y dinámicas de equipo fuera del ambiente de trabajo son muy efectivas cuando son bien orientadas a la construcción del equipo. La simple voluntad genuina de querer conocerse mejor unos a otros, ayuda enormemente a ello.

Hay compañías, como Netflix, que han llegado muy lejos en todo esto logrando desarrollar una cultura corporativa muy sana y competitiva, donde las evaluaciones de desempeño se llevan a cabo a 360º grados, donde todos y cada uno de los miembros del equipo evalúa y es evaluado, y donde la experiencia multiplica exponencialmente la confianza del equipo, ya que reconocen que todo es en búsqueda del mayor alto bien para el equipo. Sin embargo, es necesario aplicarla con precaución, porque si no se utiliza adecuadamente puede tener el efecto inverso.

En mi experiencia, construir un equipo bien integrado y cohesionado es difícil, pero no es tan complicado. De hecho, el realizarlo de forma sencilla y sin hacerlo complicado es súper importante; ya sea que se lidere un equipo ejecutivo en una empresa multinacional, o un pequeño departamento dentro de una organización mediana, o incluso si se es parte de un equipo que simplemente necesita mejorar.

Liderar y transformar organizaciones, así como trabajar con diferentes niveles de líderes y sus equipos en diferentes geografías, me ha permitido distinguir dos cosas en especial que me parecen vitales; en primer lugar, que hoy por hoy el verdadero y genuino trabajo en equipo sigue siendo la mayor ventaja competitiva de cualquier empresa, esto independientemente de la calidad de sus productos o servicios. En segundo lugar, que las personas no logran trabajar en equipo porque sin desearlo caen rotundamente en obstáculos generados simple y llanamente por la falta de confianza entre ellas como miembros de un equipo. Veámoslo de esta forma:

Primero, la falta de confianza entre los miembros de tu equipo no les permite estar dispuestos a abrirse ante los demás para aceptar sus errores, y esto propicia el temor al conflicto y a discutir las diferentes perspectivas que puedan sumar y fortalecer al equipo y a la empresa. Así que, si tu equipo carece de confianza, pues se quedará en conversaciones amables y en observaciones muy cuidadas para no generar turbulencia; y cuando esto sucede, cuando no hay conflicto porque todo lo que se hace es para evitar fricciones, se vuelve un problema porque refuerza la falta de compromiso.

Sin un buen debate abierto y apasionado, tu equipo acaba aceptando las decisiones sin comprometerse genuinamente con ellas, aunque finjan estar de acuerdo durante tus reuniones. Así, debido a esta falta de compromiso, los miembros de tu equipo van desarrollando una completa falta de responsabilidad, y créeme, sin comprometerse con un claro plan de acción, hasta la gente más centrada, competente y entusiasta suele evitar las acciones y conductas que parecen contraproducentes para el bien del equipo. Es esa incapacidad para “hacerse responsables mutuamente” la que crea un ambiente de mediocridad en el que no se puede prosperar, llevando a tu equipo a una falta de atención a la generación de resultados conjuntos y anteponiendo sus necesidades individuales, como el ego, el desarrollo de la carrera personal y el reconocimiento por encima de las metas conjuntas del equipo.

Recuerda que un equipo de alto impacto surge en un ambiente de trabajo psicológicamente seguro y sano, donde los miembros del equipo pueden compartir sus diferentes perspectivas, sus miedos e inseguridades,  sin temer a que otros no les tomen en serio, o peor aún, se burlen de ellos.

Ésta es precisamente tu mayor prioridad: la de generar y fomentar ese espacio de trabajo psicológicamente seguro, liderando y mostrándote tú también vulnerable ante los miembros de tu equipo, porque cuando lo haces de forma genuina, eres un valiente, y los demás te seguirán.