Las emociones hacen a un buen líder; el cómo vibras ante los demás resulta más importante que las propias habilidades y estrategias de gestión de un negocio.
¿Qué dirías si te dijera que, en 30 años, será un robot quien aparezca en la portada de la revista Time como el mejor CEO? Con este cuestionamiento arrancó su discurso Jack Ma Yun, multimillonario, CEO y Co-Fundador de Alibaba y Yunfeng Capital (uno de los fondos de inversión más grandes de China) durante su discurso de apertura en uno de los foros globales más relevantes de emprendedores celebrado en Asia en abril del 2017; ya hace más de cinco años. Estas declaraciones dejaron a más de uno boquiabierto, ya que, a pesar de que la inteligencia artificial avanza de forma acelerada, para muchos sigue siendo casi imposible aceptar que algún día un robot pueda dirigir y liderar una organización.
A mediados del año pasado, China NetDragon Websoft, compañía líder en juegos de azar y basada en Hong Kong, nombró como CEO, por primera vez en la historia, a Tang Yu, un Robot operado por inteligencia artificial. Tang Yu sería la primera ejecutiva en las grandes ligas capaz de operar de forma continua y “sin goce de sueldo”.
Las computadoras son maravillosas por lo que hacen, pero resulta provocativo pensar que un robot sea capaz de sustituir a un ser humano. Como humanos, tenemos alma, un corazón y una mente que van juntos y cuando logran conectarse podemos actuar en coherencia. Esta es la diferencia entre el reino animal y las computadoras. Yo encuentro muy provocativo este desarrollo y avance de la inteligencia artificial, ya que me cuesta mucho trabajo aceptar que un robot, por muy inteligente que pueda ser, llegue a sustituir lo que nos hace vibrar como seres humanos: las emociones y nuestra alma.
Ahora bien, las computadoras han apoyado enormemente al progreso de nuestra sociedad; sin embargo, jamás podrán sustituir el trabajo de un CEO, debido a que lo que hace a un líder ser lo que es, son sus emociones. A través de ellas podemos conectar con la fibra más íntima de cada uno de los miembros de una organización; no obstante, hay líderes que no se permiten mostrar sus emociones, y menos aún si éstas son percibidas erróneamente como una debilidad, algo que denote vulnerabilidad, miedo o tristeza.
Esto no es raro en el recorrido de un líder. Si lo pensamos, cuando somos niños o más jóvenes, tendemos a mostrarnos tal y como somos: sin miedo a compartir nuestras emociones con los demás, pero cuando inicia nuestro recorrido en el campo profesional, adoptamos una postura más estoica: nos queremos mostrar fuertes y con dominio sobre nosotros mismos, especialmente ante las dificultades que se nos presentan. Como líder yo no me permitía mostrar mis emociones. Creía que cosas como la vulnerabilidad, el miedo y la frustración me mostrarían ante mis equipos como un líder débil y no a la altura para llevarlos a navegar situaciones complicadas. Con los años fui comprendiendo que, por el contrario, mostrar las emociones es lo que más nos conecta con la gente y nos permite tocar fibras más íntimas, las cuales forman lazos fuertes y confianza con colegas y colaboradores.
Bajo mi práctica como coach y consultor en cultura corporativa, me he topado con líderes a los que no les es fácil mostrar sus emociones. Los equipos de estos líderes que no muestran sus emociones, independientemente que no sepan o no quieran hacerlo, luchan con el desconcierto y con la frustración constantemente debido a que no saben cómo leer a sus jefes, a sus lideres.
Es importante mostrar la pasión que te mueve en cada situación. Tu equipo necesita ver esa pasión. Muchos ejecutivos no se lo permiten porque piensan que estar al frente de una organización no es lugar apropiado para mostrar sus emociones, ya que se corre el riesgo de ser considerado poco profesional: como si mostrar nuestra parte humana fuese algo prohibido o algo que impide avanzar en el progreso de tu carrera. Créeme: debes mostrar tus emociones, así sean de frustración por el fracaso de alguna iniciativa. Cualquier emoción es mejor que no mostrar tus sentimientos.
Este rechazo a expresar nuestras emociones en el ámbito profesional obedece a un factor social muy profundo: la gente se ha vuelto menos emotiva, y eso se ve reflejado en la carrera de un líder.
Si retomamos la cita de Jack Ma al inicio de este texto, entendemos el discurso que siempre ha imperado en este ámbito; la gente ha caído fácilmente en la idea de que administrar una empresa, ser un ejecutivo al mando de una organización o tomar decisiones complejas depende de procesos y metodologías propias de la ciencia. Es decir, que al suprimir mis emociones y basarme únicamente en la cuestión técnica y calculadora puedo tomar mejores decisiones. Cuando en realidad no es así.
Todos queremos saber que nuestros líderes poseen la gama completa de las emociones humanas. Estoy convencido de que esto inspira a la gente.
Existe otro ángulo que podemos examinar sobre la pregunta ¿De dónde creemos que viene esta limitación de las emociones? ¿Cuánto de esto crees que se debe al miedo de cometer una violación o atropello en materia de recursos humanos? O al pensar que debemos contar con aprobación de nuestros abogados corporativos para dictar lo que hacemos y cómo nos mostramos ante lo que hacemos.
Una de mis prácticas profesionales hoy en día es el reclutamiento ejecutivo y como parte de estos procesos entablo conversaciones con clientes y entrevisto un sinfín de candidatos; en esta dinámica es notorio un tráfico de emociones muy profundo. En las entrevistas, por ejemplo, puede construirse un ambiente sumamente emotivo, dado que se trata de un momento de conexión entre dos seres humanos, lo cual es maravilloso.
Existen regulaciones y códigos de conducta exagerados sobre cómo relacionarnos en el contexto profesional, lo que lleva a la gente a preferir en ocasiones a ni mirarse a los ojos para evitar cualquier mala interpretación y potenciales quejas. Es triste reconocer que hay muchos líderes confundidos que en gran medida no muestran sus emociones y trasmiten falta de pasión en las personas. No importa si están administrando un negocio de comida rápida, si se están liderando una corporación, si es un sacerdote en misa en domingo o si es un maestro de primaria.
¿Qué tanto, tú como líder, te permites mostrar tus emociones ante tu equipo? ¿Estás permitiendo que fluyan esas emociones para conectar de forma genuina con los miembros de tu equipo? Mas aún, ¿estás siendo abierto y fomentas que tu equipo exprese sus emociones? ¿O sientes más comodidad en un clima “estoico” y contenido en su emotividad?
Como líder bien integrado y consciente debes dar cabida a momentos donde todas las emociones, sobre todo las más incomodas, puedan surgir y sean reconocidas como algo importante dentro del equipo, ya que son precisamente esos momentos cuando las lealtades se reafirman. Por ejemplo, cuando se tiene una conversación entre lágrimas con una persona en nuestra oficina que está pasando por una situación trágica para su familia, es ahí donde se supone que estamos completamente vivos y nos involucramos con las emociones de los demás mostrando empatía y compasión.
No prives a las personas a las que diriges, a las que lideras, de esa motivación cancelando tu humanidad. Pensemos por un momento en ese robot ejecutivo, ¿cómo evaluaría o manejaría esa conversación con un colega que sufre y comparte su pena? ¡Nuestras emociones detonan emociones en las demás personas, y eso es maravilloso para construir un mundo lleno de posibilidades como equipo! No seas un líder robotizado, atrévete a mostrar tus emociones: sé real… ¡Se genuino!