ART_16_Culpa

El rol de la culpa y la vergüenza en el liderazgo

Hace poco leía un artículo de Francis Flynn, un sociólogo muy renombrado que exploraba la influencia de la tendencia de las personas a sentirse culpables por su capacidad de liderazgo. Flynn diferenciaba en ese artículo estas dos emociones: la culpa y la vergüenza.

Para Flynn, la diferencia entre ambas radica en que la gente que experimenta culpa, lo hace cuando tiene una responsabilidad que no ha podido estar a su altura, y esa emoción se centra en el fracaso. Mientras que la vergüenza, que también surge de una falla a la altura de una responsabilidad, se experimenta cuando uno se siente como una mala persona, por razón del mismo fracaso.

El artículo mencionaba un estudio, donde se midieron la culpa y la vergüenza con cuestionarios en los que se pedía a la gente que pensara en qué había fallado; en alguna tarea o en alguna responsabilidad importante. Calificaron tanto el grado en el que se sentían mal por lo sucedido (es decir, la culpa), así como el grado en el que se sentirían mal consigo mismos (es decir, la vergüenza). También calificaron su sentido de responsabilidad ante los demás.

Es muy curioso, pero el indicador más fuerte sobre la predicción de quién sería un mejor líder fue el grado en el que los participantes lograban experimentar la culpabilidad; es decir, aquellos que lograron sentirse culpables como resultado de algún fracaso. Por lo tanto, la tendencia a experimentar la culpa fue uno de los indicadores más poderosos para predecir el éxito como líder, en otras palabras, las personas que lograban sentirse con cierto grado de culpabilidad, en lugar de tener vergüenza, lograba predecir lo bueno que un líder puede llegar a ser.

Entonces, ¿por qué la tendencia a sentirse culpable puede jugar un papel tan importante en el liderazgo? La respuesta es muy simple: porque predice el sentido de la responsabilidad hacia los demás, lo que sugiere que la culpabilidad influye en tu sentido de la responsabilidad hacia tu equipo, y que a su vez impacta en el grado de éxito de tu capacidad como líder. Por lo tanto, al aceptar la culpa ante tu equipo, a la hora de no conseguir un resultado esperado, consigues que tu grupo se una, y así se puede aprender de los errores cometidos.

En cambio, cuando sientes y muestras vergüenza ante tu equipo, por el sentimiento de no haber logrado los objetivos, el sentimiento te muestra como una mala persona, como un mal líder, lo cual tiende a minimizar e impactar al equipo, de tal forma que deteriora la unidad y los lleva de más a menos.

Recuerdo un día en que, durante una de mis asignaciones como Gerente General, tuve que transmitir una directiva poco empática a mi organización que iba de alguna forma en contra de mis propias convicciones. Lo llevé a cabo con gran ejecución para cumplir con el mandato de mis superiores, pero de alguna forma sentí que me había equivocado al hacerlo. El sentimiento inmediato que surgió fue la culpa; una señal de que había actuado en contra de mis valores, opiniones y puntos de vista.

Pasaron varios meses para digerirlo, hasta que pude hablarlo en persona y de forma presencial con quien era mi jefe en ese momento, ya que él vivía en otro país. Lo compartí con él, dejándole saber que aun cuando logramos ejecutarlo tal y como se había solicitado, no me sentía bien, ya que consideraba que tal vez hubiese podido haber otras alternativas antes de terminar tantas carreras como parte de la restructura solicitada como parte de un ejercicio de eficiencia organizacional. Me sentía culpable, ya que cargaba con todo el peso de las carreras profesionales y de tantas familias que habíamos dejado en la calle.

Mi jefe, quien ha sido uno de los mejores líderes, con quien me he cruzado en mi carrera y quien sigue siendo al día de hoy uno de mis mentores, me escuchó y me hizo sentir su empatía y compasión ante lo ocurrido y de lo cual aprendí mucho; pero también me pidió que, en lo sucesivo, cuando se presentaran situaciones difíciles y con las cuales no me sintiera alineado al 100 %, lo hablara con sinceridad y lo compartiera acompañándolo con alternativas viables para poder ponderar su verdadera factibilidad. De esta forma, al menos tomaría la iniciativa de forma proactiva y no reactiva, lo cual siempre me permitiría ser parte del problema, y por lo tanto de la mejor decisión, poniendo todo en perspectiva. Desde entonces comprendí que la culpa casi siempre lleva un poco de responsabilidad por omisión y por no querer confrontar, tal vez, discusiones difíciles en su apropiado momento.

Te comparto esto, ya que creo que en lugar de atormentarnos porque actuamos erróneamente o de debatirnos si debemos o no debemos sentirnos culpables, lo que podemos hacer es gestionar la culpa, porque ignorarla solo hace que crezca y se vuelva nociva en nuestro interior, como un monstruo que nos consume de a poquito.

La culpa es como esa amiga molesta que siempre señala nuestros errores. En lugar de alejarnos de ella, podemos abrazarla con fuerza. Cuando intimamos con la culpa; cuando la conocemos cara a cara, podemos gestionarla de manera que no nos duela ni entorpezca el camino.

La gestión de la culpa se convierte en una habilidad clave para un liderazgo bien integrado y consciente. Al trabajar en conjunto con otras emociones clave, podemos transformarla en un catalizador para nuestro crecimiento personal y profesional.

Entonces, con base en lo anterior, es importante cuestionarnos: ¿Qué puedes hacer para que la culpa no derive en vergüenza?

1- Reconoce y acepta tu culpa como el líder que eres o quieres ser.

No permitas que otros te digan cómo debes sentirte. Eres el capitán de tu propio barco emocional. ¡Toma el control! y enfrenta la culpa de manera constructiva. Al asumir la responsabilidad de tus acciones, demuestras tu madurez y disposición para aprender y crecer.

2- Mira con atención a tu culpa.

Cuando te enfrentes a la culpa, no la ignores ni la evadas. Explora las raíces de tus acciones para evitar que se repitan en el futuro. Puedes preguntarte: “¿Por qué actué de esa manera?” “¿Qué me impulsó a dejar de lado mis valores?”

Al contestarlas, estarás explorando las raíces de tus acciones, lo cual es crucial para evitar que se repitan en el futuro.

3- Expresa un deseo ambicioso de crecimiento personal.

Comprométete a aprender de tus errores y conviértete en un líder más fuerte y consciente. La culpa es solo una llamada de atención para superarte. ¡Aprovecha la oportunidad de ser un mejor líder!

Al hacerlo, te estarás empoderando para superar tus limitaciones y alcanzar tu máximo potencial. Recuerda, la culpa es solo el primer paso en el camino hacia la mejora continua.

4- Actúa y ayuda a aquellos que también se sienten incómodos con cómo han actuado.

Sé ese líder que brinda apoyo, comprensión y guía a los demás para que puedan liberarse de la creencia de insuficiencia.

Como líder, tienes la capacidad de influir y marcar la diferencia en la vida de las personas que te rodean. Cuando observes a otros que también se sienten incómodos con sus acciones pasadas, no te quedes pasivo, actúa de manera proactiva y ofrece tu apoyo incondicional. Comprende que todos pasamos por momentos difíciles, cometemos errores y experimentamos la culpa en algún momento. Al actuar y ayudar a los demás de esta manera, no solo estarás generando un impacto positivo en sus vidas, sino que también estarás construyendo un entorno de confianza y crecimiento en tu equipo.

Ser ese líder compasivo y guía para los demás es una muestra de tu fortaleza y capacidad de liderazgo. Inspira a otros a liberarse de la carga de la culpa y a no llegar nunca a sentirse avergonzados, enséñales a abrazar el potencial transformador que se encuentra en el aprendizaje y la superación personal. La gestión de estas emociones, de la culpa y la vergüenza, es la puerta hacia tu grandeza como el gran líder que llevas en tu interior.

ART_15_Vulnerabilidad

La vulnerabilidad vista como tu mejor fortaleza

Es importante demostrar tu vulnerabilidad, y aprovecharla como una de tus mayores fortalezas. A la vulnerabilidad se le relaciona fácilmente con algo negativo y que denota debilidad, pero te darás cuenta de que aceptarla y, de alguna manera, mostrarte vulnerable ante los demás puede ser una de tus mayores fortalezas como líder.

Muchas veces, el miedo a exponer tus debilidades o simplemente mostrarte vulnerable ante los demás, es más común de lo que te imaginas. Desde pequeño, tus padres te decían que no lloraras ante algo que desconocías, y te decían algo así como “sea machito, los niños no lloran”, lo cual provocaba que te asustaras más. Esto es un ejemplo de cómo estamos condicionados desde muy temprana edad.

Estas situaciones se repiten, una y otra vez: en la escuela, con los amigos, con tu familia, en el trabajo y, finalmente, en tu matrimonio. Vamos por la vida formándonos una coraza, que después es muy difícil de romper, ya que conforme crecemos y nos volvemos adultos, el acto de mostrar nuestras debilidades nos da vergüenza. Sin embargo, la ausencia de la vulnerabilidad promueve grandes disfunciones entre los equipos.

Si eres nuevo en un puesto de liderazgo, quizás pienses que tienes que mostrarte seguro todo el tiempo. Pero mostrar y expresar tus emociones es parte del liderazgo. Ser vulnerable crea un entorno de trabajo abierto y saludable, donde los empleados se sienten libres para compartir sus ideas y problemas. Como líder, puedes aprender cómo ser más vulnerable y todas las maneras en las que la vulnerabilidad puede beneficiar a tu equipo.

Sabemos lo importantes que es la colaboración, la confianza y la conexión en el lugar de trabajo. Como líder, debes promover esos valores, pero no es nada fácil, porque para crear ese tipo de cultura, debes ser honesto y mostrar tus emociones con tu equipo. Por ello, la vulnerabilidad es cuando te abres y expresas esas emociones. Cada vez que practicas ser vulnerable con los miembros del equipo, generas confianza y relaciones más sólidas.

¿Qué es la Vulnerabilidad en el ambiente de trabajo y, sobre todo, cómo se relaciona con el liderazgo?

La vulnerabilidad es simplemente la exposición emocional. En materia de liderazgo, la vulnerabilidad es cuando muestras tus emociones a tu equipo y compañeros de trabajo. No tienen que ser expresiones grandes y llamativas, como llorar o gritar de rabia. En su lugar, los líderes vulnerables son, más bien, observadores silenciosos que están muy en contacto con el pulso emocional del espacio en el que se encuentran. Por ejemplo, puedes mostrar vulnerabilidad al asignarle a un miembro de tu equipo, el cual está buscando más responsabilidad, una tarea de la que siempre te has encargado tu directamente.

Piensa que la vulnerabilidad te convierte en un mejor líder. El poder de esta herramienta es que forja una conexión más genuina con tu equipo. Cuando te muestras como eres, permites que los demás lo hagan también.

Estos son algunos de los beneficios de mostrarte como un líder vulnerable:

Aumento de la confianza. Al ser abierto, permites que tu equipo te conozca de una manera más auténtica. Cuando eres auténtico con los demás, es mucho más fácil para ellos ser honestos contigo, y eso genera confianza.

Mayor compromiso de los empleados. Es más probable que los empleados que confían en ti se comprometan más con su trabajo. Cuando tu equipo sabe que cuentan con un gerente confiable y comprometido, es más probable que ellos también muestren confianza y responsabilidad.

Equipos más productivos. Cuando los integrantes del equipo son capaces de ser honestos entre sí sobre cualquier conflicto, pueden reducir rápidamente los posibles inconvenientes. Como resultado, pueden resolver el problema y realizar el trabajo más rápido.

Seguridad psicológica. Los grandes líderes crean un espacio emocional seguro para que sus empleados puedan compartir y ser vistos.

Miembros del equipo más valientes. La vulnerabilidad da miedo. Al practicarla con tu equipo, estás creando un entorno con miembros del equipo más valientes, más dispuestos a asumir riesgos y a ser más creativos.

Mayor inteligencia emocional. La vulnerabilidad te vuelve más empático y compasivo, y eso desarrolla tu inteligencia emocional.

Al igual que con cualquier otra habilidad o destreza, puedes mejorar tu capacidad de ser vulnerable con la práctica. Hay cosas muy simples que puedes hacer para desarrollar ese músculo de la vulnerabilidad para llevar tu liderazgo a otro nivel:

Establecer límites. Al contrario de lo que parece, hay que establecer límites para que la vulnerabilidad funcione. Como la misma Brené Brown nos dice, “la vulnerabilidad sin límites no es vulnerabilidad”. En última instancia, la vulnerabilidad en el liderazgo obliga a situarnos en el contexto adecuado: el trabajo. Por lo tanto, hay que mantenernos como profesionales. Por ejemplo, quizás esté ocurriendo algo en tu vida personal que esté afectando tu liderazgo. Sabes que has estado un poco bajo de energía últimamente, y crees que compartirlo con tu equipo les ayudará a tener más contexto sobre tu vida. Además, no quieres que piensen que tu distracción tiene algo que ver con su trabajo. Y está bien compartir una versión de este problema con tu equipo, pero no es apropiado compartirlo repetidamente, quejarse ni utilizarlo para excusar un mal comportamiento, como llamarle la atención o gritarle a un miembro del equipo.

Ten mayor escucha activa. Ser vulnerable no significa compartir siempre. La vulnerabilidad también significa que sabes cuándo dar un paso atrás, escuchar y soltar algo de control. Esto puede ser particularmente difícil para los líderes de los que siempre se espera un trabajo de alto rendimiento. La escucha activa te ayuda no sólo a escuchar a la otra parte, sino a realmente asimilar lo que está diciendo. Puede ser un acto de vulnerabilidad dar un paso atrás en una conversación, especialmente si estás acostumbrado a ser quien siempre tiene algo que decir como líder. Pero el beneficio es que puedes aprender más sobre tu equipo, su trabajo y ser un mejor apoyo para ambos.

Aprende a pedir ayuda. Por lo general, los líderes sienten que deben poder encargarse de todo lo que se les presente en el camino. Pero sigues siendo un ser humano, y parte de ser vulnerable es mostrar que a veces necesitas ayuda. Pedir lo que necesitas no es un signo de debilidad, sino una señal de que comprendes tu carga de trabajo y a tu equipo. Te ayuda a avanzar con tus proyectos, a reducir los retrasos (debido a que no estás recibiendo el apoyo que necesitas) y a evitar el resentimiento que puede provocar la sobrecarga de trabajo. Además, cada vez que acudes a un colega o miembro del equipo para pedirle su apoyo, le das la posibilidad de dar un paso adelante y tomar el control del trabajo.

Simplemente practica la vulnerabilidad. Existe una delgada línea entre compartir demasiado y ser vulnerable. Lo difícil es que compartir en exceso puede tener un efecto adverso, y hacer que los demás se sientan incómodos o se cierren. Para hacerlo bien, practica la vulnerabilidad en un espacio seguro. Por ejemplo, puedes formar un grupo de amigos o colegas en el que practiques expresar la vulnerabilidad. También puedes trabajar en la vulnerabilidad con un coach de negocios o un profesional de la salud mental si eso te hace sentir más cómodo.

Conócete mejor a ti mismo. Ser vulnerable significa mostrar más aspectos privados de ti mismo, pero eso no quiere decir que tengas que compartir todo. Conocer la raíz de lo que te molesta enfocará tus interacciones en lo que realmente está sucediendo, y eso te permitirá tener conversaciones más productivas. Para ser más vulnerable, debes contar con el autoconocimiento para saber cómo te sientes y con qué te sientes cómodo compartiendo. Por ejemplo, si tu colega comparte una idea que se les ocurrió a los dos, pero no te da crédito, quizás tengas una reacción emocional. Pero en lugar de compartir esa reacción emocional (“¡no puedo creer que no me mencionaras!”), es mejor conversar al respecto con autoconocimiento. En otras palabras, ¿qué es lo que realmente te molesta de esta experiencia? Compartir la verdadera razón detrás del porqué es importante para ti que te mencionen cuando colaboras, probablemente se convertirá en una conversación más productiva.

Sé más empático. La empatía se considera una habilidad de liderazgo cada vez más importante. Una cosa es saber qué están experimentando los demás, y otra es comprenderlos y compartir esa experiencia con ellos. Eso es empatía, y te permite conectarte con el equipo de una forma más personal. Si tu subordinado directo se ha retrasado en su carga de trabajo habitual, es normal que se frustre o sienta que está haciendo algo mal. Una respuesta empática sería preguntarle por qué se retrasó, y si hay alguna manera en la que puedas ayudarlo. Quizás algo está ocurriendo en su vida personal, o tal vez la carga de trabajo fue demasiado y no supo cómo decírtelo. Al abrir esta conversación con empatía, lo animarás a que comparta la verdad sobre lo que está ocurriendo, y será mucho más sencillo encontrar una solución.

En cuanto a mi experiencia durante mi recorrido como líder en relación a la vulnerabilidad te comparto lo siguiente. Esto con la única intención de permitir que te veas en un espejo, si es que estas pasando por una situación similar, para que cometas otros errores y no los mismos que otros hemos cometido.

Me costaba reconocer mis temores y áreas de oportunidad, y ¡ni se diga compartir mis emociones! Para mí, escuchar “vulnerabilidad” era equivalente a escuchar “debilidad”, por lo que podrás imaginar qué tan confundidas tenía mis prioridades. Desde pequeño fui arrojado y osado, lo cual me permitió sobresalir ante diferentes situaciones complicadas en la escuela y posteriormente en mi juventud y en mi vida profesional, ya que siempre me posicioné como alguien capaz de entregar resultados, de hacer que las cosas funcionen sin importar las consecuencias. Y es precisamente en este último punto, las consecuencias, donde quiero asentar la reflexión que quiero compartir contigo.

El hambre de triunfo, de reconocimiento y de éxito te puede cegar muy fácil y, por ende, confundirte en el camino. Cuando operamos bajo esta dinámica es muy sencillo generar un ambiente de trabajo toxico para el equipo, y se pone peor cuando nuestra conducta es recompensada por los jefes con gratificaciones o promociones por alcanzar resultados sobresalientes, aun cuando los comportamientos no sean siempre los más apropiados para hacer crecer al equipo.

Cómo líder, he tenido muchos aciertos, pero también hice pasar muy malos momentos a mis equipos, debido a no saber escuchar de forma genuina, o a no saber pedir ayuda ante situaciones que rebasaban mis capacidades desarrolladas, o a sentir amenazada mi posición por verme expuesto y no estar a la altura de las circunstancias.

Recordemos que el objetivo primordial que tenemos como líderes es crear y asegurar un ambiente psicológicamente seguro para que todos puedan prosperar, observando las fallas y errores como parte del mismo viaje del éxito. Cuando como lideres fallamos en generar este clima laboral, le fallamos al equipo, a la empresa y a nosotros mismos.

Son muchas las razones por las que la mente y nuestras creencias limitantes nos llevan a segarnos, lo cual nos impide reconocer cuando fallamos y, sobre todo, cuando fallamos en grande; sin embargo, cuando somos capaces de darnos cuenta, nos mostramos vulnerables y ofrecemos una disculpa genuina, crecemos como lideres y avanzamos, junto con nuestros equipos, a otra dimensión. Por ello, la vulnerabilidad es una habilidad que se puede aprender y desarrollar. Tener la valentía de ser vulnerable te hará siempre un mejor líder. La vulnerabilidad en el liderazgo no se trata simplemente de desahogarte, sino que es la mejor manera de conectarte con tu equipo, y de animarlos a que se comprometan, apoyándolos hasta el final.

ART_14_Meditación

La meditación como una herramienta poderosa

Mediante la espiritualidad podemos serenar la mente para estar mejor conectados con el presente y desarrollar una mejor capacidad de toma de decisiones ante desafíos y situaciones complejas. Esto muchas veces se logra a través de una herramienta fundamental que, si la desarrollas genuinamente, se convertirá en tu mejor aliado para elevar tus capacidades como líder: la meditación. Meditar es el camino que puedes elegir para disminuir presión, estrés y las preocupaciones que seguramente te abordan a diario. Cuando meditamos, nos proporcionamos un espacio para restaurar nuestra naturaleza interior.

Joe Dispenza, uno de los más grandes autores y conferencistas en el campo de las neurociencias, afirma que a través de la meditación tenemos el poder de cambiar nuestra mente. En sus seminarios, donde miles de personas participan cada año, se han llevado a cabo muchos estudios (en colaboración con centros de investigación de renombre en Estados Unidos), en donde se comparan escáneres cerebrales de personas entre el inicio y el final de sus seminarios, obteniendo conclusiones interesantes. Los resultados indican que meditar reduce los niveles de ansiedad y depresión, activa las zonas del cerebro asociadas a los sentimientos como empatía y compasión, y disminuye el volumen de la amígdala, región del cerebro involucrada en el proceso del miedo, la cual se activa cuando nos sentimos amenazados.

El abanico de beneficios de la meditación es muy amplio y su práctica puede ayudarte a descansar y relajar tu mente. Además, mejora la memoria, tu estabilidad emocional, tu capacidad de concentración y contribuye a lograr un mejor estado de ánimo. Entonces, debemos preguntarnos: ¿la meditación debería ser una práctica más de nuestra rutina diaria en pro de una mayor calidad de vida? Igual que hacemos con la incorporación de una dieta saludable o del ejercicio, sin lugar a dudas, todos nos podemos beneficiar de la práctica de la meditación de una manera más formal.

Serenar la mente es una práctica que tiene más de 2500 años, pero siempre estuvo relacionada con el budismo y otras culturas no occidentales que hasta hace poco eran estigmatizadas. Hace ya algunas décadas, occidente empezó a validarlas a través de estudios científicos. Ahora, la meditación es ampliamente aceptada también en esta parte del mundo.

Hoy en día nos quejamos más que nunca de no tener suficiente tiempo para realizar lo que planeamos cuando, en realidad, es ahora cuando tenemos mayor expectativa de vida que las generaciones pasadas. Piensa que, no hace mucho, una persona de 50 años era un anciano. Sin embargo, en la actualidad, es común que se alcancen los 80 e incluso los 90 años de edad. Entonces, no tenemos un problema de tiempo, sino un problema de prioridades y de atención.

En relación al éxito, hay que aceptar que es mentira cuando decimos que no nos importa lo que piensen o digan los demás, ya que a todos nos importa de alguna manera. Lo que sí está mal es que esa influencia determine nuestras decisiones y acciones. Esto se puede evitar con una fuerte autoestima. De igual manera, debemos dejar de pensar tanto en el pasado que nos deprime o en el futuro que nos angustia: no tiene caso ir para atrás ni para adelante si son tiempos inexistentes, hay que enfocarnos tan solo en el hoy, en el presente, y poner toda nuestra atención en el momento preciso de vida.

Ahora bien, ¿cómo puedes empezar con la meditación si nunca lo has hecho? Meditar es algo muy sencillo, en realidad; solo tienes que hacer hincapié en la constancia para que poco a poco se haga un hábito y con ello consigas poco a poco tus metas. Entonces, para acelerar tu introducción a esta práctica, puedes leer libros, ver videos y documentales o directamente participar en algún centro de meditación, ya que, te lo aseguro: cerca de ti habrá más de uno. También puedes acudir a cursos como los impartidos en todo el mundo por la organización Isha, los cuales están basados en los conocimientos de Sadhguru. Busca uno que se adapte a tu ritmo y a tus necesidades para que te comprometas a seguirlo. También puedes acercarte a un amigo que lleve inmerso en esta práctica algún tiempo.

Ten presente que se requerirá algo de paciencia: no percibirás los beneficios de inmediato. La prisa y la meditación simplemente van en direcciones contrarias, si deseas una verdadera transformación profunda, debes darte tu tiempo y, sobre todo, continuidad más allá de tu estado de ánimo, dado que es indiferente si prácticas la meditación de buen o mal humo; lo que importa es practicar, practicar y practicar.

Existen muchas técnicas de meditación y te comparto ahora algunas de ellas sólo con el fin de despertar tu inquietud para que luego explores con mayor interés cuál de ellas se pudiera acoplar mejor a ti:

Empecemos con la meditación Vipassana. Este tipo de meditación enfatiza la consciencia en la respiración, haciendo que el aire salga y entre por la nariz. Cada vez que se crucen pensamientos o emociones, identifícalos y déjalos pasar sin emitir un juicio. Esta técnica de concentración se basa en la introspección. Debes intentar ser consciente de todo lo que ocurre en tu interior para luego poder controlarlo.

La meditación Kundalini. La energía Kundalini se encuentra en la base de la columna vertebral. Esta técnica nos sirve para despertar esa energía, moverla a través del cuerpo y liberarla. Su propósito es crear un sistema de comunicación entre tu mente y tu cuerpo para aliviar los problemas y conflictos mentales, físicos y espirituales para adquirir una mayor consciencia en tu vida diaria. Incluye técnicas de respiración y mantras, tales como el Om, que se considera el sonido del universo y el que contiene el resto de los sonidos y mudras (gestos con las manos).

La Meditación Transcendental. Esta práctica es sencilla y se basa en la repetición de un mismo mantra. Sentado en posición cómoda, se inspira lento y profundo por la nariz, se mantiene el aire unos segundos en los pulmones y se exhala tranquilamente por la nariz o por la boca. Aporta calma, buena energía, y relajación.

Mas allá de la técnica que adoptes, es importante que durante la meditación te sientas cómodo y lo suficientemente motivado para practicar cada día. Con el tiempo, los resultados vendrán solos, únicamente sé constante: intenta cada día por 10 o 20 minutos y luego lograrás alargar estos espacios de paz interior. Meditar te ayudará a desarrollar paciencia y concentración para tu rutina diaria como un líder bien integrado y consciente. Además, aprenderás a disfrutar la quietud como parte de tu ser; podrás sentirte más relajado y sin caer tan fácilmente en pensamientos negativos o repetitivos.

Ahora bien, seguramente has escuchado el término mindfulness y te preguntarás si esto es una técnica de meditación. El Mindfulness es un tipo de meditación, la cual se ha incorporado fuertemente durante los últimos 30 años a la medicina y psicología de Occidente. El término mindfulness resulta más apropiado para muchas personas, porque evita prejuicios sobre la meditación tradicional, ya que esta se relaciona de forma equivocada con algunas religiones o doctrinas filosóficas. Al llamarle mindfulness, es más fácil que se le vea como un método para mejorar la concentración.

La palabra «mindfulness» se refiere a la capacidad humana básica de mantenerse conectado al presente y de permanecer presente. Al traerte al presente, abre la puerta hacia nuevas posibilidades y te invita a vivir una vida plena. Es una forma de tomar consciencia de tu realidad, dándote la oportunidad de trabajar con estrés, dolor, enfermedad, pérdida y con los desafíos de tu vida diaria.

Un ejemplo sencillo que puede ilustrar mejor esta práctica es lo siguiente: imagina devorando una barra de chocolate. ¿No sería mejor que tomaras sólo una pequeña porción de la tableta para que la consumas utilizando los cinco sentidos? Es decir, prestando atención al presente y deseando comer ese trozo de chocolate. Entonces tomas la barra delicadamente, la miras, la hueles, la saboreas y masticas únicamente un pedazo de ella hasta que se disuelva en tu boca. Esto sería conectarte de forma plena y con todos tus sentidos al presente, disfrutando de algo simple y que te encanta.

El mindfulness es hacernos conscientes de «algo» en particular que está sucediendo en el preciso momento, mientras que las técnicas de meditación tradicionales se enfocan en la atención de la consciencia, en la «nada».  La meditación es una forma de desarrollar tus «músculos metafísicos» como la benevolencia, la objetividad, la serenidad, la autoconsciencia, la disciplina y la felicidad.

Piensa que tu cerebro se compone de miles de millones de neuronas que utilizan electricidad para comunicarse entre sí. Al relajar el ritmo de actividad mental de tu cerebro, a través de la meditación, te pones en un estado de serenidad que te permita analizar mejor las situaciones complejas, identificando nuevas perspectivas para no reaccionar de forma impulsiva. Por último, te invito a que no esperes un evento que detone estrés en tu vida para realizar esta nueva programación; por lo contrario, dedícate a construir poco a poco esta relación con tu subconsciente a través de la meditación o del mindfulness, para estar mejor preparado ante desafíos y eventualidades en tu recorrido como líder.

ART_13_LiderazgoEspiritualidadServicio_

Liderazgo, espiritualidad y servicio

La espiritualidad es energía; su propósito primordial es despertar conciencias y tocar almas. Es muy importante aclarar que «espiritualidad» no es lo mismo que «religión», son dos ideas totalmente contrarias. Es por ello que considero importante tocar este tema, cuyos conceptos están relacionados con lo más íntimo del ser. Desde mi perspectiva, la religión, cualquiera que ésta sea, puede definirse como la creencia en Dios o dioses para ser adorados, por lo general, a través de rituales, cultos y adoraciones. La espiritualidad, en cambio, es la vida interior.

Las expresiones y prácticas de la espiritualidad son muy personales. Es la manera en que cada uno logra entender el mundo y el universo desde su interior, independientemente de ser religioso o no. En pocas palabras, la religión es un conjunto de creencias para relacionarnos con Dios. Por otra parte, la espiritualidad nos permite tener atención a nuestra voz interior, invitándonos a razonar y a cuestionarnos todo.

A lo largo del tiempo, «espiritualidad» y «religión» se han utilizado con mucha facilidad como sinónimos o términos intercambiables, cuando en realidad cada uno obedece a necesidades distintas. De acuerdo con la Real Academia Española, la religiosidad involucra la veneración y la práctica de rituales a través de la oración. Por el contrario, la espiritualidad tiene que ver más con la fuente de energía que alimenta nuestras emociones, relaciones interpersonales, el trabajo y todo lo significativo. Es algo muy personal y menos colectivo, que depende de la acción del espíritu de cada persona.

Quienes llevamos a cabo la tarea de ser líderes, nos corresponde acompañar el florecimiento del personal a nuestro cargo, incentivándolos a potenciar su grandeza y a dar lo mejor de sí́. Por lo mismo, un líder bien integrado no es solo un buen gerente de personal, también entiende que su función es parecida a la del pastor que guía y cuida de su rebaño. Entonces, el liderazgo, en el contexto espiritual, es un verdadero acto de amor y de servicio y, como nadie puede entregar a otros lo que no tiene, el proceso debe iniciar siempre con uno mismo: amándose y atendiéndose con compasión.  

Si el líder se encuentra bien centrado como un eje, es capaz de potenciar su capacidad como agente transformador de energía. Cuando el equipo debe abordar desafíos, un líder integrado es capaz de conectarse con su espiritualidad y flotar sobre esas situaciones, manteniendo la calma y transmitiendo serenidad a los miembros del equipo. Es verdad que la situación no cambiará automáticamente, pero el estado de serenidad generará siempre un ambiente propicio y fértil para explorar de forma más efectiva diversas alternativas, lo que permitirá una mejor toma de decisiones: más asertiva y que haga triunfar al equipo de cualquier desafío. Un líder centrado, bien integrado y consciente, tiene la capacidad de observar cualquier desafío o situación adversa como una oportunidad de aprendizaje y de crecimiento, lo que siempre podrá́ ser bien capitalizado para unir al equipo y fortalecerlo para posteriores retos.

Así pues, la espiritualidad busca manifestarse de diferentes formas; por ejemplo, cuando se actúa éticamente sin comprometer nuestros valores y principios o cuando se ayuda a otros de forma genuina a prosperar ante situaciones adversas. Para desarrollar una mayor capacidad en cualquier campo, siempre se requiere de herramientas efectivas que pueden lograrse mediante la espiritualidad. Por ejemplo, existen prácticas milenarias comprobadas para activar su potencial; la meditación tal vez es la práctica más común para desarrollar el potencial espiritual, independientemente de la religiosidad del individuo. Para estar bien, sólo hay que serenar la mente y para lograrlo hay que enfocar la atención. En occidente, siempre hemos estado condicionados a obtenerlo como una forma de alcanzar el éxito, además de que lo vemos como un reconocimiento ante nuestra sociedad. Esto es una equivocación ya que todo nace del ser y no del hacer. Earl Nightingale, popular autor y locutor de radio en la década de los 50, nos obsequió la mejor definición que podemos adoptar sobre el éxito: “El éxito es la realización progresiva de cualquier ideal digno, y sólo se requiere de un firme propósito y fe”.

Ahora bien, Robert Greenleaf, un estudioso del liderazgo desde los años 70, destaca, precisamente, la importancia de que los líderes deben ser más conscientes de las preocupaciones de sus colaboradores, sintiendo empatía hacia ellos para que colaboren en el desarrollo de todo su potencial. Asimismo, los líderes ponen las necesidades de los miembros del equipo por delante de las propias. Esto es un verdadero acto de servicio.

De acuerdo a esta filosofía existen al menos 10 características para el desarrollo de un buen liderazgo de servicio, alguna de las cuales estoy seguro ya estás cultivando y practicando en tu día a día, pero de no ser así, te invito a que lo hagas:

  1.  Escucha activa. Hazlo sin emitir juicio, dejando a un lado tus puntos de vista y demuestra paciencia al centrar la atención en los demás.
  2.  Empatía. Colocándote en los zapatos del otro para relacionarte con sus pensamientos y experiencias.
  3. Preocupación por el bienestar de tu equipo. Hacer todo lo posible para garantizar que tus colaboradores estén seguros, felices, saludables y satisfechos con su trabajo. No sólo se trata de adoptar un paquete de medidas, sino de que tengas una metodología holística e integral, en la que ese miembro de tu equipo sea el genuino centro de la estrategia.
  4.  Consciencia del entorno y del impacto que como líder llevas contigo. El estilo de liderazgo que empleas en la organización influye directamente en el clima organizacional, ya que es donde tu equipo forma las percepciones de orgullo, pertenencia y reconocimiento.
  5. Tu capacidad de persuasión para convencer en lugar de utilizar la fuerza. Se trata de motivar a los demás a que sigan la estrategia que se ha planteado y unan esfuerzos para hacerla real, consiguiendo alianzas a través de la confianza que depositan los colaboradores en el proyecto. La importancia de la persuasión en el liderazgo es la base para conseguir apoyo a nuestras opiniones y lograr que otros sumen.
  6. Tu habilidad de conceptualización para tener una visión clara del futuro. Esa imagen del lugar a donde quieres llegar con tu equipo en un futuro definido. La conceptualización de la visión te permite plantear un futuro deseable lo suficientemente claro y motivador para otros como para trabajar bajo un mismo propósito.
  7. Tu capacidad de predecir el futuro en función del presente y del pasado. Ni el pasado ni el presente son un mal punto de partida. Es posible que no proporcionen respuestas claras, pero pueden ubicar la situación actual en un contexto más amplio, permitiendo anticipar el impacto de los posibles cambios.
  8. Tu aceptación de la responsabilidad que implica dirigir una organización. Como líder, sé es responsable de la rendición de cuentas y del buen funcionamiento del equipo, lo que repercute tanto en los empleados como en el contexto externo. La responsabilidad no debe ser simplemente técnica, sino primordialmente humana.
  9. Compromiso con el desarrollo de los profesionales. Es crucial mantener a tu gente informada sobre las oportunidades de crecimiento y ascensos. Establecer objetivos y medir resultados es importante, pero lo es aún más animar a tu equipo a que se mantenga activo para desarrollar nuevas habilidades y destrezas que permitan la superación profesional.
  10. Habilidad para promover un sentimiento de comunidad respetando la individualidad. En una sociedad perfecta, la relación individuo-comunidad debiera ser equilibrada. Como líder, es fundamental buscar ese difícil equilibrio en tu equipo, las tendencias individuales que llevan a una sana competencia interna y la empatía social que, a su vez, lleva a cada colaborador a ser reconocido como miembro de un grupo.

De acuerdo con lo anterior, el liderazgo de servicio debe comenzar con la idea de que lo más importante para nosotros es servir y que, para conseguirlo, necesitamos liderar. Para comprobar si lo estas logrando, sólo debes preguntarte si tu equipo está creciendo en sus capacidades:  si es más libre, autónomo, más feliz y, sobre todo, si sienten la necesidad de servir también a los demás.

ART_12_SuperPoderesLider

Los superpoderes de un líder

Los grandes líderes no nacen, se forman a lo largo del tiempo y con la experiencia.

Antes de a revisar algunos de los superpoderes de un líder, puedes tomar en cuenta cuestiones básicas para guiar y motivar a tu equipo. Algunas de ellas son:

  1. Comunícate lo más eficiente posible, hablando menos y escuchando más.

Siempre deja claro cuáles son tus expectativas y sentimientos. Te darás cuenta de que en muchas ocasiones es mejor no decir nada que decir cualquier cosa simplemente por cumplir. Aprende a guardar silencio de tal manera que las otras personas tengan espacio para hablar. Escucha sobre todo las críticas y malos comentarios, estos deben convertirse en una fuente de crecimiento personal.

  • Sé un ejemplo y sé congruente.


Conviértete en la persona que quieres que sean tus miembros del equipo. No hay mejor ejemplo que tus propios actos. Un líder desarrolla líderes, por lo cual, debes mostrar congruencia en lo que dices, piensas y haces. De lo contrario, las personas no podrán confiar en ti.

  • Toma decisiones firmes y después no intervengas al menos que sea necesario.


No dejes que una decisión se prolongue por mucho tiempo, y una vez la tomes, no divagues respecto a tu decisión. Tomada la decisión, confía en que tu equipo hará un buen trabajo, no interfieras en sus asuntos y procesos a menos que lo consideres necesario. Es importante que ellos tengan la libertad para tomar decisiones, y en caso de cometer algún error, que lo corrijan sin tu presencia.

  • Identifica tus fortalezas y tus debilidades.


Para aprender cómo ser un buen líder deberás contribuir a tu equipo tus fortalezas, ya que ellas son las que te llevarán lejos en tu carrera. De la misma forma, debes aprender a delegar aquellas actividades donde eres menos fuerte.

  • Para ser buen líder, primero sé humilde y buena persona, manteniéndote en contacto con tus emociones.


