En la vida de todo líder, existen momentos clave que marcan una profunda transición, y uno de ellos es cuando se alcanza la cima de lo que podría llamarse la “primera montaña”. Este concepto, explorado por autores y expertos en liderazgo, plantea que todos, en algún momento, nos encontramos frente a una bifurcación en nuestro camino profesional y personal, en la que nos cuestionamos si el éxito que hemos alcanzado realmente es el reflejo de nuestra vocación más profunda.
Para aquellos líderes que ya han escalado su primera cima, o están en camino de hacerlo, puede surgir una pregunta existencial: ¿y ahora qué? ¿Hemos alcanzado todo lo que nos propusimos? ¿Y si el éxito al que hemos llegado no es suficiente o no es el que realmente anhelamos?
La primera montaña: el éxito según los demás
Cuando comenzamos nuestro recorrido como líderes, muchas veces el objetivo principal está centrado en cumplir con las expectativas que otros han fijado para nosotros o que hemos adoptado como propias. Esta etapa de la vida, en la que trabajamos para alcanzar logros visibles y objetivos tangibles, suele estar marcada por metas como conseguir un ascenso, tener éxito en la carrera profesional, obtener reconocimiento o crear una familia.
En esta primera montaña, gran parte de nuestro enfoque está puesto en alimentar el ego. Nos importa lo que otros piensen de nosotros, buscamos alcanzar esos “símbolos de éxito” que la sociedad aplaude y que nos hacen sentir que estamos cumpliendo nuestro papel. Este recorrido no es negativo en sí mismo; de hecho, es necesario para formar nuestras habilidades, nuestra identidad y nuestra capacidad de liderazgo. Sin embargo, llega un momento en el que, al estar en la cima de esta primera montaña, nos damos cuenta de que ese tipo de éxito no es suficiente para generar una satisfacción profunda.
El liderazgo, al igual que la vida, no se trata solo de obtener logros externos. Se trata de conectarse con algo más grande que uno mismo. Este despertar suele ocurrir cuando nos damos cuenta de que la definición de éxito basada únicamente en el estatus, la riqueza o el reconocimiento se queda corta para brindarnos una vida verdaderamente plena.
El despertar hacia la segunda montaña
Algunos líderes, después de haber alcanzado lo que consideraban la cima de su carrera o vida profesional, experimentan una sensación de vacío. Este es el momento en el que muchas personas se enfrentan a la famosa crisis existencial: ¿qué sigue después de haber cumplido con todas las expectativas que la sociedad ha puesto sobre mí?
Es aquí donde entra en juego la metáfora de la segunda montaña. Esta segunda montaña no tiene tanto que ver con el éxito externo, sino más bien con el descubrimiento de un propósito auténtico, uno que esté alineado con nuestros valores más profundos y con el impacto que queremos dejar en el mundo.
Este proceso de transición de una montaña a la otra puede ser desafiante. Puede implicar momentos de desamparo, incertidumbre y hasta dolor. Sin embargo, es también un proceso de transformación necesario para redescubrir quiénes somos y qué realmente nos mueve.
La segunda montaña está relacionada con la entrega hacia los demás, con la construcción de una vida basada en la colaboración, la comunidad y la empatía. A medida que avanzamos en nuestro camino como líderes, nos damos cuenta de que el verdadero éxito no se mide solo en términos de logros personales, sino en el impacto que podemos generar en la vida de quienes nos rodean.
En la primera montaña, muchos líderes se centran en desarrollar su carrera, en buscar ese ascenso, en adquirir más poder o prestigio. La carrera, tal como la entendemos en este contexto, es un camino diseñado para escalar en una estructura jerárquica. Es importante para establecer una identidad y para desarrollar las habilidades necesarias para el liderazgo. Pero este enfoque, aunque útil y necesario en muchas etapas de la vida, puede no ser suficiente para proporcionar una verdadera sensación de plenitud.
En cambio, la segunda montaña nos invita a descubrir nuestra verdadera vocación. A diferencia de una carrera, una vocación es un llamado interior que está más relacionado con lo que realmente somos y con lo que vinimos a hacer en este mundo. Descubrir una vocación es un proceso mucho más profundo y, en muchos casos, más místico. Es algo que va más allá de nuestras metas profesionales y que nos conecta con un propósito mayor, uno que está centrado en servir a los demás y en generar un impacto positivo y duradero.
La vocación tiene que ver con esa pasión que muchas veces mantenemos en silencio dentro de nosotros mismos, pero que en algún momento se revela como nuestra misión en la vida. Es la respuesta a la pregunta: ¿qué estoy llamado a hacer, más allá de los logros que pueda obtener?
Una de las características más importantes de la segunda montaña es el enfoque en las relaciones humanas. A diferencia de la primera montaña, donde el éxito a menudo se mide en términos individuales, la segunda montaña nos lleva a valorar cada vez más nuestras conexiones con los demás. El compromiso con la familia, con la comunidad y con una causa más grande que uno mismo se convierte en el verdadero motor que impulsa nuestras acciones.
Las personas que han alcanzado esta segunda montaña son aquellas que irradian una felicidad genuina, no porque hayan acumulado logros o bienes materiales, sino porque han encontrado un propósito que les da sentido a sus vidas. Estas personas son las que han comprendido que el liderazgo no se trata de poder, sino de servicio.
En esta etapa, el éxito se redefine: ya no se trata de cuántos títulos o premios has acumulado, sino de cuántas vidas has impactado, de cuánto amor has dado y recibido, y de cuán genuinas son las conexiones que has creado con quienes te rodean.
La comunidad como base del liderazgo
El liderazgo basado en la segunda montaña se centra en construir comunidades sólidas y en fomentar relaciones de confianza y apoyo mutuo. Las sociedades más sanas y las organizaciones más exitosas son aquellas que están construidas sobre la base de la colaboración y la solidaridad, donde cada miembro siente que su contribución es valorada y que forma parte de algo más grande que él mismo.
En este sentido, el líder que ha alcanzado su segunda montaña es aquel que ha dejado atrás el individualismo para abrazar una vida de interdependencia. Este tipo de liderazgo es más sostenible y gratificante, ya que no solo genera resultados tangibles para la organización, sino que también crea un entorno donde las personas pueden florecer y sentirse parte de una misión más grande.
Al final, la pregunta que cada líder debe hacerse es: ¿Estoy escalando mi primera o mi segunda montaña? ¿Estoy persiguiendo un éxito que realmente resuena con mi propósito, o simplemente estoy siguiendo el camino que otros han trazado para mí? La segunda montaña te espera. Está ahí, más allá del ego y de las metas materiales, y te invita a un viaje mucho más profundo, uno que tiene el poder de transformar tu vida y la de quienes te rodean. No tengas miedo de emprender este nuevo recorrido. En esa segunda montaña encontrarás un propósito que vibrará en tu interior y te guiará hacia una vida más plena y significativa.