Liderazgo, espiritualidad y servicio

La espiritualidad es energía; su propósito primordial es despertar conciencias y tocar almas. Es muy importante aclarar que «espiritualidad» no es lo mismo que «religión», son dos ideas totalmente contrarias. Es por ello que considero importante tocar este tema, cuyos conceptos están relacionados con lo más íntimo del ser. Desde mi perspectiva, la religión, cualquiera que ésta sea, puede definirse como la creencia en Dios o dioses para ser adorados, por lo general, a través de rituales, cultos y adoraciones. La espiritualidad, en cambio, es la vida interior.

Las expresiones y prácticas de la espiritualidad son muy personales. Es la manera en que cada uno logra entender el mundo y el universo desde su interior, independientemente de ser religioso o no. En pocas palabras, la religión es un conjunto de creencias para relacionarnos con Dios. Por otra parte, la espiritualidad nos permite tener atención a nuestra voz interior, invitándonos a razonar y a cuestionarnos todo.

A lo largo del tiempo, «espiritualidad» y «religión» se han utilizado con mucha facilidad como sinónimos o términos intercambiables, cuando en realidad cada uno obedece a necesidades distintas. De acuerdo con la Real Academia Española, la religiosidad involucra la veneración y la práctica de rituales a través de la oración. Por el contrario, la espiritualidad tiene que ver más con la fuente de energía que alimenta nuestras emociones, relaciones interpersonales, el trabajo y todo lo significativo. Es algo muy personal y menos colectivo, que depende de la acción del espíritu de cada persona.

Quienes llevamos a cabo la tarea de ser líderes, nos corresponde acompañar el florecimiento del personal a nuestro cargo, incentivándolos a potenciar su grandeza y a dar lo mejor de sí́. Por lo mismo, un líder bien integrado no es solo un buen gerente de personal, también entiende que su función es parecida a la del pastor que guía y cuida de su rebaño. Entonces, el liderazgo, en el contexto espiritual, es un verdadero acto de amor y de servicio y, como nadie puede entregar a otros lo que no tiene, el proceso debe iniciar siempre con uno mismo: amándose y atendiéndose con compasión.  

Si el líder se encuentra bien centrado como un eje, es capaz de potenciar su capacidad como agente transformador de energía. Cuando el equipo debe abordar desafíos, un líder integrado es capaz de conectarse con su espiritualidad y flotar sobre esas situaciones, manteniendo la calma y transmitiendo serenidad a los miembros del equipo. Es verdad que la situación no cambiará automáticamente, pero el estado de serenidad generará siempre un ambiente propicio y fértil para explorar de forma más efectiva diversas alternativas, lo que permitirá una mejor toma de decisiones: más asertiva y que haga triunfar al equipo de cualquier desafío. Un líder centrado, bien integrado y consciente, tiene la capacidad de observar cualquier desafío o situación adversa como una oportunidad de aprendizaje y de crecimiento, lo que siempre podrá́ ser bien capitalizado para unir al equipo y fortalecerlo para posteriores retos.

Así pues, la espiritualidad busca manifestarse de diferentes formas; por ejemplo, cuando se actúa éticamente sin comprometer nuestros valores y principios o cuando se ayuda a otros de forma genuina a prosperar ante situaciones adversas. Para desarrollar una mayor capacidad en cualquier campo, siempre se requiere de herramientas efectivas que pueden lograrse mediante la espiritualidad. Por ejemplo, existen prácticas milenarias comprobadas para activar su potencial; la meditación tal vez es la práctica más común para desarrollar el potencial espiritual, independientemente de la religiosidad del individuo. Para estar bien, sólo hay que serenar la mente y para lograrlo hay que enfocar la atención. En occidente, siempre hemos estado condicionados a obtenerlo como una forma de alcanzar el éxito, además de que lo vemos como un reconocimiento ante nuestra sociedad. Esto es una equivocación ya que todo nace del ser y no del hacer. Earl Nightingale, popular autor y locutor de radio en la década de los 50, nos obsequió la mejor definición que podemos adoptar sobre el éxito: “El éxito es la realización progresiva de cualquier ideal digno, y sólo se requiere de un firme propósito y fe”.