Aprender cómo ser un buen líder no es más que una extensión de la buena persona que eres. Comprométete a ser una persona íntegra, con valores y principios. No seas un robot que aparenta no sentir nada y permite a tus emociones salir. La inteligencia emocional se trata de entender tus emociones, no evitarlas. Un líder humilde se ve a sí mismo como un servidor y como un estudiante, más que como un maestro. No olvides mostrar gran apertura con tu equipo y, por tanto, respeto hacia los demás.

Estos cinco puntos te apalancarán en una base sólida que te permitirá impulsar tu desarrollo rumbo a la mejor versión del líder que llevas en tu interior.

Ahora bien, ¿cuáles son los superpoderes de un líder? Así como los superhéroes poseen superpoderes, un líder bien integrado puede desarrollar ciertas habilidades. Revisemos algunos de los superpoderes en materia de liderazgo que considero efectivos para activar el potencial humano de los miembros de tu equipo u organización:

  1. El superpoder de la persuasión. La habilidad de atraer a otros hacia tu punto de vista e inspirarlos a la acción.
  • El superpoder del positivismo. Permanecer positivo en los momentos difíciles aun cuando los demás a tu alrededor han tirado la toalla, debes elevar tus capacidades y reconocimiento de liderazgo. El positivismo otorga propósito y esperanza a los demás cuando más lo necesitan, permitiendo llevar a tu equipo a su máximo nivel de realización y cumplimiento.
  • El superpoder de la observación. Por lo general, las personas se encuentran muy ocupadas para siquiera notar sus alrededores y circunstancias. En ocasiones el poder de un líder viene del simple hecho de hacer una pausa y desacelerar el frenético ritmo del día a día para observar y evaluar la situación favoreciendo una mejor toma de decisiones.
  • El superpoder de la tenacidad. Si sólo pudieras contar con un superpoder de líder, puedes estar seguro de que éste lo es. Continuamente, la tenacidad es el factor que determina las oportunidades para el éxito. Cuando todo a tu alrededor se está́ desmoronando y como líder respondes con determinación, coraje, persistencia y temple… a eso se le llama carácter, contar con él es la mayor forma de expresión de poder.

Estas son las herramientas que necesitas para cubrir tus responsabilidades como líder; mientras más consciente estés de ellas, más oportunidades tendrás de usarlas a tu favor.

Ahora bien, no debemos dejar de lado algunos perfiles de superhéroes que sumarán siempre a tu equipo. Cada empresa exitosa tiene un equipo de superhéroes secretos que hacen que las cosas sucedan e inspiran a otros colegas. Muchos de estos campeones cotidianos se esconden a simple vista y sus superpoderes son las habilidades y talentos que tu equipo y organización necesitan para pasar de un estado normal a uno extraordinario y ¡más rápido que la velocidad de una bala![DR1]  Por lo tanto, si esperas destruir al Hulk de la competencia y llevar a tu equipo y, por ende, a tu empresa a nuevas alturas, asegúrate de contar con estos siete perfiles de superhéroes en tu equipo:

1. Alguien intrépido como Black Panther. Su principal superpoder es detectar ineficiencias y conceptualizar soluciones. Este superhéroe es el comandante pragmático y habilitador de los equipos. Él o ella, se le reconoce por su capacidad para inspirar, siendo directo, honesto e impulsado por el consenso. Un superhéroe que acepta los desafíos sin rodeos y trabaja para superar cualquier complicación que se le presente. Incluso, cuando enfrenta enemigos, se enfoca en trabajar hacia metas que ayuden a un bien mayor. Sin duda necesitas un Black Panther en tu equipo.

2. Un visionario como Tony Stark (Iron Man). Si bien todos en tu empresa trabajan de forma inteligente en los desafíos del día a día, necesitas a alguien que esté pensando en el futuro y que esté soñando en grande. Tener a alguien como parte del equipo que se enfoque en ver nuevas posibilidades y crear el próximo gran objetivo es absolutamente esencial para el éxito de tu organización. Este superhéroe es alguien que respira innovación, creatividad e ingenio. Sus talentos son clave para mantenerse por delante de los competidores. Además, esta persona te ayudará a desarrollar la misión y el objetivo único de tu empresa.

3. Un idealista intuitivo como Spiderman. Necesitas a este superhéroe en tus filas porque esta persona tiene una pasión por hacer del mundo un lugar mejor y traerá un sentido de propósito moral al equipo. Son excelentes comunicadores, profundamente creativos y siempre están guiados por principios y un fuerte sentido de servicio. Este superhéroe puede ser excelente en marketing porque tiene la increíble capacidad de ponerse a sí mismo en el lugar del cliente. Un Spiderman puede ser un gran mediador para crear situaciones de ganar-ganar

4. Un guerrero como la Mujer Maravilla. Este superhéroe desempeña el papel de una poderosa guerrera enérgica. Son perfectos para tomar grandes planes complejos y ponerlos en acción y, también, son excelentes jugadores de equipo y muy efectivos para dirigir reuniones, porque tienden a mantenerse concentrados y no se desvían de la tarea. Estos superhéroes se adaptan y siempre se mueven rápidamente para lograr los objetivos. Los que se atreven a hacer las cosas, son como la Mujer Maravilla que no tiene miedo de tomar el control de cualquier situación. Están orientados a los resultados y son excelentes para elaborar planes de acción a corto plazo. 

5. Alguien disciplinado como Thor. El poder principal de este superhéroe, que se apoya siempre en su enorme mazo, es la disciplina y la objetividad que ayudarán a tu equipo a poner en práctica sus planes. Son prácticos, realistas y confiables. Este superhéroe te dará siempre una opinión honesta, sin restricciones. Como Thor, este miembro de tu equipo no tiene problemas para bajar el mazo cuando es necesario, permaneciendo tranquilo y sumamente seguro ante cualquier presión con fuertes valores morales y un gran sentido del deber.

6. Un defensor como Batman. Este superhéroe de oficina es una persona reservada, de mentalidad independiente, compasiva e idealista, pero además lógica, ya que busca constantemente patrones y explicaciones. Un colega como Batman siempre estará detectando detalles que otras personas han pasado por alto, y logra entender y simpatizar con cualquier empleado. Este tipo de superhéroe puede ser un gran defensor, debido a que tiene una fuerte intuición y desea comprender a quienes les rodean a un nivel más profundo. 

7. El protector del Capitán América. Este superhéroe está motivado para ayudar a hacer del mundo un lugar mejor y cuidar de los demás. Son leales y desinteresados, obligados a servir. En una empresa, son cálidos, prácticos, organizados y buenos para escuchar a los demás, lo que los convierte en excelentes miembros del equipo. Su empatía, autenticidad y alta inteligencia emocional los hacen expertos en redes sociales y en conectarse con otros. Al igual que el Capitán América, este superhéroe de oficina siempre tendrá la espalda de su equipo.  Siempre recuerda que un líder es aquella persona que conduce a su equipo al logro de una meta: sabe poner en marcha al grupo y lograr influir sobre los demás. El liderazgo se caracteriza por una serie de cualidades que se adquieren y desarrollan con la práctica, y siempre se puede aprender y perfeccionar cómo ser un buen líder.

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Manifiesta como un líder bien integrado y consciente

La Ley de la Atracción y la práctica de la manifestación han estado presentes en la experiencia de los seres humanos en su recorrido por el mundo. Constantemente, las personas estamos buscando alcanzar nuestras metas y lograr objetivos específicos; por lo tanto, esta filosofía ha servido para lograr un acercamiento a aquello que queremos. Po ello, es que deseamos desarrollar al máximo nuestra capacidad de manifestar y contar con esa herramienta tan poderosa en nuestro arsenal para potenciarnos como líderes bien integrados y, sobre todo, conscientes.

Tomando en cuenta lo anterior, debemos preguntarnos, entonces, ¿Ley de Atracción y «manifestar» son lo mismo? Existe una sútil diferencia entre la Ley de la Atracción y la manifestación, pero al existir interdependencias entre ellas, puede haber confusión. La Ley de la Atracción es una filosofía que sugiere que los pensamientos positivos traen recompensas positivas y, de la misma forma, los pensamientos negativos traen consigo resultados negativos. Ahora bien, la manifestación implica hacer realidad algo utilizando tus pensamientos, sentimientos y creencias; es decir, si tienes pensamientos positivos, entonces manifestarás resultados positivos. Así, la manifestación propone que lo que asumes, vibras y sientes como verdadero simplemente se manifestará en tu realidad. La diferencia es mínima, por ello, decimos que en ellas podemos encontrar una interdependencia.

Imaginemos a alguien: llamémosle Juan, por ejemplo. Juan es consciente de su situación de pobreza, y manifiesta con la finalidad de acumular riqueza. En esta situación, lo que sucederá es que la persona será recompensada con aquello de lo que es consciente de ser; para Juan, en este caso, se le recompensará con más pobreza. Entonces, para que los deseos se manifiesten y se tenga éxito en lo que se ambiciona, las afirmaciones deben de ser las apropiadas; para ello, debemos adoptar una consciencia positiva de lo que se desea. Juan, primero, debe alejarse de su consciencia de pobreza para dejar de estar en esa condición. Suena sencillo, sin embargo, se trata de una cuestión que requiere fe y mucha práctica. Donde ponemos la atención, dirigimos nuestra energía, y adónde dirijamos nuestra energía, en eso nos convertiremos. Meditar, por ejemplo, sirve para elevarnos a un nivel de consciencia más alto, desviando nuestra atención de nuestras limitaciones actuales; con la meditación pensamos, vibramos y sentimos lo que deseamos ser.

Ahora bien, existen personas que tienen el deseo de lograr objetivos muy específicos, por lo que practican la visualización para, por ejemplo, romper récords de ventas; sin embargo, hay ocasiones en las que no logramos concretarlo, lo que nos lleva a una gran frustración. Cuando la mayoría de la gente ambiciona algo, comúnmente se queda atrapada en los pasos iniciales para alcanzarlo. Estos primeros pasos, el deseo y la visualización de la meta, son muy importantes, pero no son suficientes. Manifestar algo no es sólo imaginarlo, quererlo o desearlo con intensidad. Mucha gente hace esto y al no alcanzar sus metas se frustra; eso no es manifestar. Manifestar es entrenar intencionalmente tu cerebro y tu sistema nervioso central, para creer en algo que todavía no ha sucedido; asimismo, manifestar es una herramienta muy poderosa fundamentada en la Neurociencia y en años de investigación; cuando se realiza correctamente ayuda a alcanzar tus objetivos, por ambiciosos que estos sean, ya que te permite preparar el trabajo requerido para alcanzarlos.

En mi caso, suelo utilizar herramientas sustentadas por la ciencia, para manifestar constantemente; esto, con la intención de silenciar las conversaciones limitantes que se generan en mi mente acerca de mi vida, para tomar riesgos y vivir una vida más gratificante alrededor de aquellos que amo. Atletas olímpicos y de alto rendimiento, así como personalidades exitosas en el mundo de los negocios y del espectáculo, manifiestan constantemente de forma efectiva.

Ahora bien, puedes adoptar una fórmula práctica para aplicarla en tu vida personal y, como líder, en tu organización, lo cual te permitirá alcanzar metas por muy desafiantes que estas sean. Primero, reflexiona alrededor de lo siguiente: manifestar es entrenar mentalmente para olvidar lo que deseas y, en vez de ello, hacerlo parte de tu ser. Asimismo, manifestar no es pensar en deseos y esperar que se vuelvan realidad, eso hacemos a los cinco años cuando apagamos las velitas del pastel de cumpleaños. Debes ver la manifestación como una herramienta cotidiana que aprenderás a utilizar de forma precisa, intensional, sistemática y con propósito; la usamos para reprogramar mente, cuerpo y espíritu, y funciona para ayudarnos en el proceso de alcanzar nuestros sueños.

Cuando utilizas de forma correcta el proceso de manifestar, remueves los obstáculos que viven en tu mente, tales como miedo, resistencia, falta de autoestima, perfección, expectativas de otros y cualquier cosa que limita y no te deja salir de donde estás. Manifestar de forma correcta permite sacar toda la basura limitante de tu mente para reprogramarla con pensamientos, situaciones y sentimientos que te impulsan a crear una vida personal y profesional más gratificante. Finalmente, cuando logras hacerlo de forma apropiada, te darás cuenta de que es parecido al entrenamiento para ganar un campeonato: te prepara para un mejor rendimiento, eleva tu confianza y autoestima, y te acondiciona para realizar lo que quieres alcanzar. 

Manifestar es un proceso y, como tal, conlleva una serie de pasos que puedes aprender fácilmente. Para manifestar de forma efectiva sólo debes asegurarte de realizar lo siguiente:

  1. Ser genuino y declarar con certeza lo que deseas alcanzar.

Esto no sirve si no estas conectado con lo que verdaderamente deseas alcanzar:

  1. Elevar, por ejemplo, el desempeño de un equipo y romper el récord de ventas.
  2. Correr y terminar un maratón, teniendo muy claro que debes recorrer 42 km en un tiempo determinado.
  3. Visualizar los pasos y no sólo el objetivo final. 

Visualiza no sólo celebrar el momento del éxito que deseas alcanzar, sino también los pasos y actividades que necesitas llevar a cabo para alcanzarlo. Es aquí donde un visual-board (panel de sueños) puede ser de gran utilidad, ya que permite darle forma a lo que quieres reprogramar en tu mente; al tenerlo al alcance durante el día, activas esa manifestación constantemente. A pesar de la sencillez de este punto, mucha gente no lo hace correctamente, debido a que únicamente se enfocan en construir un collage de imágenes del objetivo ya materializado, lo cual sí es importante, sin embargo, no hay que descartar las imágenes de los pasos requeridos para alcanzar ese momento tan deseado:

  1. En el caso de un equipo de trabajo, son, por ejemplo, gráficas con los niveles de venta alcanzados, imágenes de reconocimiento, diplomas, preseas, certificados y fotografías de celebración, así como imágenes de un equipo participando en algún entrenamiento de técnicas de ventas.
    1. En el caso del maratón, aunado a imágenes de un podio con finalistas o de algún corredor llegando a la meta, también podrías visualizar imágenes de gente entrenando temprano a las 5:00 am, con un clima complejo: oscuro, frío y lloviendo.

La cuestión en este segundo paso es que, si la atención se enfoca únicamente en el objetivo final, ya sea el reconocimiento, el bono por altas ventas, cruzar la meta de la carrera, la casa en la playa, el auto deportivo, el millón de dólares en el banco o el cuerpo bello que tanto anhelas, no verás resultados. Estos objetivos te pueden llevar cinco o nueve años alcanzarlos, y si la meta es la única que tenemos en el vision-board, te puedes desmotivar fácilmente. Tu mente necesita percibir lo que requerirá el recorrido para alcanzar lo que deseas.

Recordemos que manifestar es entrenar mente, cuerpo y espíritu con la finalidad de que sean capaces de ver el trabajo que necesitas para alcanzar tus metas. La mayoría de las veces necesitas crear nuevos hábitos y cambiar tu actitud. Cuando visualizas de forma efectiva todos los pasos y transiciones que se requieren para alcanzar lo que deseas, las conexiones que se llevan a cabo en tu mente, en específico, en tu sistema neuro-hormonal, crearán una nueva realidad y se enviarán señales relacionadas con las actividades que necesitas para lograr tu deseo.

  • Siente en todo tu sistema y con todo tu ser.

Un atleta olímpico de esquí alpino dijo: “mientras cierro los ojos y lo visualizo para pensarlo y creerlo, tengo que oírlo, olerlo y sentirlo en todo mi ser con el fin poder crearlo un día”. Durante tu jornada diaria, desde que amanece hasta que te vas a la cama, puedes aprovechar ciertos momentos para cerrar los ojos y revisitar esa manifestación: visualiza los pasos que te llevarán a alcanzar tus deseos y metas.  Por ejemplo, el líder de una empresa, cuando se cepilla los dientes, puede cerrar los ojos y en silencio revisitar en su mente los pasos que lo conducirán, junto con su equipo, a celebrar ese récord de ventas. Al hacer esto, es capaz de sentirlo con todo su ser como si estuviera viviendo el momento. De la misma forma, un corredor puede cerrar los ojos y activar en su mente las actividades que se requieren para prepararse y cruzar esa meta. De alguna forma, ensayar en tu mente y sustituir las excusas por acciones, permiten que te des cuenta de que sí se puede, si realizas lo que te has planteado para conseguirlo.

Puede ser que en ocasiones estés saboteándote. Es posible que una vocecita en tu interior no quiera cooperar y limite tus acciones haciéndote creer que no serás capaz de realizar los pasos necesarios, para avanzar hacia la realización de tus deseos. Si esto llega a suceder, no te preocupes. Piensa en algún role-model, alguien que admires y del que estás seguro de que puede realizar una particular tarea, de forma natural y sencilla, rumbo a lo que tú deseas. Por ejemplo, el líder de una empresa puede pensar en otro gerente, alguien a quien admire debido a los buenos resultados que ha obtenido en ventas gracias a sus habilidades. Un corredor probablemente piense en un atleta famoso o quizá en algún amigo corredor que sea más experimentado. Esto ayudará a centrarte y mantenerte motivado. Te aseguro que, paulatinamente, esa visualización dejará de ser una limitante y podrás sustituir la imagen de tu colega por una de ti mismo.

  • Pasar de la visualización a la acción.

En algún momento tendremos que pasar de la visualización a la acción con la finalidad de poner el plan en movimiento. Una buena visualización requiere un plan factible para ejecutarlo día a día, semana a semana, mes con mes y año con año. Sin embargo, existe un gran error en el que muchos caen y en la que todos estamos expuestos: la impaciencia, la cual, si no se atiende de forma inmediata, se convierte rápidamente en frustración. No imaginas la cantidad de personas que, ya cerca de la etapa final, abandonan el proceso de manifestación debido a la desesperación que produce la impaciencia. En estos casos, lo que tienes que hacer es olvidarte del cuándo y anclarte a la razón: al por qué de lo que estás persiguiendo.

Ahora bien, la magia del proceso hacia una manifestación efectiva está en la antelación de cualquier momento de dificultad, que pueda orillarte a renunciar a tu recorrido rumbo a tu meta. Lo más bello de todo, es que no depende de nadie más que de ti mismo: tú eres dueño de tus sueños y de tu manifestación, y tú estás a cargo de tu proceso. Recuerda que no hay éxito sin un plan, y el mejor plan lleva consigo acciones basadas en una visualización, la cual está fundamentada en un deseo o en una meta. Todo este proceso es parte de la manifestación.

Pero, entonces: ¿Qué tan dispuesto estás a trabajar rumbo a tus anhelos? Puede llevar horas, meses o, incluso, años para lograr y celebrar el éxito. ¿Estás verdaderamente dispuesto a, junto a tu equipo, realizar un centenar de llamadas a clientes potenciales con la finalidad de aterrizar un contrato que haga la diferencia? ¿Estás comprometido a levantarte temprano todos los días a entrenar para el maratón, sin importar las inclemencias del tiempo? ¿Estás dispuesto a ahorrar e invertir a través de los años, sacrificando gustos y bienes con el objetivo de comprar en 10 años la casa en la playa que tanto deseas? ¡Aquí radica la diferencia entre los que lo logran y los que no!

Te comparto algo de mi experiencia en el camino de la manifestación, que me ha ayudado a disfrutar de una vida más gratificante, tanto en lo personal como en lo profesional:

  • Como profesional, cuando inicié como representante médico para una compañía farmacéutica en México, en la década de los 90, me propuse conseguir una posición ejecutiva que me permitiera liderar toda la región de Latinoamérica. Lo escribí, literalmente, en la hojita de un block amarillo hace más de 20 años; definí las transiciones y posiciones que debía cubrir para obtener el conocimiento, desarrollar habilidades y generar la experiencia que me brindaría la oportunidad de ser un candidato viable para esa posición. Nunca dejé de ver mi hojita ni tampoco dejé de visualizarme en la posición anhelada; tampoco omití el camino para lograrlo, como las posiciones que debía ocupar para llegar ahí. En 2017, fui nombrado vicepresidente senior para la región de Latinoamérica, 25 años después de haber iniciado mi manifestación con un lápiz, un sueño y una hojita de papel.
  • Como deportista, me planteé, hace 15 años, el deseo de participar en carreras del circuito Ironman, el cual considera distancias brutales de nado en aguas abiertas, seguido de 180 km en bicicleta de ruta, para luego finalizar en un maratón completo con un margen total de 17 horas como corte para poder terminar la carrera en tiempo. Lo manifesté: definí un plan de entrenamiento que permitiría prepararme alternando viajes, horas laborales y compromisos familiares. En 2009, participé en mi primera prueba Ironman en Niza, Francia, la cual no pude terminar dado que no seguí mi plan al pie de la letra. El mismo día de mi intento fallido, me inscribí a otra prueba en Barcelona, España, la cual tenía lugar sólo tres meses después. Hice los ajustes pertinentes a mi entrenamiento y pude seguirlo perfectamente: participé y logré terminar mi primer Ironman. Desde entonces, he participado en un sinfín de carreras de este circuito y siempre sigo el proceso de manifestación, aunado a un plan apropiado de entrenamiento al que busco apegarme al pie de la letra.
  • Como autor, me planteé, hace dos años, el deseo de escribir mi primer libro. Lo manifesté y puse un plan en marcha. Me topé con algunos desafíos en su publicación, por lo que decidí, de inicio, autopublicarlo en Amazon. Pocas semanas después, fui contactado por la editorial Acantaros Editores, con quienes publicamos Liderazgo al Cuadrado, libro que ya se encuentra a la venta en tiendas y librerías reconocidas.

Aun no tengo la casa cerca del mar en la costa lusitana que tanto anhelo, pero ya tengo una buena lista de aquellas propiedades donde me veo junto a mi esposa en un tiempo no muy lejano. Manifiesto y me visualizo cerrando y escriturando esa casa, sintiendo la brisa del atlántico y respirando el aire fresco de la cierra de Sintra junto con Adriana, mi esposa. También me visualizo trabajando y cosechando el dinero para conseguirlo… y así será: ¡Hecho está! !Hecho está ¡Hecho está!

Para otras cosas que anhelo a un mayor largo plazo, no tengo prisa; sin embargo, ya lo manifiesto: visualizo a mis nietos en esa casa en Portugal pasando unas bellas vacaciones. Todo el tiempo estoy manifestando y cristalizando proyectos que en mi mente llevo mucho tiempo viviendo, vibrando y sintiendo. Sé que en su momento estarán listos para crearse.

Eres un ganador y, si es el caso, un gran competidor olímpico. Manifestando apropiadamente e incorporando esta práctica a tu día a día, lograrás crear una vida llena de experiencias gratificantes que tú, y sólo tú, estás creando para ti y los tuyos.

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El manejo de nuestras emociones de forma efectiva

¿Por qué crees que nos resulta tan complicado convivir con nuestras emociones y con las de los demás?  Si lo piensas bien, únicamente tendríamos que hacernos responsables de explorar el contenido de nuestro subconsciente y cambiar aquellas creencias limitantes que nos alejan de la felicidad. De alguna forma, no puedes ser racional si eres demasiado emocional, pero también es verdad que no puedes ser racional si no logras mostrar tus emociones.

Cuando eres demasiado emocional, no quieres hacer lo que sabes que es mejor para ti. Piensa un momento: ¿cuántas veces te has rendido ante tentaciones y has ido en contra del buen juicio, como comerte ese postre extra o fumarte otro cigarrillo? Es como si no quisieras seguir el cambio que te llevará a que las cosas mejoren. Esto es lo que lo hace tan complejo.

La neurobiología, el estudio de los mecanismos generales del funcionamiento del sistema nervioso, nos dice que la racionalidad depende de un profundo sistema de regulación, compuesto por emociones y sentimientos. Por ejemplo, pensemos en una persona que ha sido diagnosticada con un tumor cerebral y requiere cirugía. Durante el procedimiento, el neurocirujano extirpa el tumor, pero accidentalmente genera una lesión en la conexión entre el lóbulo frontal (centro del pensamiento) y la amígdala cerebral (el centro de las emociones). Cuando el paciente se recupera de la operación, de alguna forma, experimenta extrañas sensaciones. Al recordar alguna tragedia de su vida, habla con desapego incompatible con la gravedad del evento, como si fuera un espectador de su vida. Esto indica que la desconexión entre pensamiento y emoción causada durante la cirugía ha apartado al paciente de sus emociones; es decir, el paciente logra pensar, pero no sentir.

En un caso tan complejo como este, el paciente mantiene su inteligencia, pero se ha convertido en una persona totalmente incapaz en la toma de decisiones: no es posible tomar ninguna decisión sin sus emociones; centro racional de la mente puede generar una serie de alternativas y argumentos, pero las decisiones requieren una facultad adicional, ya que la mente necesita evaluar el peso emocional de cada opción y elegir a través del sentimiento.

La emoción siempre es correcta. Si examinas una historia particular más allá de las emociones, encontrarás afirmaciones que pueden estar equivocadas, dado que pueden ser producto de errores de percepción o de razonamiento. Por eso la «inteligencia emocional» significa abrazar la emoción y desafiar al pensamiento. Para lograrlo, necesitas reconocer las emociones y saber cuáles son sus detonantes. Las más comunes en nuestro día a día son alegría, tristeza, entusiasmo, miedo, gratitud, enojo, culpa y vergüenza. Estas emociones se pueden manifestar de la siguiente manera:

Te sientes alegre cuando crees que algo bueno ha pasado. La felicidad es la expresión de aquello que es importante para ti con respecto al éxito. Piensa un momento dónde te sentiste alegre; probablemente fue tras conseguir algo valioso. La alegría llama a la celebración; cuando celebras, reconoces el valor de lo que lograste y enfrentas el futuro con fortaleza y esperanza.