Ahora bien, Robert Greenleaf, un estudioso del liderazgo desde los años 70, destaca, precisamente, la importancia de que los líderes deben ser más conscientes de las preocupaciones de sus colaboradores, sintiendo empatía hacia ellos para que colaboren en el desarrollo de todo su potencial. Asimismo, los líderes ponen las necesidades de los miembros del equipo por delante de las propias. Esto es un verdadero acto de servicio.

De acuerdo a esta filosofía existen al menos 10 características para el desarrollo de un buen liderazgo de servicio, alguna de las cuales estoy seguro ya estás cultivando y practicando en tu día a día, pero de no ser así, te invito a que lo hagas:

  1.  Escucha activa. Hazlo sin emitir juicio, dejando a un lado tus puntos de vista y demuestra paciencia al centrar la atención en los demás.
  2.  Empatía. Colocándote en los zapatos del otro para relacionarte con sus pensamientos y experiencias.
  3. Preocupación por el bienestar de tu equipo. Hacer todo lo posible para garantizar que tus colaboradores estén seguros, felices, saludables y satisfechos con su trabajo. No sólo se trata de adoptar un paquete de medidas, sino de que tengas una metodología holística e integral, en la que ese miembro de tu equipo sea el genuino centro de la estrategia.
  4.  Consciencia del entorno y del impacto que como líder llevas contigo. El estilo de liderazgo que empleas en la organización influye directamente en el clima organizacional, ya que es donde tu equipo forma las percepciones de orgullo, pertenencia y reconocimiento.
  5. Tu capacidad de persuasión para convencer en lugar de utilizar la fuerza. Se trata de motivar a los demás a que sigan la estrategia que se ha planteado y unan esfuerzos para hacerla real, consiguiendo alianzas a través de la confianza que depositan los colaboradores en el proyecto. La importancia de la persuasión en el liderazgo es la base para conseguir apoyo a nuestras opiniones y lograr que otros sumen.
  6. Tu habilidad de conceptualización para tener una visión clara del futuro. Esa imagen del lugar a donde quieres llegar con tu equipo en un futuro definido. La conceptualización de la visión te permite plantear un futuro deseable lo suficientemente claro y motivador para otros como para trabajar bajo un mismo propósito.
  7. Tu capacidad de predecir el futuro en función del presente y del pasado. Ni el pasado ni el presente son un mal punto de partida. Es posible que no proporcionen respuestas claras, pero pueden ubicar la situación actual en un contexto más amplio, permitiendo anticipar el impacto de los posibles cambios.
  8. Tu aceptación de la responsabilidad que implica dirigir una organización. Como líder, sé es responsable de la rendición de cuentas y del buen funcionamiento del equipo, lo que repercute tanto en los empleados como en el contexto externo. La responsabilidad no debe ser simplemente técnica, sino primordialmente humana.
  9. Compromiso con el desarrollo de los profesionales. Es crucial mantener a tu gente informada sobre las oportunidades de crecimiento y ascensos. Establecer objetivos y medir resultados es importante, pero lo es aún más animar a tu equipo a que se mantenga activo para desarrollar nuevas habilidades y destrezas que permitan la superación profesional.
  10. Habilidad para promover un sentimiento de comunidad respetando la individualidad. En una sociedad perfecta, la relación individuo-comunidad debiera ser equilibrada. Como líder, es fundamental buscar ese difícil equilibrio en tu equipo, las tendencias individuales que llevan a una sana competencia interna y la empatía social que, a su vez, lleva a cada colaborador a ser reconocido como miembro de un grupo.

De acuerdo con lo anterior, el liderazgo de servicio debe comenzar con la idea de que lo más importante para nosotros es servir y que, para conseguirlo, necesitamos liderar. Para comprobar si lo estas logrando, sólo debes preguntarte si tu equipo está creciendo en sus capacidades:  si es más libre, autónomo, más feliz y, sobre todo, si sienten la necesidad de servir también a los demás.

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