Por el contrario, te sientes triste cuando crees que algo malo ha pasado. La tristeza es la expresión de dolor frente a una pérdida. Piensa en un momento donde te sentiste triste; probablemente fue tras algo valioso. La tristeza pide duelo, ya que es un proceso en que reconoces la importancia de la pérdida y recuperas un sentido de paz interior.

Sientes entusiasmo cuando crees que algo bueno puede llegar a suceder. Piensa en un momento en que te sentiste entusiasmado; quizá creíste que algo que valorabas estaba a tu alcance. El entusiasmo pide esfuerzo; cuando conviertes el entusiasmo en acciones concretas, aumentas la probabilidad de lograr tus objetivos.

Ahora hablemos sobre una emoción muy importante, el miedo. Sientes temor cuando crees que algo malo puede ocurrir. Recuerda alguna situación en la que te sentiste así; es probable que algo que valorabas estaba en riesgo. El miedo pide protección; entonces, cuando conviertes el miedo en acciones específicas, disminuyes la probabilidad, o el impacto, de una posible pérdida.

Otra emoción importante es la gratitud. Sientes gratitud cuando crees que alguien hizo más por ti de lo que tenía que hacer. Piensa ahora en un momento en el que te sentiste agradecido; probablemente alguien te ayudó a conseguir algo que valorabas. La gratitud pide apreciación, y al agradecer a las personas que te han ayudado, reconoces su esfuerzo y el impacto en tu bienestar.

Por otro lado, te sientes enojado cuando crees que alguien te ha hecho daño indebidamente. ¿En qué momento de tu vida te has sentido verdaderamente enojado? Quizá fue debido a alguna transgresión, ya que alguien dañó algo que tu valorabas. El enojo pide un reclamo, un esfuerzo para restablecer los límites transgredidos; también, pide reparación del daño y protección en el futuro. Al expresar el enojo de manera productiva, reafirmas tus valores y reduces la posibilidad de que seas lastimado nuevamente.

Ahora bien, las emociones «negativas» como la culpa y la vergüenza desempeñan un papel importante en tu vida, dado que son indicadores de que algo tiene que cambiar. Te sientes culpable cuando crees que hiciste algo que no va de acuerdo a tus valores y que, a través de esto, le has hecho daño a alguien que te importa. La culpa exige una disculpa, un esfuerzo para reparar y volver a comprometerte con el valor que no pudiste demostrar. La culpa también pide reparar lo que lastimaste; al expresar tu culpa productivamente, restauras tu integridad. Entonces, de alguna forma, la culpa llega a ser saludable, pero la vergüenza no. Te sientes avergonzado cuando crees que eres inconsistente con tus valores y cuando sientes que estás equivocado. Es una emoción muy profunda y de una vibración muy baja. Hay un juicio interior de que algo fundamental está mal contigo. Por ello, no existe una expresión saludable de vergüenza, la única cosa saludable de ella es reconocerla y trabajar para que se disuelva.

La angustia, el miedo y el enojo son emociones dolorosas. Con cada una de ellas incurres en una «deuda emocional» y si no la pagas, pues caes en un tipo de bancarrota emocional. Al reprimir el flujo de tus sentimientos, te hundes en estados de ánimo negativos como la resignación, el resentimiento y la depresión. En cambio, la alegría, el entusiasmo y la gratitud son emociones placenteras, pero si no las reconoces, puedes correr el riesgo de apartarlas de tu vida.

La regulación emocional mal gestionada puede llevarte a dos malas estrategias: explosión y represión. Puedes llegar a explotar sin examinar las bases de tus emociones y sus efectos. Estas acciones suelen perpetuar el ciclo de sufrimiento. Gritar a los demás nunca resuelve el problema; al contrario, usualmente lo hace peor. Es posible que hayas aprendido a controlar tu ira permaneciendo impasible en el exterior mientras estás hirviendo por dentro. Esa presión se acumula hasta que alcanzas tu límite y explotas.

Regular tus emociones de forma efectiva involucra la expresión consciente. Para canalizar la energía emocional, tienes que reconocerla, aceptarla y entender sus orígenes. También necesitas reconocer sus impulsos, pero sin rendirte a ellos. Cuando desarrollas esta disciplina, puedes aceptar completamente lo que sientes sin actuar en contra de tus valores. Recuerda que únicamente eres responsable de tus acciones, no de tus emociones. Las emociones son buenas consejeras, así que tienes que escucharlas, sin renunciar a actuar con integridad.

Como líder bien integrado, debes tener presente que los adultos seguimos siendo animales sociales, seguimos necesitando una fuente de estabilización fuera de nosotros mismos. Eso significa que, en algunos aspectos importantes, las personas que integran tu equipo no pueden ser estables del todo por su propia cuenta. Puedes ayudar a los miembros de tu equipo a volverse más inteligentes emocionalmente, pero, antes de ayudar a los demás, debes alcanzar un buen nivel emocional tú mismo. La herramienta más importante para ayudar a otros a manejar sus emociones es la resonancia.

Imagina dos diapasones del mismo tono, uno al lado del otro. Al golpear el primero, puedes notar que también el segundo comienza a vibrar. En una relación sucede lo mismo, cada individuo actúa como un diapasón que recibe y transmite ondas emocionales. Cuando una persona tiene una reacción emocional, las vibraciones afectan a la otra persona, quien empieza a vibrar en respuesta. Si las dos personas son emocionalmente reactivas, entonces se intensificarán sus interacciones negativas. Si uno de ellos permanece centrado, puede comenzar un ciclo de apaciguamiento incluso si la otra persona permanece reactiva.

Cuando dominas la reacción ante tus emociones, puedes traer ecuanimidad a cualquier relación. Si logras permanecer centrado en medio de una situación emocionalmente cargada, puedes ayudar a otros a permanecer serenos y conscientes. Cada una de las siguientes competencias de autorregulación sirve para ayudar a otros a manejar sus emociones: reconocimiento, aceptación, desactivación y sondeo.

Reconocimiento. Aunque no podemos observar los estados anímicos internos de los demás, sí podemos detectar las señales externas. Las emociones tienen un componente físico (las mejillas sonrojadas, por ejemplo) y un componente de comportamiento (los puños apretados). Puedes hacer inferencias válidas acerca de los sentimientos del otro basado en señales emocionales observables (físicas y de comportamiento) y una comprensión de la situación del otro. Tu atribución de valores y objetivos, y tu proyección sobre el otro de la dinámica emocional que experimentarías en una situación similar. Así funciona la empatía.

Es importante aclarar que lo que infieras acerca de lo que otra persona piensa y siente, no es necesariamente lo que en verdad está experimentando. No puedes leer la mente del otro. Además, no considerar las señales emocionales tiene una gran desventaja. La mejor manera de trabajar con atribuciones (inferencias sobre el estado mental y las emociones de las otras personas) es basarlas sobre la mejor evidencia disponible, declararlas de forma tentativa (reconocer que es solamente tu interpretación) y pedirle al otro que las verifique. Por ejemplo, al darte cuenta de que un miembro del equipo está sentado con los brazos cruzados, callado y un poco distante de la mesa de reunión, podrías decir algo como: “Patricia, veo que tienes una actitud distante, quisiera saber cómo te estás sintiendo con nuestra conversación”. Esta sería una gran alternativa que evita, de alguna manera, atacar a Patricia con un cuestionamiento como: “¿Por qué estás callada? ¿Qué sucede contigo?”

Aceptación. Para trabajar con las emociones de los demás, es necesario primero aceptarlas sin juzgarlas. No sólo es inútil castigar a alguien por lo que siente, también es contraproducente. Puedes sentir la tentación de decirle a un colega que se anime o decirle a tu hijo que las cosas no son tan malas como parecen, pero tales advertencias rara vez funcionan.

Un líder que se da cuenta de que sus empleados tienen miedo a un próximo cambio organizacional, podrá sentirse inclinado a tranquilizarlos con algo como: “No hay nada de qué preocuparse”. Posiblemente, tenga buenas intenciones, pero lo más probable es que su declaración asuste aún más a los empleados. Desafiar las emociones de otros los hace sentir juzgados, malentendidos y no respetados.

Desactivación. Nada desactiva tanto las emociones como tu propia postura relajada y centrada. No reaccionar ejerce un efecto moderador sobre emociones intensas. Aceptar la emoción del otro sin juzgarlo le ayuda a recuperar su ecuanimidad. Es posible desactivar las emociones del otro incluso en circunstancias extremas: alguien puede estar muy molesto contigo, pero no tienes que escalar el conflicto; puedes asumir la responsabilidad de la reacción que ocasionaste y hacer lo mejor para mantener la ecuanimidad.

A través de un sondeo abierto, permite que el otro exprese sus sentimientos y aquello que está pensando. Cuando entiendas mejor la historia que está detrás de su emoción, podrás tomar las medidas adecuadas para hacerle frente. Si la situación resulta inmanejable, siempre puedes separarte en paz y con integridad.

Sin una reacción, un ataque no dura mucho tiempo. Como un fuego que se queda sin combustible: el calor emocional se consumirá́ a sí mismo. Por ello, la mejor manera de recibir la emoción de otra persona es con empatía, sin juicio ni argumento. Con la finalidad de desactivar la energía agresiva y provocadora, busca la manera de estar de acuerdo con la otra persona, no te preocupes por lo incorrectas que creas que son sus opiniones; encuentra una mínima evidencia de verdad con la que puedas estar de acuerdo para que mezclarte con la energía critica de forma genuina. Evita el sarcasmo y estar a la defensiva.

Sondeo. El objetivo del sondeo es ayudar a otros a entender sus emociones y actuar hábilmente. La clave es ayudar al otro a presentar sus necesidades e intereses de manera que te permita identificar cómo satisfacerlas y, al mismo tiempo, cuidar de los tuyos. Sondear y escuchar es influir en los demás, no manipularlos; la diferencia se basa en el respeto por la autonomía. Manipular es como distorsionar información con el fin de que alguien actúe como tú deseas, creyendo que, si la otra persona hubiera sabido lo que tú sabes, no hubiera actuado de esa manera.

Para cerrar, retomo una frase que me encanta de Jorge Bucay: “No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas”.  

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Todo es energía, y como líder… ¡tú eres energía!

La física cuántica y, más recientemente, la epigenética, son el estudio de los cambios que activan o inactivan nuestros genes con base en la alimentación, el ejercicio y otras sustancias químicas. Esto ha permitido arrojar luz a la profunda conexión entre mente, cuerpo y espíritu. Los conceptos que estudian estas nuevas ramas de la ciencia revelan que la conciencia es responsable de nuestras experiencias de vida, incluido nuestro funcionamiento biológico. Por lo tanto, tus pensamientos son los verdaderos creadores de tu realidad. Esto significa que, al cambiarlos, puedes cambiar tu realidad. Una vez que aceptas que «tú» eres responsable de todo lo que te sucede, logras empoderarte para recuperar el control de tu vida. Es como pasar del asiento de copiloto al de piloto.

Tu mente es responsable de tomar todo lo que percibe en el mundo externo y crear su propia interpretación. De esta manera, tu cuerpo responde a estas percepciones liberando sustancias químicas que afectan tu salud y bienestar: para bien o para mal. Si tus creencias sobre el mundo y sobre ti mismo son negativas, el resultado inevitablemente será angustia, desarmonía y, de alguna forma, enfermedad de tu cuerpo. Tus creencias subconscientes controlan tu biología y, por tanto, tus pensamientos crean tu realidad.

A través de la física cuántica, se ha demostrado que nuestras experiencias en el mundo físico están profundamente conectadas con el funcionamiento interno de nuestra mente. Nuestra mente crea percepciones y esas percepciones propician cambios químicos en nuestro cuerpo que, al final, afectan nuestra biología. Es decir, la manera en la pensamos tiene un efecto sobre cómo nos sentimos. Y cómo nos sentimos, a su vez, afecta nuestra forma de pensar.

Si despiertas cada mañana sintiéndote ansioso o pensando que la vida es dura, entonces tu cerebro iniciará la producción de cortisol, una hormona relacionada con el estrés, que inevitablemente apagará tu sistema inmunológico y tu capacidad de pensar. Imagina lo que sucedería si te sintieras así todos los días. Debemos contribuir a romper este ciclo para lograr el bienestar de la mente, el cuerpo y el espíritu. Esto es vivir con coherencia.

Ahora que sabes que tus pensamientos pueden influir positiva o negativamente en tu funcionamiento biológico, ¿qué hacer para que tu mente, cuerpo y espíritu trabajen juntos? Primero, debes hacer un esfuerzo en eliminar las telarañas que llevas como creencias limitantes en tu mente. Estas creencias están profundamente arraigadas en tu subconsciente y, como le pasa a la mayoría, ni siquiera eres consciente de ellas. Controlan tu comportamiento y tus pensamientos. Por lo tanto, el primer paso para cambiar tu vida es tomar consciencia de esa programación.

De acuerdo las aportaciones del Dr. Joe Dispenza en el campo de las neurociencias y a los estudios de la meditación, podemos decir que atraemos lo que vibramos y no lo que pensamos. Esto es el punto central de la importancia de la física cuántica que se debe poner sobre la mesa.

Joe Dispenza explica cómo los pensamientos actuales parten de emociones instaladas en nuestro cuerpo a partir de experiencias pasadas, algunas de ellas negativas o incluso traumáticas. Hechos que sucedieron en el pasado (que ahora no tendrían por qué afectarnos en absoluto) condicionan nuestra forma de ver la vida y nos impiden aspirar a lo que nos gustaría lograr. Detrás de cada pensamiento existe una emoción arraigada en el cuerpo que lo condiciona y, además, impide percibir la realidad tal y como desearías que fuera. Nos volvemos, de alguna forma, adictos a comportamientos y sensaciones que tienen su base en experiencias pasadas.

Si reconoces el origen de estos malos hábitos, serás capaz de reprogramar tu cerebro para que aparezcan comportamientos nuevos y creativos en tu vida. Si ante una situación de insatisfacción insistimos en aplicar los mismos mecanismos mentales que hemos aplicado a lo largo de nuestra vida, los que siempre nos han llevado hacia una nueva insatisfacción, jamás saldremos del círculo vicioso de la desgracia. Por el contrario, si nos enfocamos en nuevos objetivos y hacemos las cosas con confianza y con un deseo genuino, es muy probable que se materialicen. Al «reprogramar» nuestro cerebro desaprendemos emociones negativas del pasado y experimentamos nuevas emociones que generan reacciones químicas positivas. Esto propicia la creación de líderes sin temor al fracaso, empleados automotivados y personas libres de depresión y ansiedad.

Finalmente, todo se relaciona con la conexión entre el pensamiento y las emociones. Esto produce sentimientos que manifiestan y crean lo que buscamos en la vida. Confía en que, si puedes pensarlo y conectarlo con la emoción apropiada… ¡lo puedes crear!

La física cuántica facilita un lenguaje científico que sincroniza lo que gira en torno a la energía y a lo que puede llegar a suceder. No es una ciencia objetiva, por lo que requiere de mucha fe para abrirnos a otras perspectivas.

Si lo piensas por un instante, todo a tu alrededor es mágico, pero tus creencias te dicen que todo debe de ser racional y, por lo mismo, no te permites experimentar y aceptar nuevas formas de creación. Hay creencias que suman y otras que nos limitan. Las creencias viven en el subconsciente y es ahí donde la mente reina a través de pensamientos que nos controlan. Los pensamientos ligados a nuestras creencias detonan emociones. Esto desencadenan sentimientos que, al final, determinan la actitud con la que andamos por la vida.

La física cuántica nos muestra el comportamiento de la energía a través de ondas y su frecuencia de vibración. Solamente podemos atraer energía que vibre en nuestra misma frecuencia y, cuando dos ondas se sincronizan, en su sube y baja, esa energía se potencia. Las ondas o frecuencias producidas por el cerebro han sido ampliamente estudiadas. Según su frecuencia en el día, se clasifican como: Beta, Alfa, Theta, y Delta.

Cada frecuencia de onda corresponde a un estado físico y emocional. Es importante identificarlas porque así podrás estimular tus ondas Alfa, donde alcanzarás el nivel que requiere un líder bien integrado y consciente. En nuestro día a día pasamos más tiempo en Beta, vibrando a una frecuencia entre 14 y 40 Hz.

En Beta, estás despierto y alerta: tu mente se agudiza y se concentra. Esto hace que las conexiones sean más rápidas y fáciles, por lo que estás preparado para hacer un trabajo que requiere de toda tu atención. En el estado Beta, las neuronas se disparan. Ahí, las nuevas ideas y soluciones a problemas llegan como relámpagos a tu mente. Además, esta es la onda cerebral que está asociada a la respuesta de lucha o huida, así como a los sentimientos de ansiedad y estrés que genera dispersión del pensamiento.

Ahora bien, en la frecuencia Alfa, entre 8 y 14 Hz, tu estado es placentero y relajado, esencial para la reducción del estrés y potenciar los altos niveles de creatividad. Artistas, atletas y personas intuitivas son productores prolíficos de Alfa.. En esta frecuencia, los hemisferios cerebrales se sincronizan creando una sensación de equilibrio y bienestar. Los beneficios de salud asociados a este estado son la reducción de ansiedad, estrés, depresión, dolor crónico y presión arterial alta, así́ como aumentos en el flujo sanguíneo cerebral y el aumento de la motivación, la energía, el rendimiento y la felicidad.

Existen otras frecuencias como Theta, que oscila entre 4 y 8 Hz. Es el estado que normalmente se experimenta al despertar o al caer en sueño, y donde se produce una sensación de paz interior y de estabilidad emocional. Finalmente, la frecuencia Delta oscila entre 0.5 y 4 Hz, lo que genera un estado de relajación profunda y una conexión con tu subconsciente.

Con un poco de práctica, puedes entrar fácilmente en Alfa, el estado que estimula la producción de endorfinas que equilibra el funcionamiento de tu sistema nervioso. Lo puedes activar fácilmente cerrando los ojos y evitando que los estímulos del mundo exterior te distraigan. Aquí, la práctica de la meditación es muy poderosa.

Un líder bien integrado buscará siempre operar bajo un estado de equilibrio emocional que transmita paz y serenidad a su equipo, aun en las situaciones más estresantes, para activar una toma de decisiones más intuitiva y asertiva.

El ser siempre está en búsqueda de su equilibrio, el cual es un estado muy personal. Tu equilibrio es lo más importante en este recorrido de vida, dado que es la única forma de estar reforzado para explorar el contenido de tu subconsciente y navegar entre las penumbras de tus creencias limitantes. ¡Este equilibrio es la alta vibración!

Ahora bien, ¿por qué atraemos lo que vibramos, y no lo que pensamos?

La ley de la atracción es precisamente eso: la conexión de las mismas frecuencias. Por lo tanto, nunca vamos a atraer lo que queremos, sino lo que somos. Y, ¿qué somos?, la respuesta es sencilla: somos energía y vibración que va a una frecuencia que resuena igual que nosotros. Nada de lo que nos sucede es ajeno a nuestra propia vibración. Esto es la Ley de la Resonancia, a veces llamada Ley de Atracción. Potenciando o disminuyendo tu energía, estás transformando de manera continua tu entorno, indicándole a tus gluones que vibren alto, al nivel de la abundancia o, por el contrario, que vibren bajo, al nivel de la culpa o peor aún… de la vergüenza.

Somos seres que generamos energía electromagnética, y a través de ésta nos relacionamos con el universo, que no habla ninguna lengua creada por el ser humano, como el inglés o el español y, por eso mismo, no puede entender tus afirmaciones. El universo sólo habla una lengua: energía. Entonces, tenemos que reconocernos primero como tal, como energía,  para entender por qué atraemos lo que atraemos y por qué, desde niños, nos pasa lo que nos pasa. Explicado de otra forma: para que tu organismo funcione de manera adecuada, necesitas neurotransmisores —hormonas— que permitan la comunicación entre neuronas. Estas hormonas controlan una amplia variedad de funciones físicas y psicológicas, incluyendo tu estado de ánimo, el aprendizaje, el miedo, el placer y la felicidad.

Ahora bien, respecto al concepto de «electromagnetismo», es propicia explicar que electro es un sufijo que viene de electricidad, y magnetismo es tal cual un imán. Estas dos fuerzas siempre viajan juntas y no se pueden separar. Nuestra parte eléctrica provienen de las conexiones de las neuronas, las cuales crean un flujo de electrones. Tus pensamientos representan la parte eléctrica dentro de este proceso dinámico.

Por otro lado, tus emociones representan la parte magnética, y estas se representan como hormonas: dopamina, oxitocina y serotonina. Conforme se desplazan por el cuerpo, van transformando tus células y dan instrucciones de cómo tienen que conducirse: construyendo o anulando la frecuencia. Por eso hay algunas que nos suben la frecuencia y otras que nos la bajan. Entonces, así como no se puede separar la parte eléctrica de la magnética, tampoco se pueden separar los pensamientos de las emociones.

De esta forma, el control de tu energía está en manos del subconsciente, lugar donde se encuentran instaladas las creencias que, la mayoría del tiempo, te guían automáticamente y no permiten que te des cuenta de lo que piensas. Esa contracción impide que veas abundancia, gratitud y compasión a tu alrededor, por lo que el verdadero viaje en búsqueda de la iluminación es hacia adentro: en el subconsciente más profundo. Debes encontrar qué es lo que no está funcionando o qué es aquelllo que hace ruido para, entonces, reconocer lo que no te está permitiendo ser tú mismo y vivir tu propósito de vida. El objetivo no es que te construyas una nueva identidad, sino que, genuinamente, te sientas como parte del cosmos. Como somos nada y, a su vez, somos todo en esa inmensidad, podremos fusionarnos en el universo.

Recuerda que todo está vibrando constantemente, nada permanece inmóvil o inactivo. El pensamiento también vibra, y la manera en que lo hace influye en ti y en lo que atraes a tu vida. Para vibrar en función de lo que quieres atraer, no basta sólo pensarlo y visualizarlo, sino que hay que creerlo y sentirlo con intención; tus creencias en el subconsciente determinan tus pensamientos, los cuales detonan emociones (vibraciones) que decretan tu realidad.

Creer es la única forma en la que logras que lo que está dentro de ti se refleje en la vibración de tu pensamiento. La energía de esta vibración se proyecta y logra atraer exactamente lo que quieres. Si no crees que ya tienes lo que estás deseando, entonces difícilmente conseguirás que tu pensamiento vibre en la frecuencia correcta para atraerlo y que se materialice en tu vida.

Es idéntico con las situaciones que estás viviendo y las relaciones que tienes: llegaron a tu vida por la vibración que tú mismo generaste. Si tu sistema de creencias está basado en lo que te dicta el ego de líder exacerbado, tu pensamiento vibrará en ese mismo sentido e impactará en tu realidad. Es probable que estés atrayendo relaciones toxicas, malos negocios o situaciones que te causan temor, incertidumbre y rabia. Reconoce y acepta que atraes lo que vibras. Para logarlo, primero, tienes que convertirte en un gran observador de ti mismo con respecto a tu sistema de creencias, pensamientos, emociones, actitudes y comportamientos. Identifica dónde estás poniendo tu atención: lo que ofreces y lo que estás exigiéndote a ti mismo y a las demás personas, como, por ejemplo, a los integrantes de tu equipo.

Tienes que hacer este ejercicio con honestidad, convencimiento y voluntad para que consigas pasar de un sistema de creencias basado en el ego tóxico, a uno cimentado en la mente recta y que te permita vibrar en tranquilidad, armonía, abundancia y prosperidad. Así, el sentido de vida se vuelve una experiencia distinta al decir: “estoy aquí como un acto de servicio para acercarme al amor incondicional, ofreciendo herramientas para que otros prosperen en esta presencia de vida y juntos creemos un mundo mejor. De esta manera, se sincronizan perfectamente los conceptos del liderazgo integrado y la física cuántica, lo que da como resultado un poderoso y potenciado «liderazgo al Cuadrado».

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La cultura se sobrepone a cualquier estrategia

La cultura de una compañía es como la personalidad de una organización, la cual se refleja a través de hábitos, comportamientos y creencias establecidas a través del tiempo. Esto, con base en normas, valores y expectativas que se comparten por parte de todos los miembros de una organización.

¿Sabías que para el 46% de las personas que buscan empleo hoy en día, la cultura organizacional es fundamental a la hora de aceptar o declinar una propuesta de trabajo? Entonces, ¿por qué es tan importante la cultura en una organización?Porque refleja las creencias inconscientes del grupo, las cuales se manifiestan por medio de lo que sienten y piensan los colaboradores. Esto permite orientar sus decisiones, definir las acciones y el destino de la misma organización, con la finalidad de apuntar a fidelizar más a sus clientes.

Una cosa es segura: en cualquier empresa, por pequeña que sea, siempre se creará una cultura. El cuestionamiento que debemos hacernos es si esa cultura ayuda o dificulta la capacidad de una organización para realizar sus objetivos estratégicos.

En esta línea, observemos cómo todo está finalmente ligado al rol del líder. Un líder tiene éxito o fracasa en la medida en que se logren ejecutar las estrategias planteadas de acuerdo a las expectativas; de esta manera, más que un brillante diseño estratégico, lo que en verdad importa al final del día es la ejecución de esas estrategias. Una cultura efectiva es la clave para la ejecución de cualquier estrategia y, en consecuencia, un buen liderazgo es la clave para una cultura efectiva.

Así, las organizaciones tienen éxito cuando sus lideres desarrollan conscientemente una cultura efectiva, y, por ende, fracasan cuando no lo hacen. Nuevamente, todo está perfectamente ligado. Esto no sólo es válido para la alta gerencia, el mismo argumento funciona para cualquier líder y su equipo en pequeñas unidades de negocio, departamentos y servicios entre otros. Cualquier grupo con metas tiene que centrarse en la ejecución para tener éxito. Sin importar tu puesto, la cultura debe estar en lo más alto de tus prioridades.

Una cultura corporativa para que sea efectiva, debe contar con tres elementos básicos:

1- Estratégica. Debe ofrecer ‘perspectiva’ y ‘contexto’ para orientar a las personas sobre el Big Picture.

2- Integradora. Alinear esfuerzos de todos los miembros y bajo claros acuerdos para establecer un sentido de pertenencia y de comunidad.

4- Flexible. Para crear un ambiente psicológicamente seguro que aliente a hacer preguntas, a experimentar y ventilar abiertamente los errores.

Es importante reconocer que desde niños aprendemos la cultura familiar observando el comportamiento de nuestros padres: lo que escuchamos de ellos importa poco en comparación a lo que vemos que hacen. Así pues, desde pequeños nos vamos dando cuenta de las contradicciones entre los valores que se promueven y los compromisos con estos mismos. Reflexionemos sobre ello: la manera en que tus padres llevaron sus valores a la acción te mostró lo que realmente era valorado en tu familia. De la misma forma, el comportamiento de tus maestros te mostró cuáles eran las verdaderas normas que tenías que cumplir en la escuela y la manera cómo tus jefes actúan en el trabajo te dice qué es lo que se valora en verdad dentro de la empresa donde trabajas, y cuáles son las normas que debes cumplir para prosperar en ella.

Por esto mismo, es muy importante el ejemplo que des tú como líder, sobre todo en circunstancias que pongan a prueba tu carácter: tu temple.

No dejemos de lado el concepto de responsabilidad. Tanto Sadhguru, uno de los grandes lideres espirituales en la actualidad, como Fred Kofman, proponen un discurso entorno a la responsabilidad. Ambos indican que debemos integrarla y aceptarla escribiéndola como si fueran dos palabras:  responder y habilidad, ya que es precisamente la habilidad para responder ante cualquier situación, independientemente de que hayas sido o no el responsable de ésta.

No eres responsable de tus circunstancias, sino de la manera en que las enfrentas. Para dar un ejemplo: no eres responsable del hambre en el mundo ni tampoco eres culpable de la guerra en Ucrania. No las causaste y tampoco las empeoraste; sin embargo, eres capaz de responder al hambre en el mundo y a las guerras que desgraciadamente se encuentran activas en estos momentos. De hecho, algo como el hambre en el mundo es un problema tan extendido que es prácticamente imposible no responder ante ello de una manera u otra. Por ejemplo, puedes mostrarte indiferente, puedes donar dinero, ser voluntario en un comedor comunitario. Hagas lo que hagas, es totalmente tu elección y esta es la expresión de tu responsabilidad, de tu habilidad de respuesta,frente al hambre en el mundo.

Como protagonista con habilidad de respuesta, puedes enfocarte en cosas que pueden influir. Puedes verte a ti mismo como alguien que puede responder a las circunstancias externas, a pesar de que estén fuera de tu control. Como protagonista y piloto en tu recorrido de vida, tienes la oportunidad de reconocer que, si quieres ser parte de la solución, tienes que considerarte primero como parte del problema. De esta manera, tú, como líder bien integrado y consciente, eres el instrumento más importante para crear una cultura efectiva, para la lo cual, debes sintonizartemental, física y emocionalmente para permanecer fiel a tus valores y a tus principios. Ten presente que los miembros de tu equipo son sensibles a tu comportamiento como líder y al de cualquier otro líder en tu organización. Notan fácilmente en qué utilizas tu tiempo (y en qué no), cuáles son las cosas que preguntas (y cuáles no), a quién te diriges (y a quien no). Incluso pequeños gestos como sonreír, fruncir la frente, levantar las cejas y asentir son pistas sobre aquello que valoras y aquello que no.

Finalmente, para fomentar una cultura organizacional sana, debes aprender a sentirte cómodo en la incomodidad. Cuando las cosas van mal, piensa que algo bueno vendrá́ de ello: si se canceló algún proyecto que tu equipo tanto anhelaba, deberás poner mayor tiempo y enfoque a otros proyectos. Si no les dieron los fondos adicionales, ahora deberás hacer las cosas más simples. Que las cosas no vayan como esperabas no quiere decir que van mal, es simplemente cuestión de perspectiva. Toma el desafío y conviértelo en algo productivo y bueno para tu equipo.

Cuando sabes convertir cualquier reto en algo favorable, puedes atreverte a agradecer las dificultades, así́ como agradeces que un gimnasio tenga esas pesas enormes para fortalecer tus músculos. ¡Bienvenido a tu nuevo gimnasio!

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El poder de mostrar tus emociones

Las emociones hacen a un buen líder; el cómo vibras ante los demás resulta más importante que las propias habilidades y estrategias de gestión de un negocio.

¿Qué dirías si te dijera que, en 30 años, será un robot quien aparezca en la portada de la revista Time como el mejor CEO? Con este cuestionamiento arrancó su discurso Jack Ma Yun, multimillonario, CEO y Co-Fundador de Alibaba y Yunfeng Capital (uno de los fondos de inversión más grandes de China) durante su discurso de apertura en uno de los foros globales más relevantes de emprendedores celebrado en Asia en abril del 2017; ya hace más de cinco años. Estas declaraciones dejaron a más de uno boquiabierto, ya que, a pesar de que la inteligencia artificial avanza de forma acelerada, para muchos sigue siendo casi imposible aceptar que algún día un robot pueda dirigir y liderar una organización.

A mediados del año pasado, China NetDragon Websoft, compañía líder en juegos de azar y basada en Hong Kong, nombró como CEO, por primera vez en la historia, a Tang Yu, un Robot operado por inteligencia artificial. Tang Yu sería la primera ejecutiva en las grandes ligas capaz de operar de forma continua y “sin goce de sueldo”.

Las computadoras son maravillosas por lo que hacen, pero resulta provocativo pensar que un robot sea capaz de sustituir a un ser humano. Como humanos, tenemos alma, un corazón y una mente que van juntos y cuando logran conectarse podemos actuar en coherencia. Esta es la diferencia entre el reino animal y las computadoras. Yo encuentro muy provocativo  este desarrollo y avance de la inteligencia artificial, ya que me cuesta mucho trabajo aceptar que un robot, por muy inteligente que pueda ser, llegue a sustituir lo que nos hace vibrar como seres humanos: las emociones y nuestra alma.

Ahora bien, las computadoras han apoyado enormemente al progreso de nuestra sociedad; sin embargo, jamás podrán sustituir el trabajo de un CEO, debido a que lo que hace a un líder ser lo que es, son sus emociones. A través de ellas podemos conectar con la fibra más íntima de cada uno de los miembros de una organización; no obstante, hay líderes que no se permiten mostrar sus emociones, y menos aún si éstas son percibidas erróneamente como una debilidad, algo que denote vulnerabilidad, miedo o tristeza.

Esto no es raro en el recorrido de un líder. Si lo pensamos, cuando somos niños o más jóvenes, tendemos a mostrarnos tal y como somos: sin miedo a compartir nuestras emociones con los demás, pero cuando inicia nuestro recorrido en el campo profesional, adoptamos una postura más estoica: nos queremos mostrar fuertes y con dominio sobre nosotros mismos, especialmente ante las dificultades que se nos presentan. Como líder yo no me permitía mostrar mis emociones. Creía que cosas como la vulnerabilidad, el miedo y la frustración me mostrarían ante mis equipos como un líder débil y no a la altura para llevarlos a navegar situaciones complicadas. Con los años fui comprendiendo que, por el contrario, mostrar las emociones es lo que más nos conecta con la gente y nos permite tocar fibras más íntimas, las cuales forman lazos fuertes y confianza con colegas y colaboradores.

Bajo mi práctica como coach y consultor en cultura corporativa, me he topado con líderes a los que no les es fácil mostrar sus emociones. Los equipos de estos líderes que no muestran sus emociones, independientemente que no sepan o no quieran hacerlo, luchan con el desconcierto y con la frustración constantemente debido a que no saben cómo leer a sus jefes, a sus lideres.

Es importante mostrar la pasión que te mueve en cada situación. Tu equipo necesita ver esa pasión. Muchos ejecutivos no se lo permiten porque piensan que estar al frente de una organización no es lugar apropiado para mostrar sus emociones, ya que se corre el riesgo de ser considerado poco profesional: como si mostrar nuestra parte humana fuese algo prohibido o algo que impide avanzar en el progreso de tu carrera. Créeme: debes mostrar tus emociones, así sean de frustración por el fracaso de alguna iniciativa. Cualquier emoción es mejor que no mostrar tus sentimientos.

Este rechazo a expresar nuestras emociones en el ámbito profesional obedece a un factor social muy profundo: la gente se ha vuelto menos emotiva, y eso se ve reflejado en la carrera de un líder.

Si retomamos la cita de Jack Ma al inicio de este texto, entendemos el discurso que siempre ha imperado en este ámbito; la gente ha caído fácilmente en la idea de que administrar una empresa, ser un ejecutivo al mando de una organización o tomar decisiones complejas depende de procesos y metodologías propias de la ciencia. Es decir, que al suprimir mis emociones y basarme únicamente en la cuestión técnica y calculadora puedo tomar mejores decisiones. Cuando en realidad no es así.

Todos queremos saber que nuestros líderes poseen la gama completa de las emociones humanas. Estoy convencido de que esto inspira a la gente.

Existe otro ángulo que podemos examinar sobre la pregunta ¿De dónde creemos que viene esta limitación de las emociones? ¿Cuánto de esto crees que se debe al miedo de cometer una violación o atropello en materia de recursos humanos? O al pensar que debemos contar con aprobación de nuestros abogados corporativos para dictar lo que hacemos y cómo nos mostramos ante lo que hacemos.

Una de mis prácticas profesionales hoy en día es el reclutamiento ejecutivo y como parte de estos procesos entablo conversaciones con clientes y entrevisto un sinfín de candidatos; en esta dinámica es notorio un tráfico de emociones muy profundo. En las entrevistas, por ejemplo, puede construirse un ambiente sumamente emotivo, dado que se trata de un momento de conexión entre dos seres humanos, lo cual es maravilloso.

Existen regulaciones y códigos de conducta exagerados sobre cómo relacionarnos en el contexto profesional, lo que lleva a la gente a preferir en ocasiones a ni mirarse a los ojos para evitar cualquier mala interpretación y potenciales quejas. Es triste reconocer que hay muchos líderes confundidos que en gran medida no muestran sus emociones y trasmiten falta de pasión en las personas. No importa si están administrando un negocio de comida rápida, si se están liderando una corporación, si es un sacerdote en misa en domingo o si es un maestro de primaria.

¿Qué tanto, tú como líder, te permites mostrar tus emociones ante tu equipo? ¿Estás permitiendo que fluyan esas emociones para conectar de forma genuina con los miembros de tu equipo? Mas aún, ¿estás siendo abierto y fomentas que tu equipo exprese sus emociones? ¿O sientes más comodidad en un clima “estoico” y contenido en su emotividad?

Como líder bien integrado y consciente debes dar cabida a momentos donde todas las emociones, sobre todo las más incomodas, puedan surgir y sean reconocidas como algo importante dentro del equipo, ya que son precisamente esos momentos cuando las lealtades se reafirman. Por ejemplo, cuando se tiene una conversación entre lágrimas con una persona en nuestra oficina que está pasando por una situación trágica para su familia, es ahí donde se supone que estamos completamente vivos y nos involucramos con las emociones de los demás mostrando empatía y compasión.

No prives a las personas a las que diriges, a las que lideras, de esa motivación cancelando tu humanidad. Pensemos por un momento en ese robot ejecutivo, ¿cómo evaluaría o manejaría esa conversación con un colega que sufre y comparte su pena? ¡Nuestras emociones detonan emociones en las demás personas, y eso es maravilloso para construir un mundo lleno de posibilidades como equipo! No seas un líder robotizado, atrévete a mostrar tus emociones: sé real… ¡Se genuino